Estoy leyendo una novela de John Irving, un
autor norteamericano. Lleva por título A
widow for one day (Viuda por un día),
aunque se ha traducido al español como Una
mujer difícil. Confieso que todavía no sé el porqué (me refiero a la
traducción); esto, a pesar de que la carátula muestra una afligida viuda encendiendo
un cigarrillo, y de que ya voy por las dos terceras partes de sus 750 páginas. Es un libro grande... Hoy sé que Irving no era realmente Irving (ese era
uno de los apellidos de su padrastro); había nacido como John Wallace Blunt Jr.,
y ya habría frisado los cuarenta cuando descubrió que ese también había sido el
nombre de su padre biológico, un piloto de la Fuerza Aérea, héroe de guerra,
que había sido derribado sobre Birmania (antes Myanmar) en la II
Guerra, pero que había sobrevivido.
Tampoco estoy enterado todavía de quién mismo termina siendo esa “mujer difícil”: si la madre que abandona a su familia (y a la hija cuando tenía cuatro años), o si la hija que hereda el oficio de novelista que tiene su padre. O, incluso, si es la amiga de la hija, quien, llegado al umbral de la obra al que he llegado, se va identificando ya como una joven liberal, independiente y extrovertida –e incluso libertina–. O, si tal vez es, en caso de no haber llegado todavía a algún tipo de sorpresa en la trama que justifique esa condición, algún otro enigmático personaje…
Tampoco puedo decir más. Ya lo saben: siempre procuro no arruinar la lectura de los libros que comento: no quiero hacer de espóiler. En sentido estricto, las obras de Irving tampoco son, lo que pudiéramos llamar “literatura”, pero son historias entretenidas, relatos bien narrados, construidos con buen estilo y sensibilidad moral (esto a pesar de las infaltables escenas de sexo, nunca desdeñadas). En resumen, aquellas son historias bastante bien estructuradas y entrelazadas; por algo han adquirido la clasificación de “bestsellers”. Pero, son novelas. Ellas están bien escritas, entretienen y “enganchan”, y no carecen de un buen manejo del idioma.
Pero hay algo en su lectura que encuentro productivo. Se trata de una serie de consejos velados (recomendaciones, las llamaría yo) que tienen que ver con nuestra cultura de manejo. Son observaciones relacionadas con malas prácticas de conducir que nadie nos ha enseñado en forma específica; pero que, si se las desconoce o no se las toma en cuenta, es muy probable que nos terminen costando algo más que un accidente, como sería una desgracia familiar. Hay en esa historia, justamente, un episodio fatal que ocurre por pura mala costumbre, por un muy frecuente y repetitivo error. Transmito, pues, unas pocas de aquellas sugerencias:
Es importante, cuando un vehículo está parado, listo para virar y esperando el cruce de tránsito opuesto, o quizá el cambio de luz de un semáforo, mantener el auto íntegramente en el carril asignado (sea que se esté en un carril medianero o junto al parterre). Aquí, lo importante es mantener el vehículo orientado en la misma dirección del carril (no oblicuo ni transversal), con las ruedas también manteniendo la dirección del vehículo. El error más frecuente es el de esperar con el automóvil ya predispuesto para el viraje (medio de lado) y con los neumáticos en condición de iniciar el avance (ya curvados). La intención debería ser la de prever la posibilidad de que alguien (sobre todo en la oscuridad) no se percate de la presencia del vehículo que está delante, lo golpee por detrás y lo haga invadir el carril de sentido opuesto.
Otra buena práctica que se aconseja, aparte de evitar distracciones, es la de mantener la vista siempre hacia el frente (eludir tanto como sea posible regresar a ver a quien ocupa el asiento del pasajero delantero y –no se diga– a quienes ocupan los asientos posteriores). Esta buena costumbre debe ser completada por el uso frecuente de los espejos retrovisores. El propósito, en este sentido, no es solo mantener la conciencia situacional y la precaución debidas, sino anticiparse a cualquier condición o maniobra ajena que súbitamente pudiera presentarse.
Otra maniobra que puede salvar muchas vidas es la siguiente: cuando se maneje en una vía estrecha que dispone solo de dos carriles y se pretende adelantar, no es prudente acercarse al vehículo que va adelante y hacer breves incursiones invadiendo el carril opuesto. Lo aconsejado es retrasarse por dos o tres cuerpos (15 m) y cambiar a una marcha más fuerte (2da. o 3ra.); entonces sí, hacer el amago de salir del carril (ya con mejor ángulo y visibilidad) y, una vez que aseguramos la vía libre, en sentido contrario, acelerar rápidamente con la precaución de poder frenar nuevamente (de ser el caso) y volver al carril que quisimos abandonar. Lo importante no es solo ser prudentes: es necesario sismpre, poder anticipar la eventual imprudencia ajena.

No hay comentarios.:
Publicar un comentario