21 diciembre 2021

Cándidos y candidatos

Es probable que la primera palabra con la que reemplacé la voz ingenuo fue cándido, quizá sin caer en cuenta que cándido también (y sobre todo) quiere decir inocente. Esta reflexión viene a cuento de lo publicado en días pasados en “La palabra del día” de Ricardo Soca, que copio más abajo, donde se menciona la etimología de la palabra candidato, la misma que en forma curiosa viene de candidatus, personaje que no es quien se postula o propone para una función, dignidad o cargo, sino quien, para hacerlo en la antigua Roma, se vestía una túnica blanca (candida) para distinguirse como tal, queriendo demostrar con ello honradez y candor para ser considerado para la posición que, como aspirante que era, pretendía conseguir.

 

No deja de ser curioso que, con el paso del tiempo, las palabras puedan ir significando algo no solo diferente sino incluso contradictorio y hasta paradójico. Hoy en día lo que un candidato representa o trata de reflejar es cualquier cosa menos inocencia, ingenuidad o candor. De hecho, nadie espera tampoco que un candidato trasunte con su actitud que es un sabido o un sapo vivo, pues más bien aspira a ganarse la confianza de sus electores demostrando con sus entrevistas y presentaciones que es coherente y articulado;  asimismo, lo que trata es de vender una imagen de listo e inteligente, de ingenioso y perspicaz. No le iría bien si trataría de exhibir que es todo un paradigma del candor. Debe reflejar su integridad, pero transmitir sagacidad.

 

Son palabras parecidas, pero un candidato no puede, no deber ser un “candidote”…

 

Revisemos lo que dice “La palabra del día” en su página de elcastellano.org:

 

Candidato:

 

“Se denomina así a la persona que pretende alguna dignidad, honor o cargo. Con la extensión de la democracia desde la segunda mitad del siglo xviii, la palabra candidato es hoy harto conocida en toda la comunidad hispano hablante. No era así en el siglo XVIII, como permite comprobar el Diccionario de autoridades, que define: Es el que pretende y aspira o solicita conseguir alguna dignidad, cargo, o empleo público honorífico. Es voz puramente Latina y de rarísimo uso.

 

Candidato procede del latín candidatus, ‘el que viste de blanco’, derivado del verbo candere ‘ser blanco’, ‘brillar intensamente’, voz con la que se designaba en Roma a quienes se presentaban como aspirantes a cargos públicos. En el ritual político romano, los candidatos debían cambiar su habitual toga por una túnica blanca llamada candida con la que se exhibían públicamente para manifestar la pureza y la honradez esperables en los hombres públicos.

 

Candere procede de la raíz indoeuropea kand- o kend- ‘brillar’, de la cual provienen palabras tales como candelabro, candente, candela, cándido, incandescente, incendio, etcétera. Ningún derivado de candidus llegó hasta nosotros con significado directamente alusivo al color blanco, pero la blancura deslumbrante que la palabra latina candor expresaba en la lengua de los césares se mantuvo en el español candor, con el mismo sentido de ‘sinceridad, sencillez y pureza de ánimo’ de la palabra en latín. El  diccionario académico  menciona ‘suma blancura’ como acepción de candor, pero en la práctica se usa muy poco con esa denotación.

 

Las velas, candelas o cirios se llamaban candela en latín, en alusión al brillo que provenía del calor; de ahí la palabra candente, que en latín significaba ‘blanco o brillante como consecuencia del calor’, y la castellana incandescente”. Hasta aquí la referencia.

 

Volviendo a nuestro comentario, se dice que la mujer del César no solo debe ser honesta sino también parecerlo. Algo similar sucede con el hombre público: si es candidato, porque un día probará su entereza cuando llegue a convertirse en prominente funcionario; y, si ya lo es, porque debe mantener una imagen intachable de hombre probo, digno y honesto. En nuestros días nadie va a pedirle que vista una túnica blanca, como en la antigua Roma, pero debe ganarse la confianza de quienes dirige con un desempeño exento de procedimientos sinuosos o irregulares, con un accionar carente de añagazas y trafasías, dispuesto a actuar siempre con rectitud, ponderación y decencia, con absoluta entereza e integridad.

 

Sería un cándido quien crea que puede actuar con cinismo e hipocresía, y no con probidad.


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