17 diciembre 2021

"Let it be"…

Era el verano del 68. Como miembro del Movimiento Palestra, fui designado para viajar a Caracas como parte de un intercambio, diseñado para preparar a un grupo de muchachos que debían actuar como dirigentes juveniles. Me tocó en suerte repartir mi estadía en las residencias de tres de los dirigentes que habían venido a fundar el movimiento en Ecuador. Es curioso, sé que han pasado más de cincuenta años, pero hoy solo puedo recordar dos de sus nombres. Aquella fue una experiencia precoz y formidable: yo tenía a la sazón dieciséis años, pero el viaje fue, a la vez, un descubrimiento y una epifanía; exploré el país más pujante que había en esos años en América Latina y, sobre todo, me di cuenta que era hora de prepararme para la vida y de anticipar el resto de mi formación.

 

Uno de ellos se llamaba Juan Bautista; era alto, bondadoso y bien parecido, la suya era una familia de gente amigable y generosa; su padre era uno de los principales arquitectos del sistema subterráneo de transporte público que por aquellos años se estaba construyendo en Caracas. Me trataron en su casa como a un hijo. Quince años después, tan pronto como tuve los medios y la oportunidad, hice un viaje con mi familia para expresarles mi perenne gratitud, por la forma pródiga y gentil con que siempre me atendieron. Creo que aún conservo el libro de Ignace Lepp que me obsequió y dedicó su guapísima hermana mayor, a quien apodaban de Nenena. Juan Bautista era no solo un muchacho afable y servicial, era un consumado artista: cantaba, tocaba la guitarra, componía canciones y era un gran admirador del grupo que estaba de moda: los Beatles, o Escarabajos, de Liverpool.

 

Nos habían dado a compartir la misma habitación cuando me hospedé en su casa, de modo que fue inevitable estar expuesto a un tipo de música que poco a poco se me fue haciendo familiar. Por esos mismos días había salido el último “hit” de los populares melenudos, dicho éxito de ventas se conocía como “Hey, Jude”. Puedo confesar que hasta que tuve oportunidad de vivir en casa de los magnánimos Michelena, jamás se me había ocurrido poner atención a otra cosa que al ritmo y la melodía de las canciones de aquellos músicos británicos. Fue solo ahí, en casa de Juan Bautista, que fui valorando la letra y el mensaje de esas melodías que muchos creían que solo eran “música para bailar”. Más tarde habrían de hacerse muy populares otras tonadas como “Imagine” de John Lennon o “Let it be” de Paul McCartney.

 

“Let it be” no tiene una traducción complicada, si se lo hace literalmente. Puede interpretarse como “deja que ocurra”, “deja que suceda” o “deja que las cosas sigan su curso”; sin embargo, es como modismo, como frase adverbial o como expresión, que puede contener un enorme número de diversos significados, como: “no te preocupes”, “no le hagas caso” o “no le des importancia”; quizá un “no le pares bola” y hasta un “a ti qué te importa”. Todo, para incluso admitir uno que estuvo haciendo roncha hace pocos meses en la política ecuatoriana: aquél de “a mí qué ch(uros)”, forma un tanto prosaica e inelegante de comunicar lo mismo: “¡Let it be!”

 

Cuando me encuentro en momentos duros,

El recuerdo de Mary, mi madre, viene a mí,

Hablándome palabras de sabiduría,

No le pares bola (“Let it be”).

 

Y cuando la noche esté nublada,

Todavía hay una luz que brilla en mí,

Ella brilla hasta el nuevo amanecer,

Deja que lo haga (“Let it be”).

 

Claro que hay formas más poéticas de enunciar lo mismo, de espetar aquel “deja que ocurra”. Nuestros catálogos de adagios y refranes están llenos de expresiones o aforismos parecidos: “A palabras necias, oídos sordos”, “Los perros ladran, Sancho, señal es de que cabalgamos” (este último atribuido a Cervantes, aunque nunca lo pude localizar y menos confirmar). Todos llevan similar mensaje: no vale la pena hacer caso a quienes solo quieren inquietarnos o hacernos mal, a aquellos que nos quieren fastidiar o incordiar. No hay que olvidar que a la infamia y la calumnia hay que darles el mismo tratamiento que al agua que no moja: dejarla resbalar… Hoy quizá nos han de perseguir, y quizá hasta acosar, pero “a ti qué te importa” (“let it be”). A fin de cuentas, “muerto el perro, se acabó la rabia” (so, relax… “Let it be”).


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