03 diciembre 2021

Entre la ceguera y la arbitrariedad

Todo aquello parece la increíble y triste historia de una preferencia desleal… estuve tentado a intitular la entrada como “Elogio de la estupidez” (confiando en que a nadie se le hubiese ya ocurrido). Paso por ese lugar entre dos y cuatro veces diarias, y la verdad es que no lo había notado: el nuevo hotel, recién inaugurado y ubicado a solo cinco kilómetros del aeropuerto quiteño -no me lo van a creer-, no tiene acceso vehicular autorizado a la vía pública, ni de entrada ni de salida. No solo que no se les ha ocurrido facilitarle un medio de ingreso desde la vía de retorno del terminal aéreo (un corte en el parterre para evitar el ir a volver del redondel de la E35), sino que le han impedido, vía resolución, el tránsito hacia el colector. ¿Se intenta acaso favorecer al otro hotel que ya existe?

 

A ver si lo entiendo, porque para explicarlo, resultaría difícil: el hotel Holiday Inn, ubicado junto al Colector de Alpachaca, a un minuto de la Aduana (Tabacarcen) y cinco del terminal aéreo, no tiene autorización para disponer de una vía interna, tanto de ingreso como de egreso, para conectarse desde sus instalaciones con la vía pública. No solo eso, la orden llegó a sus constructores cuando ya habían terminado la obra muerta y, si no abortaron el proyecto, fue por que la inversión ya había sido demasiado alta, y esperaban la posibilidad de que la decisión pudiera revertirse. Quizá las autoridades no se fijaron a quién perjudicaban (quién sabe), el caso es que la decisión no tuvo ni tiene patas ni cabeza. Todo ello es para no creer, constituye un solemne despropósito; es verdaderamente para ser publicado por Ripley!

 

La verdad, ni yo mismo había caído en cuenta y fue de forma inopinada que un día lo advertí. Una mañana quise averiguar si disponían de algún plan especial de servicio de almuerzo; así que me detuve, y al ver que no se podía ingresar, utilicé una rampa ad-hoc que se ha construido para las busetas (el “shuttle bus”) del hotel. Entré entonces al edificio, solo para confirmar que el acceso vehicular estaba proscrito…

 

Soy un enamorado del turismo; aprecio ese apostolado de servicio que es la organización turística. El turismo es una de las industrias más sacrificadas, pero también más apasionantes que existen. Tenemos uno de los países más hermosos del Planeta, pero hay todavía mucho por hacer en Ecuador. El turismo es, además, una actividad incomprendida, de la que siempre se habla mucho, pero no se le sabe dar el respaldo y apoyo que se merece. Por todo ello, es incomprensible lo que vive este hotel; y me extraña más todavía, que el tema no haya trascendido, que aquello a nadie parezca importarle. ¿Cómo puede ser esto posible?

 

Quien quiera llegar desde el terminal al hotel por propios medios, debe salir del aeropuerto y conducir hasta el redondel de El espejo; luego, debe virar a la izquierda y avanzar por unos quinientos metros hacia El Quinche, entonces virar en U por unos cuatrocientos; luego debe tomar por derecha por cinco kilómetros, siguiendo una especie de ruta paralela al Colector de Alpachaca, hasta llegar al ingreso posterior del Holiday Inn. No hay otra alternativa, ni de entrada ni de salida. La única otra opción sería volverse desde El espejo y solicitar servicio de “valet parking” en la rampa utilizada por el referido servicio de “shuttle” del propio hotel.

 

Para quienes ansiamos el desarrollo turístico del sector, el escollo se nos antoja absurdo e inconveniente. Entendemos que la disposición apunta a un propósito de seguridad vial; sin embargo, esto bien pudiera gestionarse con señalización adecuada, medios de advertencia y conceptos de ingeniería debidamente aplicados. Nada que no pueda ser implementado. Parte del derecho a la propiedad, es poder utilizar el propio espacio, sus frentes e ingresos. Lo que existe, como probable ordenanza, es justamente lo contrario: un impedimento para este tipo de iniciativas, que no solo aportan a la comodidad del turista, sino que incluso apoyan el desarrollo comercial del propio aeropuerto. Un hotel es siempre un complemento, nunca una desventaja, peor un óbice o un obstáculo. No creo, tampoco, que se trate de una condición impuesta por los vecinos. La reflexión inevitable es la de que las entidades públicas están en la obligación de dar facilidades para asegurar el éxito de toda inversión de carácter turístico. Del mismo modo, deben promover la igualdad de oportunidades para los inversionistas.

 

Es importante apoyar los esfuerzos de la empresa privada; y comprender que medidas como la comentada solo entorpecen y restan estímulo para estos esfuerzos. En realidad ¿a quién molesta un paso directo entre el hotel y la vía, a quién perjudica? Siento que los verdaderos perjudicados son los usuarios del aeropuerto y, en el fondo, todos aquellos individuos que gastan su dinero para recompensar el esfuerzo de quienes hacen verdadero turismo. Aquello que se ha dispuesto, perjudica al turismo. Es inconveniente, y muy probablemente inconstitucional; no da otra opción al turista y no favorece al interés del propio aeropuerto.


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