05 mayo 2023

Inteligencia Artificial y ChatGPT

Estábamos tomando un café en Jürgen cuando lo mencionó; era la primera vez que escuchaba la palabra, el tal ChatGPT, una aplicación basada en “inteligencia artificial”, un programa cibernético capaz de crear documentos, elaborar ensayos, cartas de excusa, declaraciones de amor y un largo etcétera; todo es cuestión de darle a un invisible personaje los elementos necesarios cuál si fuera un mágico escribano o un genial cagatintas.

 

“Puede escribir ‘virtualmente’ todo”, me dijo mi hermano Luis, asegurándose de que captaba el doble sentido de aquel 'virtualmente'. Al instante paré mis antenas; me había dado cuenta de que algo de inauténtico había en todo aquello: plagiar no es solo apropiarse de algo ajeno, ideado o hecho por otros; es también reclamar como propio algo que uno no ha hecho. La palabra plagio en un principio expresó asuntos distintos a los que hoy significa. El DLE menciona que plagio viene “del latín tardío plagium, la 'acción de robar esclavos', o 'comprar o vender como esclavos a personas libres', y este del griego πλάγιος plágios, que quiere decir oblicuo, trapacero, engañoso”.

 

Reflexiono en lo irresponsable que podría ser dejar en manos de una simple aplicación lo que uno quisiera relatar, comentar o referir. De pronto me pareció que con todo esto de la  Inteligencia Artificial (IA) o del Transformador Generativo Pre-entrenado (GPT, por sus siglas en inglés) nos estaríamos exponiendo a escritos basados en información sin firma de responsabilidad o exentos de creación propia y de autenticidad; o expuestos a trabajos que no fueran propiedad intelectual de quienes pudieran reclamar el haberlos efectuado.

 

Dice el internet respecto a ChatGPT, que “como estudiante vas a poder pedirle una redacción de 1000 palabras sobre un tema concreto, y la IA te la generará antes de que hayas tenido tiempo de abrir Google para buscar el primer concepto. Sin embargo, como modelo, es posible que cometa errores, por lo que lo que escribe tampoco hay que tomárselo como exacto”... En suma, una invitación a la molicie y a la irresponsabilidad, diría yo. Un acta de defunción para la actividad creadora, un método disuasorio para la verdadera iniciativa.

 

Dos días después de mi charla, me enteré por AeroTime de un vuelo entre San Juan y Tampa, en un Boeing 737, en el que los dos pilotos se habrían incapacitado y un pasajero habría tomado el mando y aterrizado “normalmenteel avión gracias a la aplicación: “John Williams, de 45 años, que viajaba con su familia entró en la cabina y tomó el control del avión, que volaba al garete, con la ayuda de ChatGPT en su teléfono”. Saqué la aplicación y grité: 'dime cómo volar un avión', ha comentado Williams en el informe. La aplicación comenzó a explicar qué perilla girar y qué palanca tirar y demás. ¡Y ahí me tienes, empecé a pilotear el maldito avión!, relata la conocida publicación.

 

Aquí lo realmente triste es el desdén, si no el desprecio, que la gente ignorante en estos temas cree tener del profesionalismo en la aviación. Lo que sigue es el criterio de un pasajero que expresa ese convencimiento: ¿Cómo diablos todavía permiten que los humanos vuelen los aviones? Es peligroso e irresponsable. ¡Pongan a la IA a cargo de volar AHORA!… Debe haberlo dicho en broma; de otro modo, no cabe duda que la ignorancia es de veras atrevida.

 

La verdad es que es casi imposible, incluso para un piloto experimentado, y bien entrenado, tomar el control de un avión con el que no se encuentra familiarizado si, además, no conoce sus sistemas y procedimientos. Para volar un avión con confianza y total seguridad los pilotos necesitamos efectuar, cada vez, un nuevo y riguroso entrenamiento que no dura menos de cuatro semanas. No solo cuenta su conocimiento y operación; existe una serie de procedimientos y protocolos con los que el aviador debe estar familiarizado. Asuntos tan esenciales como calcular la velocidad necesaria para poder aterrizar el avión con seguridad, y evitar que este caiga en pérdida de sustentación; no es algo que se pueda calcular a ojo de buen cubero y luego esperar ingenuamente a que todo salga bien…

 

La aviación ni siquiera ha superado el dilema de la redundancia en las aeronaves comerciales, la apuesta a poner un solo piloto controlando la operación de la aeronave. Si esto alguna vez llega a aprobarse, su consecuencia pudiera resultar en un episodio catastrófico, representaría la absurda posibilidad de que se presente un accidente masivo, tan solo por el deseo avaricioso de las aerolíneas de “no gastar de gana unos pocos dólares más” al mantener un piloto adicional. Me parecería estúpido planificar la aviación futura con criterio tan insulso; y más estúpido todavía que haya gente que quiera preferir esa terrible posibilidad. ¡Sería incomprensible, a más de suicida y criminal!


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