08 marzo 2022

“Kiasu syndrome”

Lo llaman “kiasu syndrome” o síndrome del “kiasu”, vocablo que se usa en Singapur para identificar al niño mimado o consentido. Por extensión, se conoce como kiasu a quien hace ostentoso alarde de tenerlo todo, al pagado de sí mismo. Y no es que los singapurenses (nunca supe si llamarlos singapurianos, singapureños o singapurios) sean gente desordenada, desobediente o díscola; al contrario, integran una sociedad normativamente rígida y bastante reglamentada, tanto que a su ciudad-estado se ha venido a conocer como “The fine city”. No escapará a su intuición que aunque “fine” quiere decir “bien”, también tiene otro significado: multa. Y es que Singapur es un pequeño país asiático que supo saltar al primer mundo gracias a un sistema de obligar a hacer cumplir la ley.

 

Para todo hay multas en Singapur. Su patriarca y primer ministro vitalicio, Lee Kwan Yew, a quien tuve el honor de transportar más de una vez, pronto había descubierto que la única manera de educar a un pueblo de pescadores era por medio de un régimen disciplinario rígido e intransigente. La multa se convirtió entonces en elemento disuasivo y también en seguro profesor. Dejabas sucio el baño público o no tirabas la cadena, multa. Cruzabas la calzada en el sitio que no estaba permitido, multa. Tirabas la colilla de tu cigarrillo en la vereda o arrojabas en la calle un desperdicio, multa. Igualito que en el Ecuador, dirán ustedes; pero la pequeña diferencia era que allá la multa era coactiva, e iba de  200 a 500 dólares por infracción. Sí, ¡Igualito que en el Ecuador!

 

Pero, ¿saben qué?, ¡el sistema funcionaba!, todo el mundo respetaba la cola en las paradas, a nadie se le ocurría botar la envoltura de una golosina en la vereda, los baños públicos eran un paradigma de limpieza y nitidez. Otro asunto importante era la cultura de estacionamiento: siempre en reversa (como método preventivo de seguridad en caso de evacuación urgente o cataclismo) y siempre dentro del espacio señalado; nadie podía utilizar dos espacios a la vez. ¿Alguien se montaba sobre las líneas divisorias?: quinientos dólares. Así que todos ordenaditos. No respetar las normas era ser un “kiasu”, y un soberano pendejo. En un país donde no hacer lo debido es objeto de sanción, hacer algo penado era no solo una contravención, era una forma de aceptar que se era un ingenuo.

 

Para los pilotos que fuimos a volar con Singapore Airlines, fue una gran experiencia vivir en ese querido país. Para nosotros y nuestras familias. Ahora, claro, depende de las respectivas circunstancias personales y familiares y de cómo cada cual maneja su propio proceso de adaptación, pero por lo general fue un país ordenado y limpio, interesante y agradable; y, por sobre todo, muy seguro para vivir. Se podía decir que cualquiera podía caminar solo por la calle a cualquier hora de la noche, sin tener que temer por un asalto o una presencia amenazante e inesperada.

 

Pero,  nada es perfecto. Singapur puede ser muy ordenado, pero el sistema es contradictorio cuando la gente no cae en cuenta que las normas tienen un solo objetivo: lograr la comodidad, bienestar y seguridad de todos. En definitiva, que todo aporta a un fundacional sentido de comunidad. Esto no lo han entendido los “kiasus”, aquellos que están por dejar su lugar de estacionamiento y advierten que alguien está esperando para tomar su espacio… Entonces, ya listos para iniciar su movimiento y partir, hacen como que estuvieran buscando algo. Es su proclama de intención: “Este es mi espacio”, parecen enunciar… Era cuando yo también adelantaba mi vehículo, hasta colocarme justo detrás del suyo; entonces, dejaba encendido el motor, ponía freno de mano, me bajaba del auto, me dirigía al maletero, lo abría y me daba todo el tiempo del mundo mientras yo también buscaba algo inexistente…

 

Pienso en Singapur casi cada mañana, justo cuando cumplo con una de mis inveteradas tareas matutinas: la visita a la panadería. Es allí donde advierto que casi nadie estaciona como es debido, casi nadie utiliza el espacio asignado; unos se montan sobre la línea reservada para el vecino e invaden su espacio (en la práctica, utilizan dos espacios), se estacionan en forma diagonal y, aunque crean que exagero, se “parquean” (como decimos en mi tierra) en absurda forma transversal. Creo que el mensaje que entregan es definitivo y aterrador: “Me importan un comino los demás”, o “Jódanse, ya llegué y yo soy el dueño y señor de todos los espacios”…

 

Definición 1: Kiasu, persona que no se pierde una ganga (un chollo) y cree que se perjudica si no aprovecha la ventaja de un baratillo, una rebaja o una oferta…

 

Definición 2: Kiasu, todo aquel que no ha entendido, o ha olvidado, que el propósito de la sanción no está en la pecuniaria multa, sino tan solo en el inocuo (y gratuito) escarmiento…


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