01 enero 2017

Up, up and away

La canción se puso de moda poco tiempo antes de que viajara a Estados Unidos con el propósito de "aprender a volar". Aprender a conducir un avión, se entiende, porque lo otro, eso que quiso intentar un cándido y temerario personaje que hubo en la antigüedad y que respondía al nombre de Ícaro, aquello nunca aprendí; y, la verdad, ni siquiera lo quise intentar. La canción se llamaba "Up, up and away" e insinuaba lo hermoso de volar cada vez más alto, y más lejos, en un hermoso dirigible. Aprendí a volar, pero nunca, ni entonces ni en los años que siguieron, jamás tuve oportunidad de volar en globo aerostático.

Un día, veinte años más tarde, y mientras comandaba un vuelo entre México y Los Ángeles, la supervisora de la cabina de pasajeros, vino a comentarme que se encontraban a bordo los integrantes de un grupo que se había hecho famoso en los años sesenta, con canciones como Aquarius, Deja brillar el sol y, desde luego, Up, up and away, aquella la del "beautiful balloon". El líder del grupo no tardó en identificarse, vino al puente de mando y me consultó si sería posible que le autorizara a permanecer en nuestra cabina para poder presenciar la aproximación y el aterrizaje al aeropuerto californiano. Era afro-americano, como dicen ahora, se dedicaba a la fotografía y se llamaba Lamonte McLamore.

Terminado el vuelo me entregó su tarjeta de negocios y, en probable gesto de reciprocidad, invitó a la tripulación para que lo visitáramos en su casa -era una verdadera mansión- el día siguiente. Fuimos allá, efectivamente, Lamonte había preparado una pequeña recepción y nos atendía en forma amigable mientras hermosas modelos atendían a sus indicaciones para que él captara múltiples instantáneas con el capricho de su ávido lente. En su casa se exhibían los cinco discos de platino que había conseguido "La Quinta Dimensión".

He recordado la letra de la canción, que más tarde escuché en las voces de Diana Ross, Andy Williams y Nancy Sinatra, porque me he puesto a meditar en los vuelos de largas distancias que ahora toman casi veinte horas. De paso he de comentar que ese Up, up and away, no tiene en el castellano una exacta y literal traducción. Quizás podría interpretarse como Alto, más alto y más lejos, pero como digo no hay una idéntica significación.

Los viajes de mis primeros años de vuelo duraron por lo general sólo treinta minutos. Cuando estuve basado en Pastaza los vuelos típicos tenían esa duración, con destinos que se repetían frecuentemente: Macas, Sucúa, Curaray. Cuando, por algún inesperado motivo, "salía" un vuelo especial, la inopinada circunstancia tenía una duración que a duras penas excedía una hora. Vuelos a Tiputini, Putumayo o Puerto Asís dieron pábulo a la incierta ilusión y, quién sabe, acaso también para esa extraña sensación que alimenta la novelería.

Más tarde, ya en mis primeros vuelos internacionales, los vuelos de más larga duración no excedían las seis horas; acaso, y solo ocasionalmente, un vuelo de Guayaquil directo a Los Ángeles podía tomar siete horas de vuelo. Pero, por esos años realizábamos también vuelos de mantenimiento a Israel. Eran vuelos ocasionales, con escalas intermedias, que sólo en forma esporádica duraban más de ese tiempo de vuelo.

Años más tarde, cuando estuve basado en Asia, tuve oportunidad de efectuar muchos vuelos que llegaban a, y aun excedían, las doce horas de duración. Muchos de ellos fueron vuelos nocturnos, que los realizábamos con doble tripulación. En Korean Air se prefería que una primera tripulación efectuará el despegue y la primera parte, en tanto que una segunda tripulación tomaba la posta, efectuaba el segundo segmento y se encargaba del aterrizaje. En Singapore Airlines se aplicaba un método diferente: la tripulación "al mando" escogía una de las mitades, pero hacía tanto el despegue como el aterrizaje.

Mientras estuve en Singapore Airlines tuve oportunidad de escoger el Airbus 340-500, pero opté por el venerable Boeing 747-400, el popular Jumbo. Los vuelos que realizaban mis colegas, a Newark o a Los Ángeles, dependiendo del factor viento, tomaban hasta dieciocho horas de duración. En estos días, diferentes aerolíneas alrededor del mundo satisfacen rutas similares, como Delhi-San Francisco, Londres-Perth (Australia), Dubai- Auckland (Nueva Zelanda) o Dallas-Sidney, con servicios que rodean las diecisiete horas de vuelo.

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