23 julio 2024

Dos verbos… y algo más

Subí a efectuar una gestión en Quito el otro día; y, ya cuando tomaba el túnel y regresaba, se me ocurrió desviarme a Cumbayá para ir a visitar a un viejo amigo que cumplía años. Él no es lo que se llama “un amigo de toda la vida”, pero es uno de mis buenos amigos, uno de los más queridos, y es mi compadre. Puede decirse que le caí de sorpresa. Fue entonces, cuando llegaron sus hijos y nietos a celebrarle, que de golpe caí en cuenta que cumplía ochenta, un guarismo de veras memorable. Pronto advertí que se había preparado una fiesta familiar y no quise pecar de entrometido. Para cuando se fueron los mariachis y llegó un cantante contratado, me pareció que ya habían preparado la mesa y que lo discreto era optar por retirarse…

Pero… no me pude despedir. A pedido del homenajeado y de su familia tuve que acceder y quedarme. No tengo una envidiable “buena voz”; mas, cuando se requiere, puedo recordar un par de letras y ser parte del “elenco”. El amenizador había preparado un amplio menú de canciones (al gusto y preferencia del dueño de casa) y, aunque su tono era difícil de seguir, tocaba bien la guitarra, hacía gala de un buen conocimiento musical y le favorecía su buena memoria. Hubo un momento en que me animé a hacerle la segunda y, casi sin darme cuenta, poco a poco estaba entonando unas canciones en solitario... Cuando terminé de cantar una tonada lojana llamada ‘A tajitos de caña’, me permití explicar cómo interpretaba el sentido de su letra.

 

No estoy seguro del enfoque que quiso darle Hernán Sotomayor a su canción. Pero como hay quienes creen que el título es Atajitos (con o sin hache, como con exceso de democracia se abstiene de prescribir la Academia), yo insisto en que para que la tonada cobre sentido debe decir A-tajitos, pues nada aportan al significado ni los atajos (senderos o caminitos) ni los hatajos (pequeños hatos o montoncitos). Prefiero hablar de tajos o tajitos, que equivale a decir por gajos o pequeños trocitos. Pues así es como entiendo que se va alimentando y haciendo crecer el amor: poco a poquito…

 

El verbo tajar (del latín taleare, cortar ramas, talar), significa dividir, partir o rajar. De él deriva –siguiendo su etimología– un verbo parecido: atajar (con el sentido de cortar, abreviar, atrapar o interceptar); se compone del prefijo verbal a- unido al primer verbo señalado. Un atajo es una senda, una trocha que abrevia el camino. Un ‘hatajo’, mientras tanto, es más bien un grupo de personas o cosas; o, también, una porción de algo (adicionalmente, un hato o grupo pequeño de ganado). Sorprende que sea la Academia, que en teoría “limpia, fija y da esplendor”, la que consienta que pueda escribirse una palabra de dos formas distintas, como ya sucede con vocablos como armonía y harmonía; arpa y harpa; u otros ejemplos…

 

Por otra parte, existe un verbo de curiosa etimología; literalmente significa poner una red alrededor de algo: me refiero a involucrar. Recuerdo haberlo utilizado en un par de reuniones en una de las empresas para la que antes trabajé. Entonces lo utilicé con el sentido de incorporar o incluir varios elementos en un determinad asunto (diversos aspectos o esfuerzos, por ejemplo). No faltó quien, sin necesariamente cuestionarme, me insinuara que dicho verbo tenía un carácter más bien jurídico o penal… Apuntó que pudiera estarlo utilizando con un sentido inapropiado; y que, aunque involucrar significaba abarcar o incluir, tendría un sentido más emparentado con implicar, comprometer o enredar. El funcionario “involucrado”, quién sabe por qué razón o motivo, me sugería no utilizarlo con excesiva discrecionalidad (?).

 

Involucrar es un verbo que viene de involucrum (envoltorio) y se forma con la raíz latina volvere (volver o hacer rodar); comparte raíz con otros términos, como revolver, valva, vulva, voluta, revuelta, revolución; y, obviamente con envolver (o implicar)… También se lo asocia con una raíz indoeuropea, una que los filólogos conocen como *wel-2 (que tiene el significado de enrollar).

 

Otros verbos que han merecido el endeble y confuso desdén de la Academia son los siempre parecidos develar (quitar el velo o descubrir) y desvelar (verbo intransitivo que significa perder el sueño, quedarse despierto, no poder dormir). El primero está relacionado con vela, ese artilugio que aclara, descubre, revela, da luz; y, el segundo, que asimismo se relaciona con lo ya expresado y que no es precisamente lo contrario de velar, como ya he “aclarado”. La entidad académica, sin embargo, prefiere tenernos confundidos y “en ascuas” (es decir sobre brasas o rescoldos), eufemismo que quiere decir “en un estado de sorpresa, alarma, angustia, susto o conmoción”; o, lo que es lo mismo: en un estado de inconveniente “sobresalto”…


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