14 mayo 2021

Ecuatoriana “Airlines”

Siempre me pareció que aquello de suplantar identidad, apoderarse de derechos ajenos o tratar de utilizar privilegios que pertenecen a otros, no es sino una burda y artera forma de cometer plagio. En qué, sino en esto, se convierte una cínica maniobra destinada a obtener un beneficio del esfuerzo ajeno, como lo es la desaprensiva iniciativa de apoderarse del nombre de una empresa que marcó una época en la aeronáutica comercial ecuatoriana y fue símbolo de una oferta esforzada de servicio, gracias a una operación signada por el profesionalismo y un profundo celo por la seguridad aérea. Sí, porque Ecuatoriana de Aviación, empresa a la que tuve el orgullo de pertenecer, fue el epítome de la aerolínea seria que supo ganarse la confianza y la preferencia de sus pasajeros.

 

Más triste todavía, que la Autoridad Aeronáutica no haya pedido a quienes han optado por este camino nada merecido, y que han actuado en forma tan inelegante como indelicada, optar por un nombre alterno, reservando así el respetable nombre de la que fue línea aérea de bandera, para un emprendimiento mejor estructurado y más maduro, con una organización vigorosa, con la certeza y la garantía de que llevará el nombre del país con el honor, el celo y la pulcritud que este tipo de empeños lo demandan. Tomar, a manos lavadas, el esfuerzo anterior, para procurar rédito y ventajas de un nombre ajeno, es solo comparable a ejercer un oficio sin tener los certificados para hacerlo, sería como proclamar el alcance de una hazaña a sabiendas de que aquello no es verdadero.

 

Si bien a alguien se le pudo haber ocurrido bautizar a otro emprendimiento, en este caso una escuela de pilotaje, con el nombre de Ecuatoriana de Aviación, este es un asunto comprensible y, en todo caso, menos reprochable: allí utilizaron el mismo nombre para explotar otro tipo de actividad. Pero, lo propuesto sería idéntico al supuesto caso de un pequeño y modesto dispensario que se apoderara del nombre de un afamado hospital, el mismo que habría sufrido un incendio catastrófico o algún tipo de similar desgracia. Si el pretexto que quiere esgrimir la nueva empresa es que no se trata del mismo nombre, porque han añadido un “Airlines” al título comercial de Ecuatoriana, se nos antoja que esto no es suficiente: bien pudieron completar su distintivo con cualquier membrete diferente, pero nunca utilizando el respetable nombre de la querida aerolínea de bandera, Ecuatoriana de Aviación.

 

Dice el diccionario que plagiar no es únicamente “copiar en lo substancial obras ajenas para presentarlas como propias”, sino también “secuestrar a alguien para obtener un rescate por su libertad”; ambas ideas parecerían estar relacionadas. Hay plagio cuando se toma y usa con intención el corcel equivocado, pero también cuando se emboza el jinete aunque monte en caballo propio. Una y otra cosa son reprobables: tanto el secuestro como la intención de engañar a través de una vergonzosa suplantación de identidad. Si se trata de suplantar, esta acción se define como la de “ocupar con malas artes el lugar de otro, defraudándole el derecho, empleo o favor que disfrutaba”. Porque, ¿qué seguridad tenemos de que, pasado el tiempo, alguien mejor estructurado, no quiera rescatar la idea germinal de lo que fue la aerolínea y rehabilitar el nombre comercial de la inactiva Empresa Ecuatoriana de Aviación?

 

En lo personal, no me opongo a cualquier nuevo emprendimiento que quieran proponer o desarrollar, esta o cualquier otra iniciativa aeronáutica, en la medida de que se lo haga con responsabilidad, buscando un rédito honesto, propiciando un servicio conveniente y competitivo, y que sirva para ofrecer una nueva y –si es posible– mejor alternativa para los usuarios. Si es así, bienvenido sea. Todo tipo de esfuerzo destinado a dar un nuevo impulso a la aviación nacional merece ser promovido y apoyado. Pero ¿por qué apoderarse de un nombre cuyo prestigio se debió a un esfuerzo ajeno?, ¿por qué querer dar la impresión, de que se trata de recuperar la misma vieja empresa que un día tuvo que cerrar sus operaciones? ¿No es esto una lamentable forma de suplantar identidad?

 

Aquella otra Ecuatoriana de Aviación, nuestra querida Ecuatoriana, un día merecerá una nueva oportunidad, pero esa posibilidad deberá estar reservada para quien sepa estructurar un plan ordenado y sustentable, con el mejor equipo de vuelo y el personal mejor capacitado posible. Deberá ser una entidad que renueve su viejo lema, aquél de “el orgullo de lo nuestro”. En cuanto a “Bonita Banana Airlines” o “Aerolíneas Mickey Mouse”, o como quiera que le quieran llamar: ¡busquen otro nombre! Dejen que “los muertos entierren a sus muertos” y, sobre todo, hagan primero un esfuerzo para merecer el nombre que distinguió a una entidad aérea que supo llevar muy alto el nombre del Ecuador por el mundo, con enorme sentido de propósito, con orgullo y dignidad.


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