La señal de
‘No Estacionar’ no solo es uno de los símbolos más reconocibles que existen: es un elemento que aporta a la seguridad vial, al respeto de la
propiedad privada y a la adecuada convivencia en sociedad. Se me ocurre que
es tan precaria nuestra cultura de correcto estacionamiento vehicular que no
solo que su exigencia debería fortalecerse, sino que amerita la creación de un símbolo
que recuerde la obligación de estacionar correctamente.
Así como se puede medir el grado de desarrollo de una sociedad por la condición de sus aceras, así también pudiéramos calificar su grado de cultura por la forma disciplinada, ordenada y respetuosa con que la gente sepa ubicar en forma adecuada sus vehículos en los espacios disponibles. La realidad, por desgracia, es que somos una sociedad de conductores que ni siquiera sabe estacionar. ¡Qué digo! No es que no lo sabemos: no nos importa. Nos vale un soberano rábano estacionar de manera correcta. Parece que no nos interesa hacerlo bien.
Hace poco comentaba la incredulidad que siento cuando voy por las mañanas a la panadería y puedo observar el ánimo díscolo de la gente que utiliza los estacionamientos asignados: casi nadie ubica su vehículo dentro del espacio que está marcado; unos se montan en medio de dos espacios; otros estacionan en forma oblicua y no faltan quienes incluso se ubican en forma transversal con el pretexto –imagino yo– de que “ya mismo se van”… Con ello, se crea todo un relajo porque todos paran como les da la gana. Sí, “paran” (no se estacionan) pues a nadie se le ocurre estacionarse en forma racional y exacta, sin ese ánimo mezquino de no dar importancia al perjuicio ajeno (¿no es este un asunto de nobleza?), de preocuparse por considerar la comodidad de los demás.
Tampoco a los propietarios de los negocios parecería importarles, es como si esa costumbre indócil y rebelde no afectaría a su propio beneficio, como si ese orden no fuera parte del mismo, como que no les va ni les viene, como si más bien, el desorden tolerado es solo evidencia de que “hay buen negocio”, muestra de que la gente compra; de que a ellos sí les va bien… A nadie se le ocurre ni pintar ni delimitar esos espacios ni poner un anuncio para urgir a los usuarios que estacionen correctamente, que lo hagan bien. Sospecho que, en el fondo, recelan de que para qué han de ponerlo si pudiera ser un esfuerzo inútil, si los díscolos y reacios tampoco lo habrían de respetar.
Ni qué pedirles que lo hagan en reversa, por su propio beneficio, por su propia seguridad. Si bien lo pienso, muchos no estacionan en reversa no solo porque no sepan hacerlo sino porque al reducir la velocidad para estacionarse, temen tener que lidiar con la impaciencia, ansiedad y actitud hostil de quien viene por detrás. La mayoría actúa como si nunca necesitaría hacer lo mismo, como si aquel prurito, el de estacionar en forma correcta, sería una forma abusiva, una forma incivilizada de ignorar la comodidad del atolondrado que viene atrás… Vivimos apresurados y ansiosos; solo nos interesa asegurar nuestra prioridad; no nos preocupa ni el tiempo ni la comodidad ajena. A nadie se le ha ocurrido iniciar una sencilla campaña, en pro de la consideración, el sentido comunitario y la civilizada convivencia; una cruzada que nos estimule a vivir en armonía y sosiego, disfrutando de una mejor calidad de vida.
Sin embargo, para conseguirlo, debemos respetar a los otros y tratarlos con gentileza. Solo así recibiremos, como contrapartida, un trato civilizado, respetuoso y cordial. Sí… aunque, por lástima, parece más bien una utopía, pero qué bonito sería… Seríamos un país de gente más tranquila y solidaria; un pueblo habitado por gente convencida de que solo el respeto mutuo nos hará merecedores de nuestros derechos, con el compartido y recíproco disfrute de todos aquellos privilegios que nos otorga nuestra libertad. Por ello, propongo crear un sencillo símbolo; consistiría en un rectángulo con un vehículo superpuesto inclinado hacia cualquier lado, con una línea cruzada diagonal para dar a entender que se encarece estacionar con la debida prolijidad.

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