10 octubre 2020

Quien calla, otorga

Vuelvo sobre lo mismo. He conducido esta vez una suerte de pequeña encuesta. Es decir, he hecho mi necesaria “tarea escolar”, consciente -como he estado- de que la gente usa la expresión del título que encabeza esta entrada, con dos propósitos, si no contradictorios, por lo menos distintos. Unos la utilizan para expresar una primera postura: “Yo no juzgo porque también me pudiera pasar a mi”, o también “Si no tengo algo bueno que decir, sería mejor callar” (un “no me gusta hablar mal de nadie”). Otros, en cambio, la usan con un sentido más directo, que es el siguiente: “Quien no reclama, se convierte en parte del problema”; o “Quien guarda silencio, expresa su tácita aceptación”; o, inclusive: “Quien no cuestiona con oportunidad, da a entender que aprueba aquello con lo que pudiera no coincidir”.

Bien pensado, en lo referente a quienes utilizan la expresión con el primer sentido, vendría a significar que ellos prefieren callar que expresar su opinión en relación con personas o situaciones implicadas en un determinado juicio; pero, en la práctica, con su silencio, estarían haciendo justamente lo contrario de lo que les parecería más adecuado, pues -con ese silencio- estarían adoptando una postura exactamente contraria a la que moralmente debieran tener, al reservar su opinión frente a lo que está siendo -justa o injustamente- juzgado. Ellos procesan su excusa del modo siguiente: “Prefiero estar callado, a que se me acuse de andar en habladurías”, “prefiero callar que entrar en un vano o ajeno conflicto”.

Intuyo, por otra parte, que a veces hay algo de cómoda hipocresía en aquello de “no querer juzgar”. Pues no basta con que algo no sea de mi interés o incumbencia. El precepto moral sugiere que no está bien si callo cuando mi silencio afecta a la justicia, a la natural tranquilidad, al grado de bienestar de los demás. Bien sé que aquel no comprometido silencio quiere significar: “prefiero callar si no puedo hablar a favor de una determinada persona”; pero, en la práctica, solo se convierte en un silencio cómplice, pues se calla cuando se debería aportar con una opinión, cuando se debería expresar el desacuerdo -por ejemplo- con quien trasgrede, con quien comete una falta o error que afecta a alguien más. No olvidar que otorgar quiere decir consentir, conceder, dejar pasar.

Hay en toda esta semántica un aspecto curioso: si quien calla, de verdad consiente, el “otorgado” se convierte en forma automática en un “consentido”... Utilizo el término con intención, porque en inglés la palabra que tiene un equivalente significado es “conceited”, que vendría a significar justamente mimado o consentido. Pero hay algo más: el uso más frecuente del adjetivo “conceited” se da con el objeto de caracterizar a alguien con la acepción negativa de presuntuoso o presumido.

En fin, y a pesar de todo lo hasta aquí manifestado, postulo que la gente también utiliza el aforismo para expresar un sentido de esperanza; cree que, si observa algo injusto o inapropiado, quizá sería mejor dejarlo en manos del destino para que se encargue de resolverlo en otro momento, “más tarde”. Confía que el tiempo, por propia cuenta, se ha de encargar de poner las cosas en su lugar. Está persuadida que si dice “el que calla, otorga”, lo que realmente está expresando es: “mejor me callo, que luego el tiempo me dará la razón”; o “el tiempo pasa, pero la Providencia es tan sabia, que se toma su tiempo, y al final termina poniendo las cosas en su respectivo lugar; entonces, el inocente termina siendo reconocido como inocente y el culpable termina siendo juzgado como lo que de verdad es, como culpable”.

Sí, ¡qué curioso! Y qué curiosa esta forma de poner en manos del capricho de la casualidad nuestro propio destino y el destino ajeno; curiosa forma de encargar al capricho del tiempo nuestra suerte y nuestra esperanza. Se me antoja que esta es una forma de irónico conformismo, o de pasiva conformidad; y a veces incluso, una forma de enunciar -aunque con distintas palabras- otro conocido proverbio, aquél que reza que “quien ríe al último, ríe mejor”… Medito en esta posibilidad, porque dicen por ahí que la venganza (¡qué fea palabra!) es un plato que hay que saber esperar para disfrutarlo cuando esté bien frío. “Esperar”, en este sentido, pasaría a convertirse, más que una forma de sana expectativa, en una distinta manera de ejercitar el desquite y la reparación; haciéndolo con tiempo, cuando la injuria ya haya pasado, cuando el motivo de la inquina esté casi esfumado y bien frío.

Hoy nomás, como parte de la “tarea” a la que hice referencia más arriba, pregunté a alguien, en mi propia casa, que con qué sentido utilizaría el refrán que hoy nos entretiene. Poniéndome de ejemplo el episodio de una serie que hemos estado siguiendo, ella me respondió: “Es como cuando el delincuente preguntó a su esposa si es que amaba a otro hombre; y ella, por toda respuesta, prefirió guardar silencio, optó por quedarse callada”, “Quien calla, otorga”, concluyó. Preferí no elaborar ningún comentario; y, asimismo, me quedé callado. Y, claro, con aquel callado silencio, sin duda… consentí. Quien calla, otorga.


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