26 septiembre 2014

El secreto del claroscuro

Vuelvo de tarde en tarde al barrio donde transité el final de mi adolescencia (mi mujer dice que esa es una edad en la que los hombres nos quedamos para toda la vida... Claro que yo no le discuto. Siento que tiene razón y que a todos mismo nos pone la vida en idéntico predicamento). Allí, en La Floresta, en una callejuela que antes estuvo poco transitada, hoy han instalado un pequeño cine cultural que dispone de dos salas diminutas. Y, en clara referencia a la inolvidable película de Federico Fellini, lo han bautizado de "Ocho y Medio".

Fui allá invitado para asistir al preestreno de un documental relativo a la vida y obra de ese sueco genial que fuera Rolf Blomberg. Su director, Rafael Barriga, había optado por un título sugestivo: El Secreto de la Luz (ello explica el nombre de este artículo). Hay en ese Ocho y Medio un ambiente más bien bohemio. Bulle en su concurrido bar una algarabía contagiosa; pulula allí una juventud inquieta (que decirlo ya es un pleonasmo) que se reúne con fines no siempre ligados a cinematográficos motivos.

Los demás, los que no hemos acudido con una intención profana, tenemos un claro cometido. Luego de los saludos, los encuentros inesperados y una corta espera, somos invitados a pasar a un pequeño recinto. Reina en la sala un cierto aire de nostalgia, pero ante todo, una muy comprensible expectativa. Luego de unas breves palabras dirigidas por el anfitrión, se da paso a la proyección de la esperada cinta. Me ubico en una butaca cercana al lugar donde se encuentra mi amiga Marcela, la hija de Rolf, y otros miembros de su familia.

Es El Secreto de la Luz, un gesto de gratitud, una reverencia a la memoria. Se destaca el guion por una estructura bien enhebrada y por su fidelidad con la vida de Rolf, con su obra y su biografía. En cierta medida, la presentación luce como un collage realizado con las cintas que fueran filmadas por el propio Rolf y con una serie de sus diapositivas que han sido insertadas para provocar un juego de escenas que ponen de relieve sus viajes, sus obsesiones, las pasiones que se convirtieron en motor y brújula de toda su vida. Y, en medio de ello, sobresale su primera obsesión, el íntimo disfrute de su propia familia.

La música consigue un logro preponderante. Otro encomiable acierto es la animación de los dibujos y bosquejos efectuados por el propio Blomberg en sus incansables y siempre bien documentados viajes. En este sentido, la película rescata la curiosidad, el espíritu liberal y explorador del personaje, así como su conciencia étnica de diversidad, su personal asombro por todo lo no descubierto, por lo lejano, por lo misterioso, por las sorpresas que descubre en la gente o las que le ofrecen los requiebres de la geografía.

Pero quizá sea esa profunda admiración que supo demostrar Rolf Blomberg por nuestro país, el factor más preponderante. Y este debe interpretarse como el más noble rescate que consigue esta bien estructurada cinta. Hay en ella una propuesta que obliga a revisar nuestro sentido de colectividad, a reconocer nuestra identidad sobre la base de aceptar nuestra diversidad, una invitación a no transigir con unos valores que a menudo son distorsionados por la ceguera, la mezquindad y la intolerancia que suele proponer la confrontación política...

Destaco una imagen que no por persistente está desposeída de un carácter emblemático. En ella, y en ese blanco y negro que fuera como la rúbrica artística de Rolf, él se sienta a explicar la tortuosa y descomunal distancia que había hace cincuenta años entre Suecia y el Ecuador. Mirando fijamente a su propia cámara y acompañado de ese mapamundi que fuera como un símbolo y amuleto en sus viajes por la vida, Blomberg toma una hoja plana de papel y la estruja para depositarla sobre una mesa. "Así es el Ecuador", impasible explica.

Nos queda la indeleble impresión, a los agradecidos espectadores, que el ademán de Blomberg conlleva un mensaje que trasciende la pura geografía. Ese papel arrugado refleja la diversidad de nuestra propia identidad como pueblo. Una diversidad frente a la cual aún no hemos hecho un esfuerzo por aceptarla y reconocerla.

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