21 febrero 2017

Sensación de fraude

Hiede! Hay un tufo rancio y nauseabundo que pulula por doquier. Fucha, qué espantosa fetidez! Pero, lo que más molesta no es aquel efluvio pestilente, lo que asombra e inquina es cómo lo han hecho; la forma tan torpe y tan burda. Hoy, en un mundo de tanto avance e impensables adelantos de la tecnología, lo que nos descompone es comprobar la estulticia y la chambonada con que lo hicieron, la estupidez con que actuaron. Es el chapucero reino de la más desprolija y absurda estolidez. Es que… no se puede aceptar ni comprender!

Pocas horas luego de terminados los comicios, varios testimonios gráficos dan cuenta de la evidente sustracción de actas electorales y de su posterior reemplazo por nuevas actas adulteradas, como parte de un esquema obtuso y fraudulento. El episodio se ha repetido en distintos lugares del país; son paquetes que contienen actas encontradas en basurales, lo que solo puede significar una cosa: las actas auténticas, las verdaderas, las que contenían el símbolo de la voluntad de la gente, fueron en forma vergonzosa suplantadas con otros ficticios documentos que fueron fraguados con aviesa intención.

Y es que… ¿qué podía esperarse de un organismo que, lejos de actuar sin favoritismos e imparcialidad, estaba integrado por simpatizantes de quien ha dicho en forma recurrente que es el jefe de “todas” las funciones del Estado? ¿Qué podía esperarse de una entidad que estaba constituida en su totalidad por simpatizantes del régimen y que, como es fácil presumir y sospechar, iban a actuar con tendenciosa preferencia cuando se requiera de su juicio imparcial a la hora de responder a la confianza de la mayoría del país? Porque, ¿qué esperábamos, si el juez ya tenía un criterio anticipado, si podía ser fácilmente influenciado? Recalco, ¿qué podíamos esperar como país?

Claro que también es probable que el intento de estafa no haya sido fruto de una maniobra oficial; en otras palabras, que aquellas muestras de indócil pillaje, que se han denunciado por todas partes, no hayan sido sino traviesos y mostrencos gestos desesperados de unos pocos y aislados representantes de una facción que nunca debió actuar en forma tal que no haya podido ser supervisada. Era esa diligencia -y esa garantía- la que la ciudadanía estaba convencida que era lo mínimo que debía procurarnos la autoridad electoral.

Ya se sabía que la cancha estaba inclinada; pero, por lo mismo, por básica delicadeza, por un elemental sentido de integridad (y por qué no decirlo, hasta por guardar las apariencias o por la imagen internacional, y hasta para refregar en la cara a todos aquellos que siempre manifiestan sus sospechas), el Comité Nacional Electoral estaba en la obligación de depurar sus métodos y protocolos para evitar que estas irregularidades sucedan. Bien vale aquello conocido de que “en el arca abierta el justo peca”. Por eso precisamente, lo que se temía parece que sucedió. Fue resultado de poner al ratón a cuidar del queso!

Mientras tanto, la gente ha empezado a expresar su inquietud y rechazo, al comprobar que no se han entregado con la debida oportunidad los resultados definitivos. Es más, basados en los resultados estimados a boca de urna y en el conteo proporcionado por una entidad confiable, como es Participación Ciudadana, la gente esperaba que se confirme aquello de lo que se hallaba persuadida: que estaban ya definidas unas claras tendencias y que pronto se confirmaría un parecido resultado por parte de la autoridad electoral.

Mas parece que esa voluntad y predisposición no constituían la principal preocupación del organismo en referencia; ha quedado claro que no gozaba de autonomía y menos de imparcialidad. Lo que ahora se observa es un claro ambiente de confusa provocación, la ciudadanía se encuentra en las calles expresando su inconformidad e indignación. Es que ella no quiere resultados amañados, fabricados con remiendos y al apuro, maniobras desesperadas y espurias, apuntaladas en el compromiso político o la urgencia. En suma, el retorno a aquel método del pasado que ya se creía olvidado, aquel de “avisa cuántos votos hacen falta para enviarte”. Y todo, entre gallos y medianoche…

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