02 mayo 2023

Una filosofía del deporte

Él es enorme, mide dos metros y trece centímetros (2,13 mts); pero también –por sus logros y por cómo gravita su presencia en el funcionamiento de su equipo– es un enorme deportista. Giannis, que es griego y así se llama, lleva un apellido impronunciable y tan largo que hace que, quienes fabrican sus camisetas deportivas y deben insertar ese apellido en ellas, se vean obligados a englobarlo en una curiosa medialuna para que se lo lea completo. Su equipo, impulsado por sus raras habilidades (gran versatilidad y portentosa eficacia bajo el tablero) ya fue en el 2019 campeón de la NBA, la Asociación Nacional de Básquet de los Estados Unidos. Sus padres son oriundos de Nigeria, son griegos naturalizados. Llevan Antetokounmpo por apellido.

 

Juega para los Milwaukee Bucks y desempeña las posiciones de pívot y alero. Este año los Bucks tuvieron también un destacado desempeño en la temporada regular, se clasificaron como primeros de grupo en la serie que les tocó competir. De acuerdo con el sistema acostumbrado, debían entrar a un sistema piramidal de desempate final (“playoffs”) y empezar jugando con el equipo posicionado como octavo (el último clasificado) que, en esta ocasión, era el de los Miami Heat. Lejos de todas las expectativas y en contra de todo lógico vaticinio o pronóstico, los Bucks de Antetokounmpo sufrieron una dramática y prematura eliminación en la serie de –mejor de siete– partidos que debían enfrentar. Sin duda un resultado inesperado y, para ellos, catastrófico.

 

Ya en la inevitable rueda de prensa posterior al último partido, Giannis, verdadero emblema de su equipo, fue acosado por la prensa deportiva. ¿Cómo era posible que tal desastre hubiese sucedido? Era imperdonable, los Bucks eran los favoritos, y habían desperdiciado, en forma incomprensible, su ventaja en los dos últimos partidos; se suponía que estaban en la “obligación” de continuar y subir… Así, acicalado con un jumper anaranjado que hacía juego con un fondo azul-celeste de la pared a sus espaldas, el griego se enfrentó a la inquina virulenta de la prensa, esa a menudo morbosa e invasiva inquisición. “Después de haber realizado una temporada tan auspiciosa, ¿consideras esta eliminación como un fracaso?”, un invisible reportero, insistente, le preguntó.

 

Visiblemente fastidiado, Antetokounmpo se tomó la cabeza y, mientras todos esperaban su respuesta ante tan incómoda pregunta, prefirió primero contar hasta diez (tal vez hasta veinte). “¿Por qué me haces esa pregunta?”, el griego le espetó. “El año pasado ya me hiciste la misma pregunta y creo que es una pregunta equivocada”. “Dime: ¿a ti te aumentan de sueldo todos los años? Y si no lo consigues ¿eso es un “fracaso”? ¿No cuenta todo lo demás que hiciste o conseguiste? ¿Dónde quedó la casa que compraste para tu familia, la educación que pagaste para tus hijos, las vacaciones que disfrutaron juntos? ¿Fue todo aquello “un fracaso” solo porque no te subieron el sueldo también ese año?”, creí entender… “Michael Jordan jugó quince años –dijo– y ganó sus campeonatos “solo” en seis años, ¿los demás años no cuentan, fueron “un fracaso”?. “Creo que haces la pregunta equivocada”, repitió.

 

Pasando por alto el evidente malestar del basquetbolista por tan frustrante como desilusonante derrota, me pareció que no solo replicó con una respuesta desacostumbrada, sino que desnudó una realidad de lo que año tras año sucede con las “hinchadas”, con el fervor que con sus equipos van alimentando los aficionados al deporte, que piensan que siempre están en “la obligación ineludible de ganar”. Parece que nunca cuentan con que hay treinta equipos que pierden y que solo hay –que solo puede haber– un ganador, que solo hay un “único” triunfador.

 

No es que Antetokounmpo piense que como ya ganó una vez el campeonato, ya no está obligado a hacer nuevos esfuerzos para volverlo a conseguir. No, lo que dijo, o quiso decir, fue que así mismo es el deporte, que en él –al igual que como pasa en la vida– a veces se gana y a veces se pierde, que uno debe estar preparado para ambas cosas: para perder y para triunfar. Que las derrotas hay que saber tomarlas como un peldaño, como un escabel, para volver con más ímpetu, con más ganas y con más experiencia el año siguiente. Que las debacles frustran y desilusionan, que las pérdidas duelen, pero que nunca deben ser consideradas como un desastre ni un fracaso. Uno no debería contar con que siempre va a ganar; sería una absurda pretensión… Debería estar preparado para a veces no ganar.

 

Giannis parece un tipo modesto; tan solo tiene 28 años. Pertenece a una familia de cinco hermanos varones: cuatro de ellos son basquetbolistas y, de estos cuatro, tres juegan en diferentes equipos de Estados Unidos. Ahí creen que quienes ganan han ganado la serie mundial" y que son “the World champions”, los “campeones del Mundo”…


Share/Bookmark

No hay comentarios.:

Publicar un comentario