12 julio 2022

Algo más sobre Nebrija

¿Qué es el castellano? ¿Un idioma autóctono, probablemente una forma de visigodo, que se fue contagiando por el latín importado por los romanos? ¿O fue, más bien, un latín contagiado el que se fue contaminando poco a poco con palabras pertenecientes a otras lenguas? La segunda opción fue propuesta por Antonio de Nebrija, que ha ido sumando apoyo. El castellano sería una variante del latín que fue adaptando otras palabras y formas de construcción de otros idiomas. Esa nueva lengua, una forma de habla vulgar, es lo que hoy se conoce como romance.

 

Antonio Martínez de Cala y Jarana había nacido en Lebrija (1444–1522). Vivió, por tanto, durante los últimos años de la Edad Media y los primeros de la Edad Moderna. Como era costumbre, escogió un nombre latino, tomó un cognomen relacionado con el lugar de nacimiento y un praenomen emparentado con dos emperadores que habían nacido en su tierra y se habían identificado como Aelius (Elio); así, rescatando el nombre antiguo de su natal Lebrija, la Nebrissa de los tartesios, o Nebrissa Veneria romana, pasó a identificarse como Aelius Antonius Nebrissensis. Esa palabra, veneria, hacía relación a la caza mayor que parece fue abundante en la zona. Venado, según el Diccionario, viene del latín “venatus” que entonces quería decir “res de caza mayor, en especial ciervo, oso y jabalí”.

 

No obstante, durante los primeros años del siglo XVI entró en vigencia una disposición que puso orden a una confusa costumbre existente en los apellidos españoles. En efecto, hasta que el regente, Cardenal Francisco Jiménez de Cisneros, no la estableció, existía un gran desorden en cuanto a los apellidos registrados en España; no solo que se los escogía cada vez con relación al lugar de nacimiento, alguna característica física o determinado oficio, sino que incluso hermanos de idénticos padres podían tener apelativos distintos… Nebrija se habría inscrito como Antonio Martínez de Cala y Jarana, en base a los apellidos de sus padres (Martínez de Cala e Hinojosa y Jarana de Oso).

 

Elio Antonio fue un sobresaliente gramático y un destacado humanista. Su temprana exposición al idioma y a la cultura latina, pues vivió en Bolonia durante su primera juventud, le dieron el fundamento que marcaría su vida; esto probablemente le hizo meditar más tarde en los errores e imperfecciones que tenía la práctica del castellano como lengua nueva, y le hizo avizorar la necesidad de una gramática que fuera pionera entre las lenguas del romance. La propuesta apuntaba a hacer más fácil el aprendizaje del castellano para todos. Su Gramática, la primera de nuestra lengua, vería la luz en el mismo año de la Toma de Granada y del Descubrimiento de América (1492); se componía de una división que aún perdura en la actualidad: etimología, ortografía, prosodia y sintaxis.

 

Los trabajos de Nebrija no solo incluyen lo mencionado; están sus diccionarios Latín–Castellano y Castellano–Latín, que datan de los años del Descubrimiento; también su Introducción al Latín, escrito precursor (1481) que representa su tarea germinal. Con este texto, Nebrija da rienda suelta a su más reticente preocupación: tratar de facilitar, con el correcto conocimiento del latín, el más eficiente aprendizaje y máximo aprovechamiento de otras ciencias. Un capítulo aparte representa la Biblia Políglota, encomendada por el mismo cardenal Cisneros, con la cual corrigió –a riesgo de entrar en conflicto con el intransigente Santo Oficio– los errores deslizados en la traducción de la Septuaginta, cuando san Jerónimo había preparado la Vulgata latina, "inspirado" por el Espíritu Santo.

 

Hace pocos días se publicó un artículo del académico Alex Grijelmo, respecto a Nebrija, el mismo que –debido a su extensión– no se me hace fácil transcribirlo en este blog. Sin embargo, resulta tan interesante el tema que he considerado dos posibilidades: rescatar su parte más significativa o intentar un resumen de sus principales comentarios. Procuraré preparar un esbozo con la reedición abreviada de su más importante contenido. En ese artículo se subraya, por ejemplo, la “amistad” que Nebrija creía que debía vincular al Imperio con la lengua; ahí se expresa que no se referiría al castellano sino al latín, con el sentido que la palabra imperio tuvo en esos años, que no fue otro que el de “autoridad, mando y señorío”, nunca el de sujeción o sometimiento.

 

Nebrija habría sugerido el lema heráldico para el escudo de los Reyes Católicos: Tanto Monta (es decir, Tanto Vale). Este se refería al Nudo Gordiano que supuestamente debía desenredar Alejandro Magno. Gordias era una zona ubicada en Anatolia, considerada la puerta de Asia; según la leyenda, quien zafara el nudo conquistaría el continente. Alejandro lo cortó, en lugar de desenredarlo, quedando el lema para Fernando II de Aragón como su divisa personal.


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