18 mayo 2017

El suicidio de la democracia

Veo y escucho, de vez en cuando, a un ex-presidente respondiendo a entrevistas en los canales de televisión y se me hace inevitable el preguntar: ¿cómo es posible que alguien que trató de subvertir el orden constitucional, pueda estar cívica y moralmente autorizado para hablar de política? No solo eso, ¿cómo pudo ser posible -me pregunto hoy- que se le haya permitido optar por la presidencia de un país y participar en una contienda electoral?; y ¿cómo fue posible que, a pesar de su infracción, y aun así, se lo haya elegido?

Estoy convencido de que quien quiso alguna vez dar un golpe de Estado debe ir a la cárcel hasta ser juzgado y condenado por su abominable atropello. Aquí, en el Ecuador, sin embargo, se ha dado la oportunidad para que este individuo pueda llegar a la presidencia de la república y para que, una vez defenestrado, viva de la política sobre la base de mantener un feudo de tipo familiar con el membrete de “partido político”. Acción Patriótica se llama aquel engendro.

En su libro "El poder y el delirio", el escritor mexicano Enrique Krauze hace referencia a lo que ocurrió en Venezuela, luego de la intentona golpista del "comandante" Chávez. En su momento, el recién elegido presidente Rafael Caldera optó por amnistiar a Chávez en lugar de propiciar su juzgamiento y, de ser el caso, autorizar su indulto. Nunca debió condonar aquella acción, sobre la base de un tibio sobreseimiento. Esa sola medida, la de extinguir la responsabilidad del inculpado, representó un pésimo ejemplo para nuestro país, y significó para Venezuela un terrible precedente. A veces es comprensible, y hasta aceptable, la indulgencia; pero nunca pudo haber, como en este caso, perdón y olvido.

Una amnistía consiste muchas veces en un injusto -y poco aleccionador- perdón, porque solo significa eso: amnesia, condonación y olvido. Hay en la amnistía, y en el sobreseimiento, un desagradable y rancio tufillo, pues deja la impresión de la inexistencia del delito, o de la inocencia o falta de responsabilidad del inculpado. La declaratoria de amnistía tiene un efecto parecido a la absolución de la culpa. Lo que correspondería, si se ha de insistir en la magnanimidad de los jueces, es un indulto, para el caso de remitir o conmutar una pena, o de reducir el castigo. Una cosa es el olvido, que en muchos casos no procede, y otra muy distinta la indulgencia!

Lamentablemente esa decisión bonachona y disparatada del presidente Caldera al decretar la inocencia de Hugo Chávez, jamás puede considerarse un gesto inocuo o inofensivo. Ella abrió las puertas para que, con el paso del tiempo, un nuevo gobierno, autoritario, intolerante y abusivo, llegue al poder y se convierta en todo menos una auténtica democracia. Claro que para sus áulicos, los seguidores de un pretendido socialismo, representaba un ejemplo a seguir, con la muletilla de que “se había triunfado en los comicios”. Por lástima, y no me cansaré de repetirlo, es la representatividad de todos los sectores la que determina el carácter democrático y no sólo el resultado de unas elecciones.

En Ecuador sucedió algo parecido. Al no haberse juzgado debidamente al oficial que se había insubordinado, se lo convirtió en víctima y se abrieron las puertas para que pudiera participar en una posterior campaña electoral. Con ello, si hemos de utilizar palabras parecidas a las de Krauze, no sólo que se arrojó el agua de la tina, sino que se arrojó con ella al niño que se estaba bañando. Lástima que ese niño representaba nuestra incipiente democracia. Sin duda, como lo sentenciaría el escritor, ahí mismo se consumó “el suicidio de la democracia”.

Sé muy bien que no es aconsejable establecer escenarios en base a suposiciones. No necesariamente ocurren los hechos como consecuencia de determinados acontecimientos. No siempre es posible anticipar el alcance de los sucesos políticos. Pero, es indudable que otra sería la historia si, a su debido momento, se hubiera asignado la merecida pena a los culpables y no se hubiera sentado un precedente tan nefasto que habría de permitir futuros atropellos, como la distorsión de la democracia, o el abuso y el autoritarismo que resultaron de los gobiernos despóticos que habríamos de soportar con el paso del tiempo.
“Fueron aquellos polvos los que trajeron estos lodos”, como lo recuerda Krautze y muy bien lo expresa el conocido adagio.

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