11 febrero 2022

“Ah, a propósito…”

Hay veces que hacemos un largo paréntesis y nos salimos del tema. Esto, cuando hablamos o escribimos, se conoce como digresión; sucede cuando rompemos el hilo del discurso y pasamos a hablar de algo que pudiera no estar relacionado. Por ello, y justo a propósito, permítanme hacer otra digresión: tengamos mucho cuidado cuando utilizamos la palabra “disgresión” (con ese intermedia), la misma que no existe. A menos que queramos decir disgregación, que es la acción y efecto de disgregar, lo que significa desunir o separar: que es algo diferente.

 

Ayer nomás, subía el hoyo cuatro (fui a jugar golf con mi “foursome” acostumbrado), cuando de pronto uno de mis amigos comentó que estaba leyendo una novela “brutal” (es su adjetivo predilecto). Se refería a un libro cuyo autor es un amigo mutuo y que lleva por título una frase en latín: “Pecunia non olet”, que pudiera traducirse como “El dinero no huele mal”. La novela trata un tema, que es ya común y corriente en nuestros países, la corrupción; y que sucede porque lo permite la otra cara de la moneda: la excesiva tolerancia política, la inmoral impunidad.

 

Como este amigo (el del comentario), a quien llamaré “Guasón”, suele iniciar sus incontenidos coloquios justo cuando alguien trata de concentrarse y está a punto de golpear su pelota, le pedí que se esperara para conversar más tarde. Bien sabía yo que “pecunia” es una palabra latina relacionada con el dinero; de ahí que el término “pecuniario” signifique lo mismo. Sabido es, y por toda la parroquia, que “Guasón” no tolera el zumbido de una mosca, menos el movimiento de una sombra o la más mínima palabra emitida por sus compañeros. ¡Pobre del que se atreva a toser cuando él está a punto de ejecutar su golpe! El grito estentóreo de ¡Silencio!, o ¡Caaaalla!, resonará cual maldición por todos los sectores de la cancha… Y ahí mismo se hará efectiva aquella sentencia bíblica, la del “llanto y crujir de dientes” (Mateo, 13:50; Lucas, 13:28).

 

Cuando más tarde nos disponíamos a hablar de lo que había quedado suspenso, hice una breve referencia al tema pendiente. Recordaba que existía alguna relación entre unas palabras que tenían una raíz etimológica similar (pecus); recordaba que voces como peculio, pecuniario, pecuario y peculiar (ver la página Etimologías de Chile) estaban emparentadas y comenté, con absoluta inocencia, y sin ninguna escondida intención, que las voces peculio y peculiar tenían el mismo origen. Fue cuando alguien creyó que lo que yo comentaba, quizá contenía una insinuación de carácter erótico (¿sería eso? ¡No sé, uno nunca sabe!), y un tanto disgustado me espetó: ¡Ya vas con otro de tus chistes de primer grado! “No, no lo digo de broma, lo digo totalmente en serio”, atiné a balbucir. Lástima que quise terminar de comentar algo interesante, que solo fue merecedor de un cierto desdén…

 

Existen ocasiones en que de pronto pensamos en algo distinto a lo que hemos estado conversando. Entonces, interrumpimos con aquella idea, sin estar seguros de que lo nuevo pudiera no estar relacionado con lo que previamente veníamos platicando. Pero… para eso mismo es la conversación, para hablar un poco de todo. Y, si no hay relación, simplemente retomamos el tema y retornamos al hilo del discurso. Sabemos a priori que cuando decimos: “a propósito”, lo que introducimos, como nuevo punto de reflexión, no siempre está relacionado con lo que veníamos discutiendo. Para nosotros, quizá pudiera tener alguna relación, aunque ya, bien pensado, aquel “impromptu” nos habría conducido a interrumpir lo que veníamos discutiendo, al no estar relacionado con el tema de la conversación que estaba en curso.

 

Respecto a “peculio” y peculiar veamos lo que dice la página mencionada: 

 

“El adjetivo peculiar viene del latín peculiaris (perteneciente al peculio, también lo que es propio, característico y privativo de cada persona). Se trata de un derivado de peculium, vocablo que en origen parece que designaba a la parte del ganado que un dueño regalaba en propiedad al esclavo que lo cuidaba. También peculium en la Roma antigua se transforma en un término jurídico que designa al conjunto de bienes y dinero que constituyen la propiedad… y que podía estar constituido por todo tipo de bienes excepto bienes inmuebles (casas o campos), ya que los inmuebles solo podían ser propiedad del pater familias.

 

“La palabra peculium, como la palabra pecunia (dinero), tienen la misma raíz originaria que pecus, pecoris (ganado), de modo que peculiar, pecuniario, pecuario y agropecuario ostentan la misma raíz indoeuropea pekus que designa en origen a la riqueza y bienes muebles, de los que en tiempos muy primitivos el principal era el ganado”. Hasta aquí lo entrecomillado. LQQD. . .


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