14 febrero 2025

La sociedad y los individuos

Publicado en La Nación de Guayaquil, el sábado 18 de enero de 2025,

Tengo para mí que existen tres tipos de personas: las que aprenden rápido y bien; las que lo hacen lento y a veces mejor (grupo en el que siempre quise estar); y, los que aprenden lento y mal (que es incluso más grave que si no hubiesen aprendido nada). Si para esto último alguien requiere de una breve explicación, debería mejor referirse a Haruki Murakami; lo más seguro es que el perspicaz escritor japonés se los pueda aclarar, pues hay asuntos que: “Si no los entiendes sin que te los expliquen, no los vas a entender aunque te los expliquen”…

 

Veo por todas partes, en nuestro país –y quizá sea cuestión de todos los días– que hay temas que no merecen la más mínima atención, ni de los individuos ni de los estamentos que están a cargo de las instituciones que organizan y controlan nuestra sociedad. A decir verdad, mucho mejoraríamos, como colectividad, si todos pusiéramos un poquito de parte y reconoceríamos que depende de nosotros mismos el tener una mejor cultura como sociedad; y así pudiéramos, todos juntos, disfrutar mejor de nuestra vida social. Paradójicamente, uno de los aspectos cotidianos más tortuosos es el del tránsito vehicular y en él mucho podríamos mejorar.

 

Un primer tema que se me ocurre es el de los “rompe-velocidades” llamados coloquialmente “policías acostados”. Presiento que no existe un criterio estandarizado para su respectiva implementación: los hay de todo ancho y espesor; se da el caso de muchos de estos elementos que son verdaderos obstáculos. No solo eso, sino que cualquier hijo de vecino cree que está en el derecho de construirlos. Lo más triste (y peligroso) es que no los pintan para advertirlos y para que sirvan de ayuda (y cumplan su propósito); y así permanecen, sin dar aviso de su presencia, convirtiéndose en una amenaza criminal. ¡Y nadie hace nada al respecto!

 

Soy de la opinión de que mucho mejoraríamos si como individuos haríamos un esfuerzo por estacionar de reversa. Sí, sé muy bien que el motivo disuasorio es el apresuramiento de los demás; pero es la forma más conveniente y civilizada de hacerlo, porque: por un lado, nos deja listos para enfrentar una emergencia sin tener que molestar a los otros, y luego, también nos permite ser asistidos si estacionamos frente a una pared (por descargas de la batería, por ejemplo). Hay países que así lo han entendido y tienen una norma a este respecto.

 

Me temo que hay gente que no se ha enterado qué significa, o de cuál es el propósito, para que se pinten de un conspicuo color amarillo los bordes de ciertas veredas. En efecto, hay quienes creen que aquello se implementa para que “se vean bonito”, tanto que hay por ahí gente que se toma la atribución de pintar las aceras por su cuenta, de motu propio. Lo más grave es que, aunque se las vea bonitas, nadie hace caso y se estacionan ahí como si nada…

 

Otro tema que merece debida atención, por parte de las instituciones a su cargo, es el de los sacrosantos semáforos… Hay ocasiones en que –en la creencia de que ellos solucionan los problemas de tránsito– se los instala porque sí y por doquier. Pero no se los sincroniza –lo cual puede ser entendible–, pero tampoco se regulariza su operación de acuerdo al flujo real del tránsito vehicular. No se los debería instalar sin ton ni son, sino en forma razonada, haciendo estudios de flujo en el sitio, y contando con la opinión de usuarios y vecinos.

 

En fin, hay tanto por hacer; pero, ante todo, hemos de comprender que no se requiere ni de muchos recursos ni de mucha imaginación. La gente debe reconocer que no está sola en el mundo; que mucho ganaríamos si aprendiéramos a no querer sacar siempre ventaja, y a respetar a los demás. Hay mañanas que deberíamos salir de casa haciendo el firme propósito de entender a los otros, de no querer ir siempre primeros, ceder el paso y hacer un esfuerzo por responder con una sonrisa y no con un gesto que solo irradie soberbia y mezquindad. 


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