30 mayo 2020

Lorenzo y Pepita

Ese día Agustín vino a “comunicarme” que había decidido irse a estudiar en una universidad cuyo nombre era para mi desconocido. “Se llama Louise and Clark”, me dijo; o eso, por lo menos, es lo que yo creí que le entendí. Me pareció, de principio, un nombre sacado de las tiras cómicas, algo así como Benitín y Eneas o Lorenzo y Pepita... Y creo que eso fue lo que le respondí. Le expresé mi desacuerdo y, tal vez, utilizando esa acre ironía que quienes me quieren dicen que a veces me caracteriza, le contesté que visto que el plan representaba una inversión bastante alta, para alguien como él, que siempre se había destacado como estudiante y que podía escoger mejores opciones, esta no parecía la más conveniente para su plan universitario.

Pasados los días me enteré que el primer nombre no era Louise (Luisa, en inglés), sino realmente Lewis. “Lewis and Clark”. El nombre me llevó a investigar y con ello aprendí dos cosas nuevas: primero, que así era como se le conocía a una de las escuelas mejor reputadas del Oeste de Estados Unidos; y, segundo, que ese nombre se había inspirado en una épica expedición que se efectuó a inicios del Siglo XIX y que fue encargada por el presidente Jefferson a dos brillantes jóvenes oficiales del ejército: el capitán Meriwether Lewis y el subteniente William Clark. Esta sería una expedición exploratoria, remontando el curso del río Missouri (principal afluente del Mississippi), con el afán de averiguar si existía una ruta que pudiera juntar los territorios recién comprados a Francia, con las costas del Pacífico, para poder mejorar la presencia estratégica en la flamante adquisición.

Poco antes, Estados Unidos había adquirido Luisiana, que entonces no tenía la extensión que hoy tiene el Estado de su nombre, sino que consistía en un territorio inconmensurable, equivalente a un treinta por ciento del territorio continental de ese país. Es conocido que el Missouri y el Mississippi son parte de uno de los sistemas hidrográficos más largos del mundo. Si medimos el recorrido total del Missouri, tiene una extensión de casi 2.500 millas o 4.000 kilómetros. Tomaría casi cuatro horas, seguir su curso en un jet comercial.

La compra se habría realizado en la increíble suma de quince millones de dólares, algo más de trecientos ($ 300) millones, en dólares actuales. Esta negociación duplicó el territorio original que había pertenecido hasta entonces a la nación americana. La inesperada aceptación francesa fue más sorprendente todavía, si se considera que el precio de venta, solo de Nueva Orleans, se había fijado inicialmente en diez millones de dólares...

Es interesante repasar los estados que cruza o bordea el Missouri - Mississippi (constituye, en la práctica, la frontera entre algunos de ellos): Montana, North y South Dakota, Iowa, Nebraska, Kansas, Missouri (que lo cruza), Illinois, Kentucky, Tenesse, Arkansas, Mississippi y Louisiana; estado, este último, donde el río desemboca en el Golfo de México, en medio de la alegre ciudad antes mencionada.

El viaje de exploración no solo se proponía conocer las características físicas de esos ignotos territorios; existía una intención geopolítica, toda una estrategia con miras a consolidar las nuevas fronteras. La expedición tomó alrededor de treinta meses y fue encargada a un grupo selecto, compuesto por alrededor de cuarenta personas. Una vez llegados a las cabeceras del río (las Montañas Rocosas), los exploradores continuaron hacia occidente y alcanzaron la costa pacífica del continente, surcando el río Columbia, hasta llegar a Portland.

Las tierras exploradas son en su mayoría enormes planicies en donde reinan los portentosos bisontes. A pesar de ello, habrían sido estos valientes expedicionarios los que dieron nombre al oso pardo que existe en Norteamérica. Dice la enciclopedia que Lewis y Clark lo habrían bautizado como “grisley”, que podría interpretarse de dos maneras: sea como “grizzly” (canoso, por el color de su pelo) o como “grisly” (feo, horrible o que inspira miedo), no por la condición de la pelambre sino por el aparente carácter del animal. En efecto la definición biológica del oso pardo es “Ursus arctos horribilis”, lo cual es una forma de pleonasmo o innecesaria redundancia. Esto, porque ursus quiere decir oso en latín; y arctos lo mismo, pero en griego. En cuanto a horribilis, no requiere traducción; significa espantoso o terrible.

En los años que volé en el Asia, iba con mucha frecuencia a Anchorage, en Alaska; las tripulaciones llegábamos casi invariablemente en el hotel Sheraton de esa ciudad. Había en el hall de entrada, una especie de urna de cristal; en esta suerte de diminuto museo, existían dos enormes osos árticos (la etimología de esta última palabra también está emparentada con norte y con oso): el uno era un oso polar de inmaculado color blanco, el otro era un grizzly, del color que queda indicado: pardo o marrón. Hoy mismo, no me animo a afirmar cuál lucía como más alto y cuál más feroz. Parados, medían probablemente algo más de dos metros y medio. ¡No me hubiera gustado encontrarme con ninguno de ellos en la vida real!

No parecían nada amigables. Definitivamente, no eran ni Lorenzo ni Pepita...

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