25 octubre 2014

Cuestión de redaños

Me ha escrito mi buen amigo y ocasional lector AP (cualquier parecido con esas sugestivas y excluyentes siglas es pura coincidencia). Me remite, el susodicho personaje, una jocosa como adefesiosa “tesis doctoral”, que intenta ser un cómico “divertimento” alrededor del sustantivo plural “huevos”. Me dice, mi provocador colega, a manera de reto o desafío, que “me apuesta ‘Un Huevo’ (las mayúsculas no son mías y desconozco si su propósito es otorgarle a la expresión un carácter superlativo) a que no me animo a escribir un artículo sobre esto”. Así que, aquí le va… y no me queda sino plantarle cara a tan incitante como jactancioso duelo!

He de empezar por referirme a dicho intento de “ensayo” alrededor de la voz “huevos”: el mismo se explaya frente a un término que en nuestro idioma tiene diversas acepciones, no sólo la relativa a aquel cuerpo redondeado que producen las hembras de las aves y que contiene el germen del embrión, ni tampoco la relacionada con los conocidos atributos masculinos… Empieza tal divertimento haciendo referencia al cambio en el sentido de la frase con tan solo modificar el numeral que acompaña al sustantivo. Así, el hablar de uno solo (como en ‘me costó un huevo’) implicaría una cuestión financiera; dos significaría arrestos o valentía (como cuando se insinúa que alguien tiene ‘un par de huevos’); tres significaría desprecio (como cuando declaramos que algo nos importa tres de aquellos suplementos). De idéntico modo, el uso de la fracción insinuaría dificultad (‘me costó un huevo y la mitad de otro’).

La nota hace caer en cuenta, además, en cómo el verbo acompañante transforma el sentido del sustantivo. Tener sugeriría ánimo o valentía (tiene huevos); cortar implicaría amenaza o riesgo (te corto, o me corto, los huevos). Hinchar, apuntaría a expresar molestia o hastío (me hincha los huevos); rascarse aludiría a vagancia (como en aquello de “estarse rascando los huevos”). El uso del color tendría también la virtud, o el defecto, de alterar el significado; así, la mención del violeta insinuaría frío (me quedaron los huevos morados); el uso de la altura aludiría a una condición de hartazgo (los tengo en el piso); el desgaste señalaría oficio o experiencia (como en ‘los tengo pelados de tanto hacerlo’)… Y así, por ese orden.

Como se puede colegir de la “enjundiosa” información, es claro que hay gente que parece tener tiempo de sobra para importunar con auténticas “huevadas”, voz que en una de las hermanas repúblicas meridionales también se utiliza para referirse a cualquier cosa, asunto o situación. Claro que, en dichas latitudes, no hay frase que no se consiga dar por terminada a menos que se decida escoltarla con el expletivo (y aumentativo) de “huevón”… En esos lugares, un “hueón” no es alguien con los testículos grandes, sino tan solo alguien tan tonto o tan zopenco que sus pesados adminículos lo convierten en flojo o no lo dejan pensar. Pero, así usado, no es precisamente una mala palabra, sino tan sólo una forma coloquial.

El uso del adjetivo es ya tan generalizado que, en algunos lugares, ni siquiera discrimina al sexo femenino (no es infrecuente el uso de “huevona”…). De aquí podemos dar un salto también a la mutación del término en la forma verbal de “huevear” que quiere decir incordiar, molestar y hasta haraganear, y no lo que un término parecido (huevar) implicaría, esto es “poner huevos”. Similar uso sería el del vocablo “ahuevar” o “ahuevarse” que no se refiere al procedimiento de dar limpidez al vino mediante el uso de claras de huevo, sino más bien a la condición de acobardarse para acometer una cierta empresa. En este sentido, sería idéntico a lo que en inglés se conoce como no tener “guts”, es decir entrañas o redaños.

Como se ha de notar, sí he tenido las agallas, o el necesario coraje, como para dedicar unas pocas letras a este poco enjundioso asunto… Me temo que, con esta publicación, alguien va a perder algo más que “un huevo”, y todo por andar en huevadas y creer que el uso de voces de uso general, por impúdicas que estas nos parezcan, no es parte del contenido natural que suelen tener los idiomas. No! Para cosas así, no me tiemblan los redaños (mesenterio o repliegue anatómico localizado en el peritoneo). No, ni siendo tan “hueón”, pu “hueón”!

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