25 septiembre 2010

Lograr, lograr y lograr

Es una tierra avecinada al borde más meridional del mapa, una tierra irregular que denuncia más su aridez a medida que uno se aleja del septentrión. Es un territorio de paisaje distinto, caracterizado por cerros secos y polvorientos que separan los múltiples valles sinuosos que va exhibiendo el caprichoso perfil lojano. Toda la provincia, es un conjunto de pequeños y ondulantes valles que se conectan por medio de senderos tortuosos y poco transitados. Son comarcas y pueblos con nombres susurrantes y sugestivos, de rara e inquieta musicalidad.

Son planicies fértiles y abrigadas separadas entre sí, por la intermitencia de desnudos promontorios y collados. Loja es tierra de “vallies y colliados”, dice su gente; y los foráneos intentan imitar la pronunciación del hombre de estas tierras que reclama que él es, en su país, quien mejor pronuncia el castellano. Es Loja, tierra de gente de piel blanca y corazón alegre, amiga de la reunión familiar, de la celebración comunitaria; inclinada a la confidencia y a la bienvenida generosa al extranjero; gente de impulsos amigables, proclive a la hospitalidad; abierta siempre a la tentación de saborear un “repe”, una cecina o un tamal; y propicia también a ofrecer al viajero un cálido “cantaclaro”, cuando este le viene a visitar.

Ahí se usan términos de curiosa procedencia y sentido poco conocido, algunos inclusive tomados del castellano antiguo, como biringo (desnudo), patojito (muchacho), pringarse (quemarse), buchar (cargar). Ahí se dice horitas, en lugar de ahorita; ahí se dice “las guaguas” cuando se refiere a las criaturas (sin siquiera importar su género). Ahí se dice “parar el tacho”, cuando se opta por calentar la cafetera. Ahí se conjuga el verbo “lograr” con el antiguo sentido de gozar y de disfrutar, además del común de conseguir, obtener o alcanzar. Pero, sobre todo, allí se pronuncian las elles sin esfuerzo, casi sin topar los dientes con la lengua, con una acción más delicada, que roza con una caricia tenue y sensual el paladar.

He caído, sin proponérmelo, en estas discretas reflexiones al meditar en la novedosa postura gubernamental de oponerse a los “fines de lucro” de algunas empresas e instituciones; acción esta que parecería que se trata hoy en día de cuestionar y aún de ridiculizar. Acaso no es, para obtener un lucro, que uno se esfuerza y trabaja? Acaso no está caracterizada por la intención de obtener una justa retribución, mucho de la actividad humana? Qué de malo tiene, entonces, esto de alcanzar un rédito; qué de perverso o pernicioso hay en propender a un objetivo pecuniario; qué de malo tiene esto de aprovechar de algo y “lograr”?

Por mi condición de viajero itinerante, cual sorprendido quijote que deambula por una global meseta castellana, he sido muchas veces testigo de los continuos viajes y desplazamientos de las ampulosas comitivas gubernamentales de turno, cuyos integrantes se oponen, como ahora, a ciertos fines empresariales de lucro; mas, se olvidan con frecuencia de lo mismo que exigen y predican, y se dedican con ávida fruición a la lamentable tarea de aprovecharse de las canonjías y privilegios que su transitoria posición genera. Cumplen su imprecisa misión intercalándola con visitas e invitaciones, sin otro objetivo que conjugar el verbo lograr; abusando así del aporte del mismo pueblo que les paga; de esa misma gente a quien dicen representar; de la que medran con sus recurrentes, costosos e improductivos viajes; en los que, no hacen otra cosa que aprovecharse de la situación con desaprensivo oportunismo; dedicándose a “lograr”…

Y, mientras quienes de este modo gozan y disfrutan, uno no deja de preguntarse: cuál es el beneficio que con esto consigue la patria; qué es lo que el país satisface con este continuo e impúdico “lograr”! Quién, de otra parte, impide y castiga este interminable paseo insólito y sin recato de las múltiples “comitivas”, que parecen ir por el mundo con la incierta etiqueta de una supuesta representación, pero sin el sustento beneficioso de su justificada necesidad?

En fin, estas son introspecciones a que obligan la llamadas revoluciones de este siglo, que sólo parecen auspiciar oscuros proyectos de una nueva clase de gente trasnochada que, con el confuso e inescrupuloso pretexto de la redención tan esperada, quiere que sus protegidos sean los únicos que gocen; porque parecería que son sólo ellos quienes tienen el exclusivo y lucrativo derecho a lograr…

Quizás no tengamos que esperar a que se hagan grandes “las guaguas”, para poder prescindir de los beneficiarios de la prebenda y de los costosos periplos oficiales. No vaya a ser que sus protagonistas nos dejen aún más esquilmados y convertidos en un país de “biringos”. Es “horitas” que hay que tomar conciencia y unirse para evitar que unos pocos nos “pringuen” y terminen “buchándose” con el erario público. Quizás podamos reivindicar el derecho, que como colectividad tenemos, de vivir en armonía y en paz. Es hora ya de intentar nuevos caminos de progreso y conseguir juntos que “logre” todo el país! Esto quizás parezca sólo un sueño, pero es más bien una meta alcanzable y una factible posibilidad!

Amsterdam, 25 de Septiembre de 2010


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