25 junio 2021

El “avance” de la aviación…

Hay ocasiones en que odio el empleo de los puntos suspensivos. Pero, asimismo, siento muchas veces que estos signos son necesarios; sobre todo, cuando muestras expresiones son la respuesta a ese maridaje que se produce cuando se juntan la estupidez y la cicatería, la codicia y la insensatez… Me temo que el desarrollo de la aviación va a requerir en el futuro de un serio monitoreo de lo que se está haciendo para reducir los costos operativos… ¿Qué, sino avaricia sumada a ambición por lucrar, fue lo que produjo los catastróficos accidentes que involucraron a los dos Boeing 737 MAX que se precipitaron a tierra hace poco menos de dos años?

Me espeluzna, solo de pensar, el tener que reconocer que un ánimo empresarial avaricioso e irresponsable esté, si no proponiendo, por lo menos haciendo ya estudios acerca de la factibilidad (porque no se cae todavía en el desparpajo de hablar de “conveniencia”) de reducir pilotos en los vuelos de larga distancia (“long haul”, en inglés). En efecto, una aerolínea tradicionalmente seria como lo ha sido la Cathay Pacific, probablemente la segunda más importante del Asia Oriental y también una de las pocas con un record de seguridad operacional ponderable, se encuentra considerando la posibilidad de prescindir de dos pilotos en los vuelos de larga duración. Esto implicaría que habría dos pilotos en la cabina de mando únicamente durante los despegues y aterrizajes.

Proceder de tan insensata y estúpida manera solo querría decir que se despreciaría de un plumazo la razón escondida, pero necesaria, para que se hayan reducido de forma tan dramática en el mundo los accidentes de aviación. En realidad, nadie desconoce que ese indicativo o factor de seguridad está basado principalmente en el universal concepto de la redundancia, es decir en la previsión de contar siempre con un sustento adicional, con un apoyo o “back up” en todo lo relacionado con lo que se emplea en el mundo aeronáutico.

Por ello siempre existe más de un sistema hidráulico o de un sistema de frenos; por ello mismo, toda unidad o válvula cuenta con una de reemplazo o de refuerzo; por eso se idearon aviones con más de un motor y todos los sistemas de control tienen otro que entra a trabajar cuando falla el primero. De eso parece que se olvidaron los oscuros ingenieros de la Boeing cuando instalaron en el nuevo 737 MAX un sistema con un solo sensor, para determinar el ocasional y caprichoso funcionamiento del infame MCAS. Por ello también se empeñaron en vender la idea de un “nuevo avión”, uno que no requería entrenamiento de diferencias con los previos 737; y, claro, ahí está el resultado de que ni pilotos ni operadores conocieran que se podía utilizar un procedimiento de apoyo para evitar aquellas tragedias: la nunca despreciable cifra trágica de cuatrocientos muertos.

Pero revisemos primero en qué consistiría la “brillante idea” y cuáles serían sus potenciales “beneficios”: Se entiende que esta pretendida política se emplearía en vuelos de diez horas o más. Y entonces, se supone que concluido el despegue y la fase de ascenso, uno de los dos pilotos iría a tomar su descanso por un lapso equivalente a la mitad del propuesto tiempo de crucero. Pregunto: ¿cómo se va a monitorear –por cinco o seis horas– que el único piloto que quedaría en la cabina de mando no se infarte, se incapacite o se queda dormido? ¿Se va a contratar acaso a otro tripulante únicamente para que lo vigile? Es sabido, por las experiencias que han ocurrido, que las ocasionales incapacidades que se han presentado, no solo han sido ocurrencias súbitas sino de tal manera difíciles de reconocer e identificar que por ello se llaman justamente “sutiles” (“subtle”, en inglés), lo que quiere decir que se presentan en forma inadvertida y disimulada, y con insidiosos efectos.

Luego, ¿cuál sería el ahorro real y efectivo? Poniéndome en el lado de los operadores o de las aerolíneas, me permitiría hacer por un minuto de abogado del diablo: probablemente un uno, o, a lo sumo, un dos por ciento del costo de operación proyectado; incluyo –en este somero cálculo– la remuneración, los beneficios sociales y el entrenamiento de los dos pilotos, me refiero a aquellos de los que se querría prescindir. No olvidemos de los gastos de viaje: viáticos, hoteles, etc. Habría que tomar en cuenta también la utilidad del espacio que supuestamente se libera: en suma, la capacidad disponible adicional de otros dos pasajeros; a esto podríamos añadir la reducción en el consumo de combustible por el hecho de reducir un peso muerto de unos 250 kilos. Si, además, calculamos con el mismo espíritu cicatero, podemos inclusive añadir también las comidas…

Todo esto, sin embargo, si solo consideramos la necesidad permanente del segundo piloto en cabina como un factor de mero apoyo. Ahora bien, ¿quién se hace cargo o suple las inevitable distracciones (para no hablar de las ineludibles equivocaciones, o errores de todo tipo, que inciden en los continuos accidentes e incidentes)? Siempre se pensó que dos cabezas pensaban mejor que una; y ya se sabe: “errar es humano” o nadie es perfecto… Prescindir del segundo piloto –en forma permanente– en nuestras cabinas, sería equivalente a despreciar el más importante propósito de la transportación aérea, que nunca es el servicio sino la seguridad del vuelo.


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