16 diciembre 2022

Homicidas, matones y asesinos

Fue leyendo uno de esos seductores libros de Historia escritos por Isaac Asimov, que descubrí la etimología de “asesino”. Si no recuerdo mal, llamaron “asesinos” (“hashishin” en árabe) a los integrantes de una secta chiíta nizarí (liderados por un tal Nizar) que dio batalla a los turcos seléucidas (fines del siglo XI). Estos nizaríes se apoderaron de la fortaleza de Alamut, ubicada al norte de Irán (sur del mar Caspio). Los turcos seléucidas (o selyúcidas) eran sunitas y seguidores de Selyuq ibn Duqaq, mejor conocido como Selchuk, que dio nombre a esa dinastía (no confundirlo con Seléuco, sátrapa de Babilonia –uno de los generales que heredaron el Imperio de Alejandro Magno– fundador de una dinastía anterior y un distinto Imperio seléucida). Los nizaríes planificaban sus crímenes y se entrenaban para matar a personajes importantes; lo hacían con premeditación y alevosía. Escogían a quien “pasarle al papayo”.

 

Hay quienes piensan que estos asesinos actuaban estimulados con “hashish” (que significa hierba en árabe) pero es probable que se trate de una distorsión. El hachís es un estupefaciente obtenido de la resina de un tipo de cáñamo, pero lo más seguro es que el término se usó como una forma de insulto para identificar a esa secta ismaelita; parece que hacía referencia a su extracto social, cual si se tratase de una ralea de hampones zafios e ignorantes; así, resultaba una forma de etiquetarlos como una chusma marginada. Eran en la realidad sicarios que cometían crímenes como una versión medieval de otro oscuro personaje: el recordado Osama Bin Laden.

 

Recuerdo de cuando era niño, que solía tratarse de “marihuaneros”, en ciertos lugares de la costa, a los delincuentes proclives a asaltar a los viandantes con el fin de robarles su cartera; estos malhechores no habrían tenido remilgos en sacar un arma blanca no solo para amedrentar sino para herir mortalmente a sus víctimas; pero no era que fumaban marihuana... Algo similar pudo haber sucedido en el medioevo con esa masa de fanáticos ismaelitas.

 

Fuera lo que fuere, los nizaríes serían los precursores de esos criminales que hoy urden delitos, los planifican con astucia y los ejecutan con métodos nunca exentos de crueldad. Así, pasado el tiempo, la palabra asesino ha servido para definir una forma de homicidio con la que se arrebata la vida en forma intencional y premeditada, no por defensa propia ni por reacción automática, carente de intención. En cuanto a alevosía, esta no se trata de un gesto altanero o grosero, como parece; significa lo que se hace a traición, sobre seguro y con cautela.

 

Del mismo modo que la legislación varía, según se trate de homicidio o asesinato, también esta cambia de acuerdo a los países. Pudiera haber una diferencia muy tenue entre ambos conceptos: hay homicidios que se convierten en asesinatos en función de los agravantes que pudieran presentarse, como planificación previa, grado de maldad o ensañamiento; si existió amenaza o remuneración, etc. Todo se compendia en que el asesinato siempre implica premeditación y alevosía. Si dos personas participan de una reyerta y una resulta victimada, la tragedia puede ser considerada como un homicidio, ya que el hecho pudo suceder como consecuencia del estado de exaltación y no como algo premeditado. De igual modo, si alguien está manejando y mata por imprudencia, comete un homicidio, pero no necesariamente un asesinato. Así, todo asesinato es un homicidio pero no todo homicidio constituye asesinato.

 

De acuerdo con estudios conducidos por una prestigiosa institución inglesa, mueren en el mundo 150.000 personas por día. Una tercera parte (cerca de 50.000) fallecen debido a enfermedades coronarias. Se estima que otras 25.000 mueren de cáncer y 12.000 por causa de afecciones de carácter respiratorio. Pero existe, además, algo sorprendente: cada día se quitan su propia vida alrededor de 2.200 personas, es decir el doble del número de víctimas producido por homicidios (sin discriminar si son o no asesinatos). Esto quiere decir que anualmente se suicidan alrededor de 800.000 personas, dos veces más que quienes mueren en circunstancias asociadas con la intervención ajena, sea o no de carácter intencional. Hay, pues, mucho que todavía pudiera hacer la sociedad en este sentido.


Share/Bookmark

No hay comentarios.:

Publicar un comentario