22 febrero 2022

¿Urgente o importante?

Nuestro oficio, cualquier oficio, no nos permite ser tontos. Y, si bien lo vemos, nos enseña pronto a dejar de serlo. Puesto así, unos oficios serían mejores maestros que otros, aunque, bien visto, la vida misma nos va enseñando sus lecciones de sabiduría y nos regala a todos su inapelable pedagogía, tengamos o no un quehacer, profesión u oficio. El mío mismo, el cada vez menos aislado o exclusivo oficio de aviador, nos enseña a los pilotos a no ser ingenuos, y si no, por lo menos a anticiparnos a las sorpresas y a ser precavidos. El primer susto inesperado nos advierte que hay ocasiones en las que sería preferible estar fuera queriendo estar dentro, que estar ya metidos en el problema solo para descubrir que hubiésemos preferido no estar adentro resolviéndolo.

 

Creo que fue Sábato quien dijo, en Antes del fin, aquello de que: “Aunque terrible es comprenderlo, la vida se hace en borrador, y no nos es dado corregir sus páginas...” No, no siempre está garantizada una segunda oportunidad y nada nos asegura el insensato privilegio de estar repitiendo algo hasta que por fin acertamos con un definitivo intento. La vida no siempre nos permite corregir, teclear “delete”, borrar y entonces empezar de nuevo.

 

Así aprendemos que hay asuntos que son urgentes y otros importantes; y que es la inteligencia, respaldada en la experiencia, la que nos permite discriminar y resolver. Por fortuna, los asuntos o problemas no son lo uno o lo otro; no hay tal disyuntiva de que algo sea o solo urgente o solo importante. Lo bueno es que existen situaciones urgentes que pueden, o no, ser importantes; y, desde luego, situaciones importantes que pueden, o no, ser urgentes. Las realmente críticas son las urgentes que se nos antojan importantes o las importantes que debemos resolver de manera urgente. Si algo es importante pero no urgente, no hace falta apresurarse, siempre lo podemos aplazar. Si algo es urgente pero no tan importante, siempre lo podemos delegar. Luego, si no es ni lo uno ni lo otro, si no es urgente ni tampoco importante, simplemente no tiene sentido que nos tengamos que desvelar.

 

Tan determinante como aprender a diferenciar lo urgente de lo importante es saber distinguir lo sustantivo de lo adjetivo, lo permanente de lo circunstancial, lo accesorio de lo esencial. Si no sabemos definir las prioridades, nunca vamos a poder resolver con acierto o, por lo menos, con acertada oportunidad. Atender lo primordial y dejar para más tarde lo prescindible o secundario, no solo es un buen método y mejor filosofía, es muchas veces el secreto de vivir en paz y organizados, y camino seguro para aquello tan elusivo y personal que algunos llaman felicidad. Podremos estar seguros que esto, por lo menos, aportará  a nuestra tranquilidad.

 

El refranero popular tiene un aforismo perfecto para esta disyuntiva existencial. Lo que sucede es que pocos parecen haberse dado tiempo para interpretarlo. En lo personal, postulo que se debe a que con él damos al verbo tomar un significado que no es apropiado. Decimos “No hay que tomar el rábano por las hojas”, como que con tomar quisiéramos decir coger, asir o agarrar. No caemos en cuenta que, en este caso, tomar tiene un distinto, y totalmente diferente, significado. Si decimos “tomar el contenido de un libro por la apariencia de su carátula”, por ejemplo, lo que estamos tratando de subrayar es que no debemos confundir lo que algo aparenta por su substancia y que o debemos distinguir lo accesorio de lo importante o que debemos tener la prudencia (¿sapiencia?) de tener cuidado de no dejarnos engañar.

 

“No tomar el rábano por las hojas” no implica, por lo mismo, un método de cultivo ni una manera cuidadosa para agarrar al rábano con prolijidad. Lo que realmente nos sugiere el conocido adagio es que no debemos confundir lo importante (el tubérculo o fruto) con lo que es solo secundario y no esencial (las hojas). Nada de malo tendría aquello de asir o agarrar las partes del rábano por las raíces o por cualquier otro lado. No se trata de la manera en que lo agarremos. El aforismo solo nos sugiere reconocer lo verdaderamente primordial.

 

Leo en casi la totalidad de los chats, que la gente da al refrán una interpretación equivocada. Solo he encontrado una página que interpreta el verbo sin tergiversar su sentido. Se llama “búho.gurú” y señala con corrección: “La expresión nada tiene que ver con el hecho de coger, de agarrar el rábano, aunque posteriormente se creara, sobre la primera acepción de tomar el falso sinónimo «coger»; hay que traducirla por «creerse que el rábano son las hojas. Las hojas del rábano no se comen, aunque son la parte que más llama la atención». 

 

He disfrutado en el Asia, sobre todo en Corea,  de una enorme variedad de rábanos, pero nunca he ingerido las hojas, y no porque ellas “me importen un soberano rábano”, expresión que quizá se use porque el rábano parece haber sido siempre un tubérculo barato, accesible y muy popular en los mercados. Nada tiene de “soberano”.


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