25 julio 2025

El arte de la digresión

Era inglés. Quiso la casualidad que naciera en el sur de una isla que antes se llamó Reino de Irlanda. Lo bautizaron de Laurence (no Lawrence ni Lorenz) y su apellido era Sterne. Vino al mundo bajo el signo de Sagitario, hacia el final de noviembre de 1713. Nacía cien años después de que un lisiado de su mano izquierda publicara la segunda parte de su Ingenioso Hidalgo. Nadie se imaginaría que tendría una vida bastante corta: murió a los 54 años.

A los 24 fue ordenado de diácono; a los 25 ya era sacerdote anglicano. Cometió matrimonio a los 28 y cuentan que tuvo una serie de aventuras extramaritales que le otorgaron fama de libertino. Fue escritor y humorista; autor de una novela –curiosamente desconocida por muchos– que lleva por título La vida y opiniones de Tristram Shandy, caballero. Fue pobre gran parte de su vida; prolífico escritor de sermones y panfletos políticos, dominó la sátira con el ejemplo de Rabelais (Voltaire diría que lo superó) e incursionó en la novela inspirándose en Cervantes. Influyó en el estilo de un gran número de importantes escritores que vendrían luego. Representaría la resurgencia del “lúcido cultivado”. Goethe lo elogió como “el más soberbio espíritu que jamás haya vivido”…

 

Llegué a Sterne gracias a Javier Marías. Él tradujo el Tristram Shandy; Marías comentaba que para Nietzsche esa era la novela "más libre" de todos los tiempos. Un día, buscando una lista de las mejores novelas jamás escritas, di con una selección de Arthur Schopenhauer: la incluía entre las cuatro mejores… Ingenioso y erudito, Sterne utiliza el humor, la digresión y las insinuaciones (innuendos, en inglés) para entretener y cautivar a quien sigue sus hilarantes historias. Tristram Shandy es realmente un cuento largo, un cuento interminable, una historia que no parece terminar nunca. Sterne es uno de los precursores de la literatura experimental, entendida como aquella que desafía a los cánones y se interroga a sí misma; que reta las convenciones y prueba nuevas técnicas y artificios.

 

Nada hay que caracterice mejor su estilo que sus frecuentes digresiones. Son interrupciones que cortan la estructura linear del relato, que no siguen un orden temporal. No bien Sterne empieza a contar una historia o trata de reiniciarla, cuando de pronto la suspende con la promesa de volverla a retomar (¿no nos pasa lo mismo cuando contamos una anécdota, o conversamos?). O, como él mismo lo expresa: “Ningún autor… presumiría de saberlo todo: el verdadero respeto que se puede dar a la comprensión del lector, es proporcionar solo parte de algunos asuntos (…) y dejarle a él algo para imaginar por sí mismo”. Esa habría sido su divisa, según explica Marías: "I progress as I digress", escribió; o lo que es lo mismo: "Progreso con las digresiones": avanzo el relato a través de ellas.

 

Se ha dicho de Sterne que fue uno de esos autores que se contentó con escribir una sola gran obra (un ‘One-hit wonder’), al estilo de el Arcipreste de Hita en el XIV (El libro del buen amor); o, Emily Brönte (Cumbres borrascosas); o, J.D. Salinger (El guardián entre el centeno); o, un Boris Pasternak (Doctor Zhivago), autor este cuyo solitario esfuerzo le valdría ese premio Nobel que nunca aceptó. Pero no seamos injustos: tiene para muchos otra obra que quizá sea mejor reconocida: se llama Viaje sentimental por Francia e Italia. Así y todo, Tristram Shandy es su libro más buscado; hoy el título ha entrado en el vocabulario popular inglés para describir a los individuos de sorprendente imaginación e ideas geniales e inusitadas.

 

Javier Marías también reconoció que: “Tristram Shandy puede ser considerada la novela más cervantina posterior al Quijote y que es el precedente más claro y directo del Ulises de Joyce: tanto por la complejidad de su estructura, como por su excéntrica ambición; por su carácter innovador e irrespetuoso, y por la dificultad de su lenguaje; por sus endiablados juegos de palabras y su disparatada erudición; así como por sus atrevimientos sintácticos, tipográficos o su peculiar puntuación; por su incesante humor… para muchos intraducible. No puedo dejar de recordar que Sterne fue un precursor del flujo de conciencia (el monólogo interior).

 

Nota: hay párrafos que pudieran prescindirse en la novela (los sermones, por ejemplo). Son pasajes que si no invitan al tedio, solo aportan a hacer más extensa la obra. Renunciar a ellos (no suprimirlos) pudiera hacer la lectura más ágil, y permitirnos disfrutar más de la narrativa. Tampoco debería disociarse la obra de su contexto histórico (la novela se escribió hace casi 300 años…). Yorkshire, lugar donde se desarrolla la trama, significa condado de York. No debe decirse por tanto ‘condado de Yorkshire’ (‘shire’ ya significa condado).


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