01 octubre 2010

La otra revolución

Fue ese un episodio social y político que habría de conmover y cambiar al mundo. Las ideas que lo impulsaron, tienen ya más de dos siglos de vigencia. Sus postulados habrían de terminar con el autoritarismo de un régimen y habrían de sentenciar el fin del absolutismo real. La Revolución Francesa habría de persuadir, con las ideas tomadas de la Ilustración, que el sistema imperante era ilegítimo, en la medida que no se sustentaba en el concepto sustantivo que había pasado a cobrar vigencia: la fuerza desbordante de la razón.

Es por ello que esa revolución cobró trascendencia y mantuvo su influencia; justamente porque, a su propuesta política y a la alternativa social que promulgaba, supo apuntalarla en un irrefutable, firme y vigoroso sustento intelectual. Las ideas de Voltaire, Rousseau y Montesquieu habrían de prolongar su refrescante contagio gracias a la proclama de universales conceptos como libertad, igualdad y fraternidad. Estas nuevas ideas exigían la separación de poderes; sus preceptos se oponían a las injustas e innecesarias divisiones que se habían institucionalizado dentro de la sociedad.

Este fue un inevitable proceso que, como una avalancha, habría de atropellar, más tarde, con sus postulados al mundo. Su detonante fue la misma rigidez de la gobernante monarquía. Los ingredientes que exacerbaron la reacción de la ciudadanía fueron, a más del creciente descontento del pueblo, las nuevas ideas libertarias; la eclosión de las nuevas clases; la crisis económica que había creado tanta incertidumbre e inseguridad en la sociedad. Era ahora inadmisible seguir manteniendo un sistema político que no estaba refrendado en la voluntad de la mayoría, que había perdido su indispensable sustento: su representatividad.

Si estas son las lecciones que nos dejó la historia hace más de dos siglos; es incomprensible e inaudito que las “nuevas revoluciones” olviden los básicos postulados que constituyen el símbolo mismo que justifica su propuesta. Es indispensable la declaración de unos objetivos que siguen siendo permanentes: los razonamientos directrices de libertad, igualdad y fraternidad. Porque, no puede suspenderse la libertad a pretexto de querer impulsarla; no puede desconocerse la diferencia entre los hombres a pretexto de conseguir la igualdad. No puede provocarse el odio entre los estamentos de las naciones, con el espurio y demencial razonamiento que su motivo propende hacia la fraternidad!

La revolución de finales del siglo XVIII dejó huellas como la toma de la Bastilla y la guillotina; pero dejó sobre todo la impronta indeleble de su intelectualidad. Sin la Declaración de los Derechos del Hombre, otras habrían sido las secuelas de la Revolución Francesa; habría sido un proceso cruento o incruento; temporal en sus consecuencias o trascendente; pero sólo su profundo significado libertario y humanista, habría de servir como modelo para las sociedades progresistas del mundo. Porque nunca pueden desconocerse los valores fundamentales del hombre, con el cuestionable pretexto de proporcionar o repartir mejor el pan.

Qué es preferible propiciar: pan sin valores; o, vigencia de valores, pero sin la posibilidad de acceder al pan? Tengo la impresión que el mundo cae con frecuencia en la trampa de esta absurda como maniquea dicotomía, ya que no puede haber bienestar sin orden y sin responsable solidaridad. Porque, de qué sirve conseguir al pan, si el hombre ha de carecer de libertad? La Declaración de Derechos dejó el legado de unos principios elementales, unos derechos básicos e inalienables, como la seguridad y la propiedad; pero dejó además otros aún más prioritarios e indispensables como la resistencia a la opresión, el derecho a la opinión y el intrínseco derecho a la misma libertad.

Es sorprendente como algunos “revolucionarios” modernos olvidan estos fundamentales esquemas intelectuales y desconocen estos inviolables valores. Qué beneficio duradero puede obtenerse del autoritarismo y la intolerancia? Qué provechosa consecuencia puede conseguirse con la oposición criminal entre los diferentes grupos sociales; sin propender a encontrar en ellos su necesaria complementariedad? Qué se obtiene de escindir la república; qué se logra con el discurso hostil y altanero, con enfrentar en forma irresponsable a la sociedad?

Observo desde lejos del país los acontecimientos bochornosos del último día de Septiembre. No los condono, ni los justifico, porque debemos aprender a vivir en democracia; lamentablemente… la democracia no es un sistema donde sólo cuenta el capricho y la opinión exclusiva de una temporal mayoría; es, ante todo, un sistema que debe representar a todos los sectores de una determinada sociedad. Si no, la intolerancia pronto da paso a la anarquía; la prepotencia y el abuso del poder dan cauce a reacciones innecesarias que confunden y perjudican los mismos objetivos que la así llamada “revolución” dice perseguir y buscar!

Las horas postreras de Septiembre no denunciaron un proyecto sedicioso. Fueron tan sólo un mal manejado descontento de un grupo de ciudadanos que habían perdido la confianza en los mecanismos democráticos que se supone debe tener la sociedad. Pero, está claro, cuando la confianza se pierde, la falta de respeto a quienes representan a las instituciones no se puede dejar de esperar. Ahí no hubo intento de golpe, tan sólo una muestra de lo que hay en un grupo cada vez más importante de la ciudadanía: un malestar y un descontento porque se desconocen los mismos procedimientos que luego se los quiere reclamar.

Quizás este triste episodio no sirva para radicalizar la necedad y la estulticia. Quizás la experiencia lleve a los culpables a revisar sus provocadoras actitudes y sus desafiantes políticas. Quizás la lección se aprenda, para beneficio de la verdadera democracia y del renovado respeto a las seculares ideas de libertad, igualdad y fraternidad. Solo así la revolución ya será de todos! Pues… parecería que hasta la maldad hace menos daño que el que provocan la intransigencia y la necedad!

Amsterdam, 1 de Octubre de 2010
Share/Bookmark

No hay comentarios.:

Publicar un comentario