26 julio 2024

La selección, una esperanza

Escribo esta nota, tres días después del extraño albur ocurrido en el partido jugado con Argentina. ¿Quién en su sano juicio podría llamar a ese injusto resultado como derrota, y menos aún como fracaso? Para cuando esta entrada se publique, ya se conocerá quien es el nuevo campeón de América. Pero anticipo que sería injusto que un equipo flojo como el que tuvo el favor de los dioses, y cuyos voceros y periodistas no tuvieron la humildad (¿no es ese el nombre con el que a veces se disfraza la decencia?) de reconocer que fueron arrollados por nuestro equipo, llegue a repetir su ansiado título en este torneo internacional.

Sé bien que el que gana es el que hace los goles. Sé también que no siempre el que mejor juega es el que sale vencedor. No voy a caer en el viejo paradigma. Pero creo que, lejos de estar tristes, debemos estar muy satisfechos y orgullosos de estar representados deportivamente por un elenco tan joven, y lleno de méritos y cualidades. Casi todo el combinado nacional juega en equipos del exterior; casi todos sus integrantes son titulares en famosos y reputados equipos extranjeros (algunos en equipos europeos); y muchos están caracterizados por algo todavía mejor: ya tienen experiencia sin embargo de solo tener entre 17 y 25 años.

 

Mirando por el retrovisor, estoy persuadido de que nadie le pasó por encima, de manera tan contundente, al confundido equipo argentino como, en ese inolvidable 4 de julio, lo hizo nuestra prometedora selección ecuatoriana. Ese día, conocido en otro país de América como “Día de la Independencia”, fue también día de la independencia para nuestro joven pero batallador conjunto. Ecuador rompió las cadenas de sus atávicos complejos, y le puso en apuros a un sumiso, acorralado y dizque “favorito” equipo del Río de la Plata. No, nadie dice que Ecuador ganó. Estuvo ahí solo para dar una lección, de fútbol y de humildad.

 

Es horrible la arrogancia. Nada hay tan feo como el engreimiento y la presunción; pero esa misma arrogancia es cien veces más fea cuando quien gana sufriendo y con las uñas, no reconoce los méritos de su adversario y quiere proclamarse de todas maneras como “el mejor” (¿por qué será que resulta todo un oxímoron que ese “mejor” sea “el peor, el más subjetivo y circunstancial de los adjetivos”?). Pero… ¿para qué llover sobre mojado?, dejemos para los entendidos los comentarios. Veamos lo que expresó la prensa internacional…

 

Andrés Burgo (El País de España): En una noche inesperadamente dramática en Houston, Ecuador tuvo en “match point” a la Argentina y, por qué no, a la Copa América”. O, también:Ecuador jugó mejor y, aunque el fútbol no se mide por merecimientos, ningún dios de la justicia se habría opuesto a su clasificación. Argentina ‘sobrevivió’ en los penales”. Y después: “Ecuador le hizo pasar mal, muy mal a la Argentina, su equipo ganó, salvo en el resultado; o, hacía rato que la campeona del mundo no sufría tanto: el joven mediocampo del equipo ecuatoriano le cortó la pelota a una irreconocible Argentina”. Y finalmente: en el minuto 90, llegó el cabezazo de Rodríguez para el 1-1 tan agónico como merecido. Y de inmediato, con Argentina groggy, Caicedo tuvo el 2-1, pero la gloria eterna juega a los dados”…

 

Luego viene una nota relativa a la suerte en los penales sin mayor importancia…  A ellos nos vimos abocados porque uno de nuestros jugadores, que estaba en deuda por un error garrafal en el primer partido, falló un penal que nunca debió fallar. Pero hay algo más importante, y está relacionado con esos injustos lanzamientos desde los once metros:  es la segunda ocasión en que veo a un buen guardameta (Martínez lo es) haciendo un “bailecito sensual” en evidente burla, preñada de sarcasmo, queriendo hacer mofa de la suerte adversa de los vencidos. Si este deportista no es un ordinario, es un inmaduro y un maleducado.

 

He leído en diversos medios el comentario de los jugadores argentinos que exhiben como pretexto de su floja presentación el estado del campo de juego. Es una excusa ridícula porque olvidan que la cancha era la misma en la que también jugaban los chicos ecuatorianos. Bien se explican las declaraciones del técnico gaucho, Leonel Escaloni, en su rueda de prensa luego del partido: “ganar así no se disfruta, no la pasé para nada bien”... Pero nunca se le ocurrió reconocer que otro equipo, por primera vez en mucho tiempo, lo tuvo contra las cuerdas y que fue mejor. Nunca lo felicitó. Así mismo son la arrogancia y la altanería; ellas no nos permiten reconocer nuestros errores ni los aciertos ajenos… ¡Yeah!, “the field got in the way”.


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