26 mayo 2023

Hábitos negros y sayales blancos

Si uno hojea Los miserables, la obra de Víctor Hugo, y llega al libro Sexto de la Segunda Parte, no puede sino admirar la exuberante imaginación del formidable escritor francés, a la par que advierte su vehemente animadversión hacia las comunidades religiosas, instituciones que nacieron y se desarrollaron en la Edad Media. Para tener claro cómo surgieron esas órdenes y cómo fue el proceso de su organización y auge (o deterioro) sería necesario revisar ciertos nombres relacionados con las abadías como Benedicto, Cister o Cluny, e identificar su motivación y a sus fundadores.

 

Desde antes del medievo ya habían existido monjes, en especial fueron ermitaños que procuraban imitar la vida contemplativa de Jesucristo. Tan temprano como en el Siglo III, monjes de la talla de un Pablo de Tebas o de Antonio Abad habrían llevado una vida retirada y ascética pero sin normas establecidas ni reunidos en esos lugares comunitarios que luego serían llamados monasterios. Intuyo que quizá por eso, por el recuerdo de este último apellido, luego se conocería como “abad” al encargado de la administración y espiritualidad de esos lugares. Más tarde, esto es a comienzos del Siglo VI, sería Benedetto o Benedicto (o Benito) de Nursia, quien habría fundado una docena de monasterios con normas estandarizadas, aunque siempre definidas y muy estrictas.

 

Benito crearía el concepto inicial del monasterio, tanto en sus aspectos físicos, como en lo relacionado con las normas que conformarían la “Regla benedictina”. Esta establecía los votos obligatorios, las horas de oración, las costumbres y otras formas de convivencia. El lema esencial era Ora et Labora (“Reza y Trabaja”). Al principio las abadías estuvieron ubicadas al oriente de Roma, en un sitio llamado Subiaco (o como Montecasino, situada en el camino a Nápoles). Cuatro siglos más tarde se construirían otras abadías en Francia (Borgoña), y se fundaría el monasterio de Cluny, adoptando (y luego “adaptando”) las reglas para la formación de los nuevos monjes.

 

Cluny fue fundada a principios del Siglo X; tuvo gran protagonismo para la instauración de la llamada Reforma Gregoriana que estableció una clara división entre el poder temporal del Sacro Imperio y el poder espiritual de la Iglesia. La liturgia fue unificada con el rito romano y el canto gregoriano se llegó a constituir en la expresión cultural más destacada de la Iglesia. Entonces, los monjes cluniacenses, siguiendo la tradición, utilizaban hábitos negros.

 

Pasado el tiempo, las costumbres de Cluny fueron perdiendo su rigor original. Varios priores o abades cluniacenses serían más tarde designados papas; así, el poder acumulado pudo haber contribuido a la decadencia de la Orden. Surgiría entonces una reacción renovadora que se propuso recuperar las normas iniciales, reinstaurar el celibato e imponer en forma obligatoria la Regla Benedictina. Esto sucedía hacia fines del siglo XI en un lugar conocido como San Nicolás de Citeaux, ubicado al sur de Dijón, en la abadía del Cister (de Cisternum, nombre original de Citaeux en latín). Su gran promotor sería Bernardo de Claraval (siglo XII). Para distinguirse de los religiosos de Cluny, los cistercienses usarían sayales blancos; por este motivo luego fueron conocidos como los monjes blancos”.

 

La Iglesia no solo contaba con monasterios; estos estaban ubicados fuera de los centros poblados; en las ciudades existían conventos que eran habitados por frailes. Estos podían o no estar ordenados como sacerdotes. A partir del siglo XIII, debido a las exigencias espirituales y a las necesidades de la docencia, se crearía una gran variedad de nuevas comunidades que fueron incorporando su esfuerzo a las tareas y actividades de las congregaciones iniciales. Sus reglas fueron similares y se mantuvieron los votos exigidos. De esta forma surgieron nuevas ordenes que, con la debida licencia, aportaron su contingente. Entre ellas merecen destacarse las siguientes:

 

Franciscanos (varias órdenes fundadas por Francisco de Asís a inicios del siglo XIII): pusieron énfasis en la pobreza y la caridad, hoy llevan un hábito marrón que se lo ajustan con un cinturón de tres (o cinco) nudos. Dominicos, fueron llamados Orden de los Predicadores; su lema es “Alabar, bendecir y predicar”; es una orden fundada por Domingo de Guzmán en Toulouse en 1216; sus miembros dan especial atención a la teología; tuvieron a cargo la Inquisición; se destacaron entre ellos Tomás de Aquino y Alberto Magno; usan un hábito blanco con capa de color negro. Agustinos: inspirados en Agustín de Hipona; es una orden establecida en 1243, utilizan una sotana negra con capucha. Mercedarios: orden fundada en 1218 por Pedro Nolasco, se propuso en inicio atender la redención de los cautivos (perseguidos por los musulmanes); sus miembros usan un sayal blanco. Jesuitas: orden fundada en 1534 por Ignacio de Loyola: estos usan sotana negra, son misioneros y educadores; se especializan en filosofía y teología.


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