13 enero 2017

De fístulas y abscesos

Lo mío me viene de mucho antes y, por lo que advierto, mucho tiene que ver con lo genético. Tiene que ser hereditario, pues de la dolencia siempre se hablaba en casa, como un rumor, cual si fuera una vergonzante condición. Ahí siempre estaba la palabra, un poco fea y pesada para pronunciar, alguien siempre había que padecía del malestar. Dada su naturaleza y, quién sabe, también de su ubicación, de ella nadie quería comentar, cuál si se tratase de algo nefando o secreto, de un estigma o de una maldición: almorranas!

Y claro, pudoroso como creo que siempre fui, no siempre pude hablar con espontaneidad de mis -un poco esporádicas y siempre fastidiosas- hemorroides; a las que, por algún atávico influjo idiomático, antes optaban por llamar con aquel nombre árabe que, digámoslo de una vez, más parece que suena a abracadabra. Y es que, aunque la molestia es algo vieja, tengo la sospecha de que tal vez, el diagnóstico nunca estuvo confirmado.

Primero, los síntomas siempre se presentaron como consecuencia de mis excesos, es decir cuando, por gula o por descuido, abusé de comidas demasiado condimentadas (cuándo no?); a eso había que añadir los efectos del calor y la humedad, los llamados estragos del clima. Por ello fue que en algún lugar alejado y tropical (del planeta, no de mi anatomía), descubrieron que padecía de una especie de reacción alérgica que en las mencionadas antípodas conocen con el peregrino nombre de Prostalgia Fugax.

Mas, sucede que no sólo me caracteriza aquello del pudor, soy además un contumaz introvertido; incluso para esto de las hemorroides: las mías están escondidas y son por ventaja incruentas, son internas. Quizá esto fue influjo de frecuentar otras civilizaciones, digo yo, porque tanto los ingleses como los orientales, con quienes traté en mi estadía en Asia, preferían no referirse a la maldición como hemorroides o almorranas, las conocían con un nombre un tanto cándido y eufemístico: "Piles". En este punto es oportuna una curiosa digresión: piles viene del inglés medieval “pilez”, tomado a su vez del latín medieval “pili”, que quizá ha dado origen a “pala” que quiere decir bola o pelota. Nótese que en italiano se traduce “palla” y en español bola...

Y a ellas me fui acostumbrando, a las hemorroides, una vez que ya fueron definitivamente diagnosticadas. Eran feítas pero mías, como un hijo desagraciado a quien no se quiere dar el apellido, pero que al final uno termina por aceptar que, aunque feo, es sangre de la propia sangre, feíto pero de uno mismo. Una pomadita aplicada en forma cotidiana solventaba el ocasional ardor, el resultado circunstancial de los desmanes del paladar, devoto como este suele ser de esa cofradía que vive convencida de que "lo lindo de la vida son los excesos".

Lo anterior sirve de testimonio y argumento para desbaratar aquella insidiosa teoría de que "por donde se peca se paga", pues no hay lugar más recóndito (no en distancia, cuanto sí en localización) que la región posterior para insinuar que esa zona ha de ser la que tenga que pagar los platos rotos, cargando con la culpa de lo que gozan distantes órganos ubicados en la cavidad bucal: como labios, glándulas gustativas, lengua, paladar y cualquier otro cercano o vecino orgánico implemento. Pues, como dicen en forma coloquial, "no es por ahí".

Así que aquí estoy, hospitalizado por culpa de las ya mentadas hemorroides, soportando las secuelas de una infección conocida como absceso o fístula anal (con perdón de la nota escatológica), a sabiendas de que la cirugía habrá de equivaler, para los mal pensados, a una pérdida irreversible del "invicto", consciente de que su impúdica difusión (hoy llaman socialización) ha de ser efectuada con lujo de detalles y, sobre todo, comentada con malsana picardía e indiscreta intención en las reputadas redes sociales...

Que digan lo que digan, y que pase lo que tenga que pasar. Sólo aspiro a que el alivio, el “postrero” y definitivo, no se haga esperar. Que el efecto de la cirugía no sea solo un efímero y fugaz paliativo, que el resultado cumpla con las expectativas del adolorido paciente. Sí, y que de una buena vez y para siempre, terminen mis problemas de "allá donde usted sabe", de "más abajo de la trifulca y el pupo", o de dónde otros llaman "la tierra de fuego" (nunca mejor dicho) o "el sur del continente".

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