15 marzo 2022

Otra vez, el liderazgo

“Gerenciar tiene que ver con convencer a la gente para que haga cosas que no quiere hacer; mientras que liderar es inspirar a la gente para que haga cosas que nunca se imaginó que era capaz de hacer”.  Steve Jobs.

 

“No sé definir la pornografía, pero la reconozco cuando la veo”, había dicho una vez el juez estadounidense Potter Stewart. Quizá lo mismo se pueda decir del liderazgo, no solo porque el concepto para cada uno es subjetivo, e incluso susceptible a que lo cambiemos de acuerdo a nuestras experiencias, sino que está constituido por diversos elementos que hacen que una sola fórmula no sea suficiente. En otras palabras: ningún liderazgo es perfecto y cada tipo de sociedad o de actividad, incluso de situación, quizá requieran de un tipo de liderazgo diferente.

 

Es probable que la primera referencia, es decir el paradigma más temprano que nos influencie y deje en nosotros huellas, sea el que dejaron en nuestra infancia nuestros propios padres o aquellas personas que estuvieron cerca en la época germinal de nuestra formación, como es el caso de quienes fueron nuestros tutores o maestros. Desde muy temprano en nuestras vidas, habríamos visto en su estilo y actitudes, rasgos e indicios que nos habría gustado imitar o que, por el contrario, nos habría disgustado repetir; se habría tratado, en este último caso, de métodos y actitudes que desde temprano habríamos preferido no imitar.

 

Pudiera decirse, por lo mismo, que hay tantas definiciones de liderazgo como que de personalidades existen. Sé muy bien que esto suena un poco exagerado, pero no estamos hablando de una definición objetiva, sino de lo que a cada uno de nosotros nos parece como más adecuado o preferible. Esto encierra una gran verdad: lo que es bueno o funciona para unos, no necesariamente es bueno ni resulta efectivo para otros. Para empezar, no todos nacen con las mismas aptitudes o con las mismas características para hacerse seguir o para poder dirigir o mandar. Máxime si el concepto que más nos interesa de liderazgo no es precisamente aquél de “ordenar” a otros, sino el de conducir, motivar e inspirar a los demás.

 

La frase de Steve Jobs, contenida en el epígrafe inicial es, en este sentido, elocuente, definitiva y concluyente; no es lo mismo gestionar o administrar que algo tan diferente como liderar. Quizá la confusión derive del sentido castrense y casi bélico que en sus orígenes pudiera haber tenido la palabra liderar. Ser líder, en otros tiempos, implicaba o habría requerido tener una predisposición física adecuada con la tarea que iba a ser encargada; tarea que, a su vez, no partía de la base de una emulación o seguimiento, sino la definitivamente pugnaz del litigio, la lucha o la confrontación.

 

Un día en una reunión, alguien muy díscolo y autoritario sugirió que  se enseñara o se diera entrenamiento a quienes debían mejorar o revisar su forma personal de liderazgo. Sospecho que si alguien no está preparado para ejercer el auténtico, el verdadero liderazgo, puede pasar veinte años "estudiando" lo que es el liderazgo y, lamentablemente, no va a aprender nada. En tal sentido, debería primero redefinir su particular concepto de liderazgo. El liderazgo es, por sobre todo, una forma de dirigir sin hacerse temer, es una forma de actuar que invita a la emulación, es una forma de conducirse que invita a ser imitado. Es un hacerse repetar sin hacerse odiar. La pregunta esta vez no es si el líder nace o se hace. Uno puede nacer con las aptitudes pero no saberlas utilizar en el camino. O puede nacer con limitaciones pero puede encontrar fórmulas para aprender a organizar mejor a los demás y aprender a emplear recursos para saberlos inspirar.

 

Los libros y los estudios pudieran ser de gran ayuda. Al final, es la vida la que nos enseña a conocernos mejor y los viajes los que nos ayudan a conocer el mundo, pero son los libros los que nos ayudan a entender mejor ese mundo y nos permiten, como humanos, interpretarnos en forma debida y entendernos mejor a nosotros mismos.

 

Nota: dedico esta entrada a una de mis últimas “jefes” quien luego de hacerme “bulling”, es decir de hostigarme y acosarme por casi seis meses, tuvo la osadía un día (y el cinismo) de convocar a una reunión, a pretexto de hablar de “clima laboral”; para solo tratar de lucirse y pontificar acerca de lo que para ella era el liderazgo... entonces habló de que otros coaccionaban a sus subalternos y los hostigaban… Estaría por demás decir que nunca me pareció más acertado el espíritu de ese casi olvidado apotegma, aquél que dice: “el burro hablando de orejas”…


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