04 octubre 2010

Exaltación de RC!

No recuerdo cómo fue que lo conocí. Ni siquiera recuerdo cuando escuché su nombre por primera vez. No se ya, si fue a través de un anuncio de publicidad o gracias a uno de esos programas que pasan por la televisión internacional. Lo cierto es que, desde el principio, hallé en ese nombre un cierto atractivo que se asociaba con su misteriosa y cautivante personalidad. Habrían de pasar algunos años antes de que tuviera el privilegio de sentir yo mismo su carácter y de apreciar su discreta elegancia, su estímulo casi intelectual.

Fue en ese ambiente, con gente que ya había tenido la satisfacción de conocerlo; en ese mundo que hablaba de sus atributos, ese mundo de iniciados, que se me dio la rara oportunidad de poderlo yo también apreciar. Así pude comprobar su magnetismo, su altivez, su salvaje encanto. Me sedujo desde aquella primera vez. Me fascinó por su talento, por la forma como representaba la fuerza natural que exhibía su territorio. Las suyas eran iniciales que se confundían con la exaltación de los sentidos. Tan avasallador era RC, que para presentarse y convencernos, no requería de ningún ardid cosmético, RC no necesitaba ya de ningún disfraz.

Claro que no estoy hablando del que sabemos! Ni siquiera de esa travesura trivial que con idénticas iniciales y con el vacío título de Revolución Ciudadana, han dado por ahí en llamar. No! No es posible apreciar la altanería en una copa de vino; sólo se puede contener en una botella lo que se hace y logra con esfuerzo pero sin resentimientos, lo que se hace con abnegación, paciencia y bondad! Estoy hablando de Romanée-Conti; un caldo preponderante por su sencilla y sutil elegancia, por su exclusivo cuerpo. RC nos hace sentir orgullosos de ser parte de la civilización; nos invade y nos inflama con tan sólo llegar al paladar!

Hace algunos años, gracias los apurados periplos a que obliga mi profesión, fui descubriendo los vinos suramericanos. Quizás estuve siempre más expuesto a las cepas chilenas. Sin embargo, fue a los mostos argentinos que me fui adaptando con más facilidad. Aquellos viñedos mendocinos de Navarro Correas y Chateau Montchenot eran los que favorecían las preferencias de mi entusiasta paladar. Más tarde, con mis continuos viajes a Europa, y a Francia en particular, habría de ponerme en frecuente contacto con las cepas del Viejo Mundo. Aprendí así, poco a poco, a reconocer las diferentes variedades europeas y fui descubriendo el resultado del arte de mezclarlas que los vinicultores franceses han perfeccionado en las cercanías del estuario del Gironde. Allí se busca un equilibrio entre los sabores frutosos del Merlot y el sofisticado cuerpo del Cabernet Sauvignon.

Francia cuenta con otras dos grandes zonas donde diversas variedades las definen y diferencian. Son ellas Borgoña y Côtes du Rhône. En la primera dominan los incomparables vinos que produce el Pinot Noir y en la segunda predomina la mezcla, de hasta una docena de variedades, cuyo sabio maridaje consigue productos fascinantes como el Châteauneuf du Pape.

España tiene su hijo predilecto en el Tempranillo, un vino serio que es difícil de olvidar. Ahí, tanto en Rioja como en Riveras del Duero, se destacan también los jugos que resultan de exprimir otra variedad: Garnacha. Pero, es en la Toscana italiana, donde se producen los vinos más antiguos que existen en el mundo; la mayoría de ellos resulta del cultivo, crianza y estrujado del Sangiovese. El vino de color rubí que resulta de este proceso, presenta una textura inigualable. Italia produce vino desde tiempos inmemoriales; fueron los ejércitos romanos y las necesidades logísticas de los territorios conquistados por su imperio, los que expandieron la costumbre de gozar del vino desde la remota antigüedad.

Son otras dos cepas de reciente desarrollo en América que sorprenden por su carácter moderado y sobre todo por su cuidadosa exclusión de taninos, a lo que quizás deban su inesperada y cada vez más creciente popularidad. Son el Carmenere y el cautivante Malbec, un vino con inquieta personalidad que refleja la exuberancia verbal del hombre de las tierras meridionales de América y deja el recuerdo de la discreción de sus mujeres para hacerse notar con su sugestiva forma de caminar… Mas, los vinos del Nuevo Mundo son para probarlos jóvenes: muy poco de beneficio se obtiene con ponerlos a conservar. Es con los caldos franceses que se obtiene una favorable mejora cuando se los aprecia luego del paciente artificio de la espera, cuando se los guarda para disfrutar de su edad.

Conservo unas pocas botellas que fui adquiriendo con el tiempo; representan a exclusivos viñedos de Bordeaux y de Borgoña. Guardo distinguidas botellas de la clasificación oficial de los mejores vinos de Medoc. A su lado descansan otras de más opulentas caderas; lucen un jugo menos oscuro, pero más predecible: el mosto inigualable del Pinot Noir. Ellas representan el esfuerzo del hombre de esas tierras; pero se deben al carácter generoso de esas comarcas de naturaleza caliza y arcilla rojiza, ubicadas en las favorecidas laderas de la Cote d’Or. Es en esa arenosa campiña donde madura hasta la seducción, el incomparable vino de los dominios de Romanée-Conti.

Por ahí reposan y maduran mis consentidos frasquitos de Echézeaux y Romanée Saint-Vivant. Me esperan en una tierra que también espera hasta que pueda irlos a disfrutar. Cuán bondadosos son estos vinos de Romanée-Conti! No necesitan gritarle a nadie para persuadir e inspirar, para hacerse querer y respetar!

Shanghai, 4 de Octubre de 2010
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