30 julio 2024

Amigos y compañeros

Nuestros primeros amigos fueron los que nos regaló la escuela, fueron aquellos compañeros con los que fuimos logrando coincidencia, mutua simpatía e identidad. Pasado el tiempo, fuimos conociendo otros amigos; estos y los anteriores se convirtieron así en los hermanos que nos regaló la vida. Como es lógico y comprensible, no todos llegaron a tener con nosotros un mismo grado de afecto e intimidad.

A muchos compañeros dejamos de ver luego de terminado el colegio. Entonces, a esos amigos de la escuela y a los otros, a los que más tarde fuimos adquiriendo, fuimos tratando de frecuentar con mayor asiduidad (a eso es lo que  llamamos “cultivar una amistad”). Tengo la suerte de frecuentar un grupo de amigos (aunque no necesariamente son los más cercanos) con los que me reúno casi todos los martes; con ellos, además, comparto una simpática costumbre: organizamos un almuerzo de aniversario hacia mediados del año y participamos en otra reunión parecida hacia finales de año, esto es poco antes de la Navidad.

 

Con los compañeros sucede algo distinto (nos graduamos hace más de 50 años): nos vemos poco, la vida nos ha tratado con diversa fortuna y no siempre tenemos la suerte de compartir nuestra lejana identidad. Cuando nos reunimos reafirmamos nuestros valores y rememoramos el pasado no sin cierta nostalgia. Como nos vemos de vez en cuando, es como si “comprobáramos el paso del tiempo”, o cómo han variado nuestras fisonomías. Y, como ya sucede, confirmamos cuan vertiginoso se ha tornado nuestro envejecimiento…

 

Hace no mucho nos reunimos con los amigos de los martes; lo celebramos con un almuerzo de aniversario. La reunión se efectuó en la propiedad de uno de los amigos; esta lleva el nombre de La Compañía. Esa hacienda tiene su historia, pues perteneció a la Compañía de Jesús, fundada por un sacerdote y soldado español –Íñigo López de Loyola– hacia mediados del siglo XVI. Resulta curioso que compañía signifique, empresa o sociedad, pero también: ir juntos… Tuvo cierto simbolismo que reuniera allí a un grupo de amigos.

 

En la vida es importante hacerse acompañar. No es posible disfrutar de la vida y encontrarle sentido si nos aislamos, si no sabemos tener espíritu solidario y sentido de comunidad. Daniel Defoe, inspirado en la aventura solitaria de Alexander Selcraig, narró la historia de un náufrago que sobrevivió en una isla ubicada en la desembocadura del Orinoco (la verdadera saga de Selcraig, o Selkirk, ocurrió frente a Chile, en el archipiélago de Juan Fernández). Defoe asignó a su protagonista, Robinson Crusoe, un compañero al que llamó Viernes. Este era un nativo amerindio a quién Crusoe ayudó a escapar de unos caníbales que lo perseguían. Los dos fueron crando un entrañable lazo de amistad, lealtad y mutio respeto.

 

Hace 20 años vi una película en la que actuaba Tom Hanks, en ella un empleado de FedEx sufre un accidente de aviación, naufraga cerca de una isla remota y se convierte en único sobreviviente. Luego encuentra, entre los escombros, una pelota  a la que bautiza con la marca del implemento deportivo (Wilson), le pinta unas facciones con su propia sangre y la convierte en su amigo y confidente. Pero una noche, estando en altamar, Wilson cae de la balsa y el náufrago pierde a su entrañable compañero… La metáfora enseña que pueden haber recursos para sobrevivir pero que solo la compañía ayuda para enfrentar la soledad. Que a veces sería preferible tener un camarada postizo, aunque inerte, para poder enfrentar el aislamiento. 

 

Hay algo curioso con el título de esa película; se la llamó Cast Away, que fue traducida al español como Náufrago. Pero náufrago es realmente castaway (sustantivo y una sola palabra); y no cast away que es un verbo que significa desechar, descartar, dejar de lado. Y es que, antes de su viaje, el funcionario había terminado una relación afectiva; y, cuando regresó, luego de su rescate, descubrió que su anterior pareja lo había dado por muerto y había optado por casarse. Es decir: había prescindido de él, lo había descartado... 

 

Hay gente que sufre el drama de la soledad: pero estar solo no solo significa no tener compañía; es  también no sentirse escuchado, comprendido o apreciado. Pero no estamos solos, nunca podríamos estarlo. Quizá pudiéramos estar solos por un breve lapso y dependiendo de las circunstancias; pero es muy difícil estar aislados. Sin compañía no disfrutamos a plenitud ni le damos sentido a nuestra vida. Venimos al mundo para estar juntos, cual si fuéramos parte de un mismo proyecto; estamos destinados a ser solidarios, a disfrutar en compañía. Ese es nuestro sino irrevocable y esa es la única manera de vivir en sociedad. No hay otra…


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