09 julio 2024

Fútbol y política

Kylian Mbappé ha dicho un par de cosas que han producido rabiosa urticaria en ciertos sectores de la política. Él es un corpulento y muy habilidoso jugador de fútbol, famoso no solo por sus destrezas, sino porque ha firmado un sustancioso contrato con el Real Madrid y porque funge como flamante capitán de los bleus, el seleccionado francés. Quienes lo  descalifican creen que el futbolista, por el mero hecho de serlo, debería guardarse sus comentarios ya que lo suyo es el deporte y no la política; y argumentan que si ahora es un vulgar millonetis (un opulento acaudalado), haría mejor en esconder sus opiniones y callarse.

Antes de discutir al respecto, quisiera preguntar: ¿es necesario disponer de una suerte de certificado, de un permiso especial para estar en condición de opinar sobre lo que nos preocupa o acerca de los asuntos de la comunidad?, ¿es justo pensar que solo los políticos pueden hacerlo, y que cualquier otra persona, en virtud de su profesión u oficio, queda automáticamente excluida de poder expresar sus opiniones o preferencias? Me animo a juzgar que no, a menos, que se trate de una asignatura especializada, respecto a la cual sería más provechoso dejar que nos orienten, con su saber y experiencia, los entendidos.

 

Pero lo que ha dicho Mbappé, simpatizante del actual presidente francés, es que no está de acuerdo con ninguna forma de extremismo, que está a favor de la diversidad, la tolerancia y el respeto; y que invita a los jóvenes a participar con su voto en las decisiones relacionadas con los destinos de su país. Es decir, justo lo que hubiera expresado cualquier ciudadano moderado. ¿O es que ahora se lo descalifica porque ha pasado a ser parte de una élite, porque integra ese grupo sobrevalorado, el de los jugadores excepcionales? Entonces ¿qué puede hacer?, pregunto: ¿será que debe renunciar a sus privilegios para poder opinar?...

 

Hay quienes piensan que ciertos personajes no deben hablar de política; muestras al canto: las reinas de belleza o quienes se destacan en alguna disciplina, principalmente si es deportiva. Pero… ¿es eso válido? Pienso que si se ofrece una opinión a título personal, y no abrogándose la representatividad de un determinado colectivo, ese parecer o convencimiento debe ser escuchado y respetado. En el caso particular del jugador, es hijo de inmigrantes (padre camerunés y madre argelina), ha crecido en una barriada bastante pobre (Bondy es un postergado suburbio parisino) y no ha hecho más que manifestar sus preferencias por una opción, la que actualmente representa Emmanuel Macron.

 

Cierto es que el delantero ha pasado a engrosar un andarivel que lo ha alejado de la pobreza (sus ingresos son ciertamente considerables), pero creo que él ya sabe lo que es la necesidad, y conoce el estigma y el efecto brutal que ejerce la segregación racial. Tampoco podemos dejar de reconocer que, aunque ciertas habilidades no pueden ser sino innatas, él ha hecho el esfuerzo y, quizá, ha tenido la resiliencia para poderse superar. Y, aun si así no hubiese sido, ha sabido estar en el lugar adecuado y en el momento oportuno, y ha sabido aprovechar de su condición para sacar partido de las mejores circunstancias.

 

Vivimos en un mundo en el que no podemos ponernos a esperar que otros piensen o elijan por nosotros; ya no es tiempo para que “nos den diciendo”. Es necesario y saludable que sepamos discriminar y escoger –desde temprano– lo que es mejor para nosotros y para la comunidad; y que aprendamos a tomar partido por lo que se oriente hacia el bienestar y progreso de quienes conforman la mayoría, de quienes son, por lo general, los menos favorecidos. Está en nuestra elección saber manifestar nuestro parecer; es nuestra obligación ser corresponsables. Lo que pase –o deje de pasar– en nuestros países es también de nuestra incumbencia. No podemos, no debemos, cruzarnos de brazos y no expresar nuestra opinión. 

 

Lo que dejemos de hacer también será parte de la ecuación. Nuestra apatía y silencio solo coadyuvarán al desgobierno. En ese cómplice silencio consiste la banalidad del mal, de la que hoy tanto se habla… Hay quienes piensan que la política interviene en todo aspecto de la vida de las instituciones, e incluso en los deportes y tal vez no estén equivocados; si no, pensemos en la extraña elección de la sede del último mundial de fútbol… Claro que, de ahí a sostener –como alguien lo ha dicho– que la Eurocopa “no es un torneo de fútbol sino ‘una nueva idea’ de Europa”… creo que es no saber poner las cosas en su sitio. El deporte es solo un entretenimiento, donde se puede ganar y, a veces, también se puede perder…


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