11 febrero 2018

Un mundo diferente

Creo haberlo contado; y si no lo he hecho, es muy probable que mis ocasionales lectores ya lo hayan descubierto. Tuve la oportunidad de vivir en el Asia por casi veinte años; diecisiete estuve basado operacionalmente en la parte más oriental de ese continente, en lugares como Seúl, Singapur y Shangai. Pude, por lo mismo, ser testigo del formidable y jamás pronosticado crecimiento de algunos de esos países y comprobar cómo esa parte del mundo es la que más ha progresado, y sigue haciéndolo, con respecto a las demás regiones de nuestro planeta.

Es muy probable que nada, aparte del desarrollo físico de las ciudades, refleje más ese avance sin precedentes, que el desarrollo que ha alcanzado la aviación comercial en un lugar que, para quienes no lo conocen, suena todavía tan exótico y misterioso. Parte de ese brutal crecimiento (para usar el calificativo predilecto de uno de mis buenos amigos) se debe al innegable avance industrial y tecnológico que ha conseguido; pero, en gran parte, este inesperado fenómeno se debe también a la circunstancia preponderante de su condición poblacional. Para decirlo en pocas palabras: existe mucha, demasiada, gente en los países de ese continente.

Impulsados por una motivación de competencia comercial (una de las características de la cultura asiática) y el deseo de recuperar el tiempo perdido, los orientales han echado mano de su tradicional vocación de servicio para desarrollar algunas de las líneas aéreas más destacadas y sorprendentes del mundo, como Cathay Pacific o Singapore Airlines. Ha sido tan admirable el éxito comercial y aeronáutico conseguido, que es muy común -casi lo acostumbrado- que sean estas mismas empresas las que son escogidas, año tras año, como las preferidas en el mundo o, más claro, como las mejores por su organización y sentido de excelencia aerocomercial. Ellas han redescubierto aquel concepto de que “volar es un placer”.

Por todo ello, no sorprende que, de acuerdo a una información proporcionada por Bloomberg, el tráfico aéreo en el Asia se ha de a duplicar para el año 2036. Se reconoce, sin embargo, que la expansión programada para las siguientes dos décadas ha de producirse en detrimento de la rentabilidad; esto se debe, en parte, al crecimiento que tendrán las aerolíneas domésticas en la China continental, así como el desarrollo de las operadoras de bajo costo (Budget Airlines) en este enorme y súper poblado país de cultura milenaria (más de 1000 millones de personas).

De acuerdo a predicciones de la IATA, se  estima que en el 2036 Asia ha de transportar un total de 3.5 billones (miles de millones) de pasajeros, lo cual duplicaría el número total de pasajeros que movilizarían Europa y Norteamérica juntos. Esta demanda requeriría que se construyan 16.000 nuevos aviones (un reto para Airbus y Boeing principalmente) con un costo estimado de 2.5 trillones (miles de billones) de dólares. El número de aviones que haría falta  representaría, a su vez, un treinta y nueve (39) % de la demanda total (algo más de 41.000 aparatos).

Con esta proyección, se calcula, de modo similar, que China desplazaría a Estados Unidos como país con más número de pasajeros, tan pronto como el año 2022 (mucho antes de lo que estuvo pronosticado); este fenómeno se ha de ver empujado por el crecimiento que ha de tener la clase media. No se puede dejar de considerar tanto la condición demográfica como el tamaño físico de países como India o la China continental. Es importante advertir que, a pesar de su escaso tamaño, las islas que conforman el estado de Indonesia, ocupan un espacio, en la geografía, similar al que ocupa la parte continental de los Estados Unidos. De otra parte, existe un aspecto que puede tener un efecto multiplicador: se sabe que tan solo un 10 % de la población de los países orientales ha volado alguna vez en avión, durante lo que va de su vida.

Aquí, la pregunta ineludible es: ¿Y qué pasa con América Latina? No me cabe duda que el progreso que la aviación va tener en Asia, no solo se relaciona con el crecimiento económico que van a tener esas naciones, sino especialmente con su vocación por la búsqueda de la excelencia y, ante todo, por su imponderable sentido de colectividad. Habrán de pasar todavía muchos años para que nos integremos y cobremos conciencia del beneficio de tan indispensable requisito.

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