31 mayo 2016

Curiosidades de la semántica

Hacia el nororiente de Venezuela, justo frente a la isla más meridional de las Antillas y que forma parte de lo que se conoce como República de Trinidad y Tobago, existe un accidente geográfico que lo habría reconocido el Almirante en su tercer viaje, allá hacia finales del siglo XV, seis años después de la hazaña de San Salvador; se trata de un golfo que Cristóbal Colón bautizó como “de la Ballena” y que más tarde sería conocido como “Golfo de Paria”. Esto de "paria" es probable que tenga su raíz en el sánscrito, para designar a un grupo social carente de casta, el de los “intocables”. En hindú Tamil, en todo caso, la etimología del término corresponde a “quien toca el tambor” (?). Paria habría llegado a las lenguas del romance con el sentido de condenado o réprobo.

El golfo es famoso por sus torbellinos y aguas turbulentas: allí desemboca el canal más septentrional de los que forman el delta del río Orinoco. Hacia la margen izquierda del canal se encuentra el estado venezolano de Monagas, cuya capital es la pequeña ciudad de Maturín. Es probable que yo haya estado allí, hacia finales de los años sesenta, ofreciendo mi aporte a una campaña política que se libraba en Venezuela por esos días. Con el tiempo, supe que allí mismo, en Maturín, se había establecido un parque zoológico llamado “de la Guaricha”, palabra local para designar a la infancia (relativa a los niños o “carajitos”).

Ha sido por medio de mi lectura de “Noticias del Imperio”, de Fernando del Paso, que he vuelto a encontrarme con el término guaricha; barrunto que utilizado por el mejicano con similar sentido al que lo había escuchado en la Región Oriental del Ecuador en mis primeros años como aviador al servicio de las compañías petroleras. Guaricha era la palabra que se usaba para designar a la mujer (esposa o concubina) que acompañaba a uno de los miembros de la tropa en sus desplazamientos itinerantes por los destacamentos militares de la selva.

Pocos meses atrás, durante los días que siguieron al lamentable episodio sentimental que involucró al “niño alcalde”, volví a escuchar -y hasta a descubrir- una serie de voces utilizadas en el castellano para referirse a las féminas que transigen con facilidad a la concesión de favores. Fue así como las redes sociales se encargaron de diseminar información respecto a una serie de términos que eran el equivalente a la voz infelizmente utilizada por el citado personaje, el adjetivo agradecida: chica fácil, meca, pilla, liviana, calzón flojo, suripanta, chulla, casquivana y, otra vez, guaricha… En fin, una lista interminable de acepciones para distinguir a quien se caracterizaría por su informalidad o por su grado relajado de moralidad en lo referente a las relaciones sexuales.

Fue hace pocas semanas que volví a escuchar similares términos al revisar una crónica del estado de salud del matador mejicano Rodolfo Rodríguez, mejor conocido como El Pana, quien había recibido una gravísima cornada en una plaza de Durango, que lo había dejado tetrapléjico a manos (debería más bien decir “a cuernos”) de un astado de nombre “Pan francés” que, a juzgar por lo salvaje de la acometida, obviamente nada tenía de pan ni tampoco de bueno. Frente a las secuelas de tan mortal embestida, el Pana habría pedido a los médicos que más bien lo dejen morir, consciente de que este podría haber sido su último paseíllo.

El Pana habría sido vendedor ambulante, por un tiempo panadero (de ahí el sobrenombre) y hasta sepulturero. Sus carencias lo habrían obligado a buscar gloria y fortuna; y a insistir hasta muy tarde (hoy tiene nada menos que sesenta y cuatro años) en sus coqueteos taurinos con la muerte. Alguna vez quiso tomar la alternativa para “poder comprar una casa a la autora de sus días” y hace solo una década hasta probó una tarde de despedida de los ruedos. En aquella ocasión habría expresado: “Brindo por las damitas, damiselas, princesas, vagas, salinas, zurrapas, suripantas, vulpejas, las de tacón dorado y pico colorado, las putas, las buñis, pues mitigaron mi sed y saciaron mi hambre y me dieron protección y abrigo en sus pechos y en sus muslos, y acompañaron mi soledad. Que Dios las bendiga por haber amado tanto”. Como se ve, El Pana toreaba incluso con las palabras.

Dice la enciclopedia que guaricha proviene del cumanagoto 'waricha' que quiere decir mujer y cuyos sinónimos son fémina, gachí y mina; y cuyo hiperónimo es el de hembra. Pero dice también que es una palabra de origen indígena que significa princesa y mujer sabia o sagrada… Lo contradictorio es que comenta que también se refiere a quien presta servicios sexuales por dinero, es decir a quien ejerce de prostituta. Más curioso resulta, sin embargo, la acepción que se utiliza en Panamá donde se refiere con ese vocablo a un tipo de lámpara portátil de keroseno. Extrañas curiosidades que puede tener la semántica…

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