30 mayo 2023

Chullas y bandidos

Éramos niños (hoy, que ya no nos distingue la inocencia pero sí el candor, parece que lo seguimos siendo). Soñábamos con que llegara el viernes; y, más precisamente, el viernes tarde. Era cuando los hermanos habían inventado un sucedáneo para el tedio y la rutina: ¡era el matiné en el salón de actos!. No recuerdo si había un importe, si teníamos que pagar por ello; a veces me parece que fue obligatorio, aunque quizá esa supuesta “obligación” alguna vez la usé como pretexto… No garantizo tampoco que esa forzada asistencia hubiese sido gratuita: es probable que hubiésemos tenido que utilizar las multicolores “notas”, si es que estas para el efecto nos daban “crédito”. Aquellos minúsculos cartoncitos avalaron esas precoces transacciones; fueron nuestras primeras tarjetas de crédito.

 

El cine pudo no haber sido mandatorio pero, si fue facultativo, la alternativa era adelantar las tareas que debíamos llevar a casa para el fin de semana, mientras permanecíamos en las aulas y se distraían los favorecidos compañeros; de modo que, muy probablemente, tampoco “hubo quórum” para aquello. Además, el cine empezaba a eso de las dos de la tarde, con lo cual, antes de que dieran las cuatro, los asistentes ya podían salir para sus casas o quedarse jugando “a la pelota” en el colegio. Suponía un “mini asueto”. Hoy que lo pienso, había en todo ello algo discriminatorio pues columbro que no todos los alumnos habrían estado en condición de poder sufragar el elusivo boleto…

 

No siempre las películas eran frescas (nuevas). Con el argumento de que alguna película se tenía que repetir “por pedido de la hinchada”, hubo cintas que con cierta exageración (y notoria ausencia de escrúpulo) se repitieron. Vi por lo menos tres veces La montaña siniestra (solo para comprobar con desilusión, cada vez que terminaba, que su desenlace seguía siendo siempre el mismo)… Repetí también, y por similar número de veces, una película llamada El monstruo de la laguna negra, solo para aprender desde muy temprano el horrible significado que en las noches puede tener la palabra insomnio. Pero los "largometrajes" que más recuerdo, porque fueron posiblemente los que más tuve que repetir, fueron unos que entonces llamábamos “de chullas y bandidos”, fueron las películas del Oeste.

 

Ah, pero aclaro: ninguna, ni siquiera alguna cinta del inolvidable Cantinflas, fue presentada a color; todas se exhibían en blanco y negro. Las de chullas pasarían a ser nuestras preferidas (vinieron poco antes de las de James Bond) y, aunque también repetidas, tenían guiones predecibles pero entretenidos. No olvido algunos nombres como Durango kid, Hopalong Cassidy o Roy Rogers, en ellas el héroe era invariablemente el sheriff o un forastero, en esas tramas no podían faltar ni las cantinas ni los corceles, ni aquellas raudas diligencias que, de la misma e inalterable forma, estaban sujetas al avaricioso ataque de los bandidos. Ya por esos años se nos hizo familiar la apostura lenta pero garbosa de un “chullita” justiciero; era feo (pues los chullas debían ser guapos y valientes) y se llamaba John Wayne.

 

Imagino que fueron esas cintas las que convirtieron los hombres a caballo en sinónimo del ideal masculino, las que fueron predecesoras de los entretenidos, y un poco exagerados, espagueti westerns que, a fe mía, fueron cintas donde reinaba la fantasía y donde los excesos llegaban al ridículo. Entre las que recuerdo constan Un puñado de dólares, Por unos dólares más y aquella otra que se terminaría convirtiendo en su emblemático epítome: El bueno, el malo y el feo, película memorable por su música y por la caracterización de Clint Eastwood en uno de los papeles principales. Luego vendría una versión que incluyó tomas condimentadas de sexualidad, fue la secuela de las películas de un tal Trinity. Todas estas producciones se filmaron en Europa y fueron dirigidas por italianos.

 

Esa fue, en cierta manera, la curiosa metamorfosis de las películas de vaqueros, que nosotros preferíamos llamar de chullas y bandidos. Eso de “chulla” pudiera tener una etimología incierta. En partes del Ecuador se refiere a alguien que adopta una apariencia de lo que realmente no es, con el objeto de impresionar y ganar el favor ajeno; puede ser también alguien que se presenta como generoso, vengador y valiente; en todo caso significaría “singular” (como en: zapato chulla). En estos mismos días, todos nuestros países sufren una inédita e inusitada inseguridad pública; campea la violencia, el asalto y el latrocinio; las calles están repletas de maleantes, facinerosos, sicarios y vulgares asesinos. Si se mira rápido, se podrá culpar a falta de gestión o de control por parte de las autoridades, pero hasta los jueces parecen estar comprados (si no amenazados) por malhechores o granujas desaprensivos. Es una situación muy grave, peor que si se tratase de un guion de película. Aunque hay muy pocos chullas: abundan los bandidos.


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