16 septiembre 2010

El secreto

Chis… Les voy a contar un secreto; pero shhh, verán… no contarán a nadie! 

Esa tarde de Sábado nos llamó la abuela y nos entregó la llave del cuarto que arrendaba mi tío Luis cerca del parque de El Ejido, para que recogiésemos su ropa para lavar; o talvez para que arreglásemos sus pertenencias y cambiásemos las sábanas de su desordenado aposento. Había ahí una cama con dos veladores y un armario. Había, además, un aguamanil y una palangana; eso era todo lo que existía en el espartano y severo entorno de su alquilado cuarto de vivienda. 

Es que en ese tiempo, no era muy frecuente escuchar que vivieran solos y por su cuenta los hombres solteros; y casi impensable también que ellos hicieran uso de todo un departamento vacío “para lo más de ir a dormir y usar a veces el cuarto de baño”. Fue así como, esa tarde, a más de cumplir con la misión encargada por la abuela y curiosear unas cuantas revistas que exhibían unas pocas fotografías sugestivas y obscenas, nos pusimos con mi hermano menor a investigar qué “secretos escondidos” podía albergar esa misteriosa “pieza de arriendo”, que constituía por entonces aquella morada independiente y recoleta. 

Fue por medio de estas acuciosas y subrepticias “investigaciones” nuestras que descubrimos esos “Alka-Seltzer” de color encarnado, de contenido suave y semilíquido, que él había guardado en más de uno de los cajones de los veladores de su recámara. No nos cabía duda: se trataba de las muestras gratuitas de uno de esos medicamentos que alguno de sus tantos amigos médicos le habrían regalado. Había más de una docena de estos envoltorios de forma cuadrangular que contenían el medicamento mencionado. Luego de una corta deliberación decidimos sustraernos unos cuantos para venderlos en la botica de allí cerca. 

 Cuando sacamos de nuestras nutridas alforjas el contenido singular de nuestros envoltorios hurtados, una mueca de incredulidad y una sonrisa socarrona iluminaron, de golpe, los rostros de los dependientes y del mismísimo boticario. No cabía duda que algo ajeno a nuestra ingenuidad contenían estos sobrecitos de papel metálico… “De dónde fueron a sacar todos esos preservativos, guambritos malcriados?”, nos consultó, en forma de demanda, el inquisitivo boticario. Vayan a devolver esos condones a dondequiera que los hubieran encontrado! 

Fue así que corrimos de vuelta a restituir los sobrecitos y que corrimos, también, a consultar por el significado de estas dos nuevas palabras en un viejo y olvidado diccionario. El destartalado texto casero fue más oscuro aún que la incómoda situación que de golpe nos había avergonzado: “1. Adj. Que tiene virtud o eficacia de preservar. 2. m. Funda fina y elástica para cubrir el pene durante el coito, a fin de evitar la fecundación o el posible contagio de enfermedades”, era lo que nos aclaraba el sabio libraco descuajeringado. Lo de “coito” fue objeto de una nueva y más prolija indagatoria; pero nos persuadimos que algo iba a requerir de una explicación más especializada, cuando encontramos la palabra “pene”, término este que no estábamos autorizados a mencionarlo ni en casa ni en ningún lado! 

Pocos días después me enviaron, por algún otro motivo, a la farmacia. Iba a enfrentar la mirada indagatoria de los boticarios vecinos; pero, para mi sorpresa, no me hicieron nuevas preguntas ni, con su malicia, tampoco me interpelaron. Esta vez ellos actuaron como que compartían desde mucho tiempo atrás un viejo secreto conmigo. Su mirada ya no era inquisitoria, era la de quienes sabían que compartían el acuerdo que palabras como pene, coito y preservativo, nos habían integrado en una nueva y subterránea fraternidad; organización que conocía el callado significado de esas sugestivas palabras cuya obscena definición ya la conocíamos, pero estábamos obligados todos a tener que ocultarlo. 

Más tarde habría de descubrir que los secretos no siempre tienen que ver con venéreos (de Venus, deleite sexual) propósitos y significados. Por el contrario, habría de caer yo también como presa de ese afán de conseguir la realización en la vida con resultados de éxito económico y financiero, rápido e inmediato. Un día me llegó por correo una curiosa correspondencia que me ofrecía el elusivo secreto del éxito y me garantizaba que si aplicaba cierta fórmula, habría ipso facto de convertirme yo también en flamante millonario. Pagué la inscripción correspondiente para sólo recibir después de unas cuantas semanas, una resma de ampulosos documentos en los que se difundían ciertas fórmulas de comercialización que para mí carecían de todo resultado práctico. Lo único que habría de quedarme claro era que se trataba de un sutil negocio en serie y que a mí también me habían embaucado! 

En otra ocasión una veterana que ya no tenía tiempo para disfrutar del beneficio de nuevos secretos; pero que, en cambio, no tenía necesidad de un centavo más para engrosar su favorecido peculio, me pidió que le buscase en una librería internacional un famoso texto que sugería cómo convertirse, de la noche a la mañana, también en inédito millonario. Luego de fáciles indagaciones dí con el instrumento que habría de revelarle a ella estos escondidos preceptos, estos arcanos recados. Leí yo mismo dos veces el publicitado “Secreto” (The Secret), sólo para quedar yo también aún más confundido, y con la desagradable e incómoda sensación de haber sido, una vez más, ingenuamente engañado… 

En mis continuos esfuerzos por mejorar mi nivel golfístico (léase: por tratar de esconder mis incurables deficiencias) he recibido, más de una vez, y con relativa frecuencia, la participación “exclusiva” de un supuesto secreto que habría de servirme como panacea final y concluyente para alcanzar en forma definitiva, el resultado que me sigue siendo esquivo y que aún no he logrado. He llegado a la dolorosa pero reconfortante conclusión que estos secretos no existen; y que, el único secreto que hay es el de que, cuando le venden a uno un secreto, hay que actuar con precaución, cuando no con un cierto ingrediente de sospecha… Este es el único secreto que sirve y que no es conveniente guardarlo, para que así todo el mundo lo sepa y para que ya nadie resulte engañado! 

Sydney, 16 de Septiembre de 2010


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