11 julio 2025

Anatomía del esperpento

Ramón María del Valle Inclán había sido un destacado novelista, dramaturgo y poeta español. Nacido en Galicia, vivió a caballo entre los siglos XIX y XX y murió temprano (tenía 69 años). Su nombre de bautismo fue realmente Ramón José Simón Valle Peña, pero lo fue alterando de a poco, para que estuviera a tono con sus manías bohemias o, quién sabe, si para elaborarse un más atractivo heterónimo. Para ello, suprimió el José Simón y eliminó el segundo apellido; adoptó el María y los apellidos de un ilustre antepasado… Algo de estrafalario había en sus modales, facha y vestimenta: se parecían al vocablo que parece que él mismo inventó: ‘esperpento’.

Vestido siempre de negro luctuoso, exhibiendo una silueta enjuta, y una larga y perenne barba, parecía presto a contradecir cualquier asunto y a renegar de cualquier tema. Ya maduro, tenía entonces treinta y tres, tuvo una riña con un colega, se lastimó un brazo que luego se gangrenó y hubo que amputárselo. Su atuendo y empaque siempre fueron característicos: sombrero, chalina o capa, polainas blancas y, sobre todo, esas sus luengas e hirsutas barbas, “las de un chivo”, como las habría calificado el genio de Rubén Darío. Si uno escruta la enciclopedia y da con su propia firma a mano –su rúbrica ológrafa– advierte que esta también luce como el epítome mismo del esperpento, en el que la ‘I’ de Inclán parece una lombriz que intenta taladrar la tierra…

 

Si consultamos el significado de esperpento en el diccionario de la RAE, encontraremos el siguiente contenido: “Concepción literaria creada por Ramón M.ª del Valle-Inclán hacia 1920, en la que se deforma la realidad acentuando sus grotescos rasgos”. Ahí se define el vocablo como “Persona o situación grotesca o estrafalaria”. Esta modalidad, el esperpento, consistiría en ‘tratar de encontrar el lado cómico en las cosas trágicas que ocurren en la vida’; por tanto, y si nos remitimos a sus correspondientes sinónimos, hemos de hallar vocablos como adefesio, ridículo, disparate, espantajo, fantoche o mamarracho. Lo suyo era pues algo «fantocheril»…

 

Al revisar estos términos, me viene, sin querer, un aire tibio de la infancia; este me recuerda el indiscriminado uso en casa de palabras añejas como fantoche o cacaseno. Este manido y abusado término, el de fantoche, equivale a “persona grotesca y desdeñable”, según el mismo DLE, cuyas voces correspondientes son idénticas: adefesio, esperpento, espantajo, mamarracho… Un fantoche es también aquel “sujeto neciamente presumido o presuntuoso (el fanfarrón, fatuo, jactancioso, farolero o alabancioso)”. Es decir, aquel personaje de vestir estrafalario; y, aun también, el muñeco convertido en títere o marioneta (el monigote movido por hilos)…

 

He meditado en estos términos al comprobar cómo, poco a poco, la política (aquí y en todas partes) se ha ido llenando de fantoches y mamarrachos (inútil sería nombrar a todos esos “personajes”: verdaderos payasos estrafalarios que se han ido “distinguiendo” por su atuendo o por su estrambótica actitud)… Y lo propio me sucede con palabras como ‘escrache’ o  ‘escrachar’: “manifestación popular de protesta contra alguien, generalmente en el ámbito de la política, que se realiza frente a su domicilio o en algún otro lugar”. Este último, es un verbo utilizado en forma preferente en países como Argentina y Uruguay; su etimología reza así: (viene) “del italiano schiacciare 'aplastar, presionar, oprimir'; del genovés scracâ 'escupir'; o del inglés to scratch 'arañar, marcar, rayar, dañar’”. Además, significa en el sur del continente: romper, destruir, aplastar (acosar); o, fotografiar indiscretamente a alguien.

 

Scratch, por su parte, se refiere en inglés a esos pequeños golpes o raspones que hallamos en los automóviles y demás vehículos; significa también esas lastimaduras o rasguños que nos hacemos en la piel y que nos dejan una temporal o definitiva cicatriz. To scratch significa rayar o rascar; pero también algo que en el juego del golf es como obtener todo un doctorado: tener cero hándicap o ninguno; es ser todo un profesional. 

 

Pero hay otro ‘Scratch’: es el apodo de la selección de fútbol del Brasil, único país que ha estado presente en todos los mundiales que se han organizado. Así se la empezó a llamar luego de su triunfo en el Mundial de Suecia en el 58; fue el equipo inolvidable de Pelé, Vavá, Garrincha, Zagallo, Moacir y Djalma Santos… Antes la llamaban verdeamarelha (por los colores de la bandera) o canarinha (cuando cambiaron el blanco por el amarillo en 1954). La llamaron Scratch du Oro (Rayón de Oro), en referencia a una técnica que utilizan los ‘Disk Jockey’s (DJ’s) para mezclar las canciones: un movimiento de arriba hacia abajo (como si se rayara al disco) llamado scratch. Aludiría a la acción de mover el balón de similar manera, de lado a lado, con el elegante objeto de practicar el peculiar ‘jogo bonito’


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