19 noviembre 2016

El cuento de Alí Babá

"Érase una vez un hermoso lugar de Persia donde vivía un próspero mercader de cuyo nombre no quiero acordarme. El hombre tenía dos hijos; el primogénito, bastante sedentario, ladino y ambicioso, respondía al nombre de Kasim y había decidido continuar con el oficio de su padre; el menor era esforzado, industrioso y soñador, prefería disfrutar del paisaje del bosque donde talaba troncos para venderlos más tarde como leña, obedecía al nombre de Alí Babá..."

Podemos inferir que esto del Babá era parte de un nombre compuesto ya que el hermano mayor nunca fue conocido como Kasim Babá. Dicho de otro modo, no sabemos, a ciencia cierta, cuál era el distintivo que los hermanos empleaban como apellido. Tampoco conocemos si esto de la segunda parte del nombre del menor tenía alguna relación con el término padre (papá en árabe se pronuncia babá) o si quizá hacía referencia  a una deliciosa pasta de berenjena que forma parte de la mesa en Oriente Medio y se conoce como "baba ganush".

El legendario cuento del menor de los hermanos se habría hecho famoso, desde hace unos tres siglos, cuando a alguien se le ocurrió incluirlo en una antología de historias breves que se tradujo y que respondían al sugestivo título de "Las mil y una noches". Desde entonces Alí Babá se convirtió en un personaje conocido por chicos de todas las edades en todo el mundo y ya nadie podía sostener que jamás había escuchado aquel "¡ábrete sésamo!" con que el cabecilla de una banda de ladrones hacía posible el ingreso a una disimulada caverna que guardaba el fabuloso tesoro de los malhechores.

Con el cuento de "Alí Babá y los 40 ladrones" sucede que el personaje que da nombre al cuento no es ni su héroe ni un villano. Alí Babá no es el líder de los rufianes y la verdadera heroína es una leal y suspicaz esclava identificada como Morgana. En pocas palabras, y aunque a muchos sorprenda, Alí Babá no es quien dirige a los malandrines y, por el contrario, es quien descubre la existencia de su escondite y advierte la existencia de aquel código sonoro que activa el mecanismo de apertura que permite la entrada al subrepticio escondrijo.

He recordado el fin de semana esta popular historia al escuchar lo que en los últimos días se ha comentado en referencia al escándalo que ha generado el conocimiento de probables casos de corrupción que involucrarían a funcionarios del actual régimen. Tal como están las cosas, y si se conoce que el actual gobierno disfrutó, en su administración, de ingresos equivalentes a la nada despreciable cantidad de trescientos mil millones de dólares, y si se calcula que entre sobornos, comisiones y sobreprecios pudieron repartirse valores cercanos a una referencia porcentual de alrededor de un trece por ciento, es inevitable inferir que el valor total del "lleve" (la cantidad aproximadamente distribuida) alcanzaría a la impúdica y poco imaginable suma de cuarenta mil millones de dólares (cuarenta billones en el sistema de conteo estadounidense)!

Esto equivaldría a reconocer que cuarenta individuos (sí, solo cuarenta) habrían acomodado en sus faltriqueras la obscena suma de un mil millones de dólares, cada uno; o, si optamos por un cálculo más moderado, que cuatrocientos "sólo" se llevaron la más modesta cantidad de cien millones de dólares. O, quién sabe, que tan solo cuatro mil desaprensivos maleantes decidieron "sacrificarse" con la minucia de diez millones...

Pensar que cuarenta mil millones se dice rápido, y que estos ladrones ni siquiera estuvieron obligados a decir ¡ábrete sésamo!... (medito en que el "baba ganoush" se elabora añadiendo pasta de "tahina" que no es sino otro ingrediente que se prepara con ajonjolí o, precisamente, sésamo). Cuarenta mil millones de dólares! Y pensar que pudieron haber sido tan solo cuarenta ladrones!

Es triste tener que conjeturar que la honestidad de los auto proclamados funcionarios "de las manos limpias" no ha pasado de ser sino un cuento. La corrupción, por el contrario, seguirá siendo el inefable "cuento de nunca acabar". El bienestar de los desposeídos, mientras tanto, solo habrá de quedar en espejismo y desilusión, en frustrante propuesta digna de ser enterrada con el consabido "colorín, colorado, esta historia ha terminado!"

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