22 octubre 2021

De vapores y almirantes

Creo que si hago una encuesta entre niños de cinco a doce años, y les pregunto que qué es y dónde se encuentra Corfú, casi la totalidad va a responderme que es un sitio dónde venden deliciosos mantecados y que queda en la calle Portugal, como a una cuadra del Parque de la Carolina. Pero, si conduzco la indagación entre niños de doce a setenta y cinco, estoy seguro que la mayoría me va a responder que es una ciudad y que muy probablemente está situada en Italia. La verdad es que unos y otros estarían equivocados, pero el premio se lo llevarían los niños porque Corfú pertenece a Grecia, pero no tengo duda con respecto a lo de los helados.

 

Si usted mira en el mapa la bota italiana, toma el extremo de su costa suroriental, correspondiente a una región que se conoce como Apulia, y hace una prolongación hacia la frontera entre Grecia y Albania, va a encontrar una pequeña isla que se parece a un caballito de mar, cuando se la mira desde el aire. Esa isla, ubicada en la parte septentrional del mar Jónico es la de mi pretendida encuesta, y constituye uno de los lugares más pintorescos que existen en el mundo. Un poco más al sur, quizá a unos cien kilómetros, siempre siguiendo la prolongación propuesta, existe una boca de entrada a un enorme golfo. No es más ancha que el cauce de un río. Allí, en su costa norte, existe una ciudad conocida como Préveza, famosa porque ahí algo pasó con Andrea Doria…

 

Ahora, si al mencionar a Andrea Doria, vuelvo a insistir con mi juguetona impertinencia, la de improvisar otra encuesta, y pregunto que qué les dice ese nombre, una cuarta parte va a decir que se trata del nombre de una bellísima actriz italiana; y el resto, va a decir que es el nombre de un enorme transatlántico que habría naufragado cerca de la ciudad costera que más arriba, en forma casual había mencionado. Chances hay, sin embargo, de que asome un estrafalario individuo y con total desparpajo responda que aquel nombre, el de Andrea Doria, corresponde al de un almirante genovés (casi tan famoso y controvertido como aquél otro, también almirante y también genovés, que todos sabemos que descubrió América).

 

Doria, en efecto, gobernó con mano firme, la ciudad de Génova a caballo entre los siglos XV y XVI. Fue un marinero muy reconocido; él no solo sirvió a un par de monarcas, sino que respondió a la iniciativa del Papa que puso en sus manos la armada de la Liga Santa, la que se organizó para luchar contra el Imperio Otomano, que amenazaba con dominar el Mediterráneo y gran parte de Europa. Fue en Préveza donde los osmanlíes no pudieron ser derrotados por la cristiandad, cuya armada estuvo comandada por este corajudo almirante. Sería la primera gran derrota de las fuerzas que se habían aliado para responder al llamado del Pontífice.

 

Pero no hay primera sin segunda. Y esta vez la hazaña se produjo en la entrada de otro golfo, también helénico, en un sitio donde el mar tiene un color que parece que lo hubieran pintado. El golfo separa a la Grecia continental de una enorme península conocida como Peloponeso; es la tierra de los guerreros más disciplinados y mejor organizados que hayan existido; eran oriundos de Esparta, una ciudad que compitió en la antigüedad con Atenas. Se trata del golfo de Corinto; pocos conocen que también lleva el nombre de una famosa batalla, la segunda de la cristiandad contra los otomanos, la batalla de Lepanto. Hoy quiero contarles cómo fue que lo descubrí…

 

Volé por cinco años el Airbus 340 de Singapore Airlines. Nuestra flota era de solo cinco aviones; casi todos éramos pilotos “expatriados” y volábamos a los cincos continentes. Nuestras rutas más frecuentes eran unos pocos destinos europeos, destacaban: Paris y Roma, Copenhague y Atenas. Cuando íbamos a esta última, nos alojaban en Vouliagmeni, hacia el sur de Glifadha. Estábamos obligados a rentar auto para visitar otros interesantes lugares. Así conocí algunos parajes extraordinarios como Epidauros o Meteora; y tuve oportunidad de explorar la costa norte del Peloponeso, la avecinada al Golfo de Corinto y fue de esta manera cómo un día me enteré del lugar.

 

Entre el continente y el Peloponeso hay una garganta; mas, los griegos han cortado su geografía cual si se tratase de un pastel. Es el Canal de Corinto, que ha convertido a la península realmente en una isla. Desde arriba, se puede apreciar el maravilloso color de las aguas y disfrutar de esta obra formidable, hecha por el hombre. Si se toma el camino que bordea el golfo hacia occidente, se llega hasta un sitio donde la costa cambia de rumbo y se dirige hacia el sur. Hay allí un angosto estrecho, que es cruzado por un puente. En el lado norte, y tomando hacia levante, se descubre una población que corona una ensenada. Se llama Naupacto; la palabra se habría transliterado en veneciano, y es la misma que conocemos hoy como Lepanto. Es el lugar donde combatió Miguel de Cervantes.

 

En cuanto al SS (por Steam Ship, o Barco a vapor) Andrea Noria, fue efectivamente un vapor con capacidad para mil seiscientas personas, colisionó con otro barco en Nentucket, cerca de Boston. Se hundió con cincuenta personas, entre pasajeros y tripulantes… Lo habían bautizado con el nombre de aquel otro famoso almirante.



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