25 octubre 2022

Asignaturas pendientes

Todos tenemos “cosas por hacer”, asuntos que –queriéndolo o no– siempre dejamos para otro rato, para cuando tengamos tiempo y no tengamos nada que hacer (pero que llega el tiempo en que ya tenemos ese tiempo y también nada–que–hacer y tampoco las hacemos); ahí, entre esas cosas están los documentos que ofrecemos o prometemos poner en orden y en su lugar, o simplemente todos esos cajones y repisas donde todo parece tan ordenado pero que, dada la necesidad y circunstancia, nunca vamos a poder encontrar con facilidad lo que, en caso dado, alguna vez nos proponemos. Está por ahí también esa lista con los trámites, gestiones y todos esos otros asuntos que no hay, que no se puede, dejar de hacer pero que, por uno u otro motivo, los postergamos (como parte de ese verbo vergonzante que es el de procrastinar)…

 

Pero también hay otra lista, u otras listas, ahí se registran ciertos asuntos que (gracias a Dios) no “los–tenemos–que–hacer”, pero que han pasado a formar parte de nuestros proyectos o de los designios de nuestra indecisa voluntad. Ahí están las mejoras que queremos hacer en casa; ciertas prendas que queremos comprar o adquirir; los libros que tenemos planificado leer; las tareas o temas pendientes para cuando vayamos a un cierto punto o lugar, o por ahí cerca. En mi caso particular, tengo otra lista: son los lugares que aún me gustaría conocer o a donde quisiera volver –aunque sea una última vez– si todavía queda tiempo y “si todavía tenemos como” (eufemismo por “si hay tiempo y dinero”); es decir, vaya… “antes de partir”.

 

Como se pudiera comprender, aquello de ser o haber sido aviador no es necesariamente un factor equivalente a “haber viajado por todo el mundo”. De hecho, hay pilotos que, aunque parezca insólito o incomprensible, no han ido a ninguna parte a menos que hubieran salido de vacaciones; su trabajo se ha limitado a hacer vuelos “locales”, es el caso, por ejemplo, de ciertos instructores de vuelo que no hacen otra cosa que volar “al eco (al este) de la estación”, o para poner otro ejemplo, el de los fumigadores. Desde la perspectiva de los viajes, solo de los viajes, lo ideal quizá sería lo contrario: volar a todas partes, a cualquier lugar, siempre que tengamos el tiempo disponible. Pero, claro, ese no siempre es el caso, los viajes son casi siempre costosos y su realización requiere de un presupuesto, de una reserva especial.

 

Por ello es que hay también otra lista, una lista final, una que llamaría “la lista de los antojos finales”, algo parecido a la que elaboraron un par de improvisados amigos en esa película traducida como “Antes del fin” (“The bucket list”). Así, en cuanto a viajes, digo a prospectos de viaje, hay unos pocos que todavía me gustaría hacer. Se trata de lugares que no he conocido todavía o de otros a los que aunque ya he ido, ya los conozco, pero me gustaría volver una vez más; me gustaría repetir… Mención aparte merecen esos paseos planificados que, por circunstancias imprevistas y de última hora, nos vimos obligados a suspender y que nos dejaron, en la lista de experiencias no realizadas, el renovado propósito de intentar en el futuro una nueva vez. Tal fue, en mi caso, un viaje a Florencia que no pudo ser…

 

Era verano de 1997, yo volaba entonces para Korean Air; habíamos programado con mi familia reunirnos en Seúl a principios de agosto para continuar a Florencia donde habíamos arrendado un departamento por ese mes. Aprovechando de los boletos que la compañía nos proporcionaba, mi familia debía subir a Nueva York para continuar hasta Corea donde iba a permanecer por unos pocos días antes de continuar a Roma. Poco antes, durante los últimos días de julio, me encontraba realizando un vuelo a Bangkok y Singapur que me tomó unos cuatro días. Al tiempo que yo efectuaba esta rotación, y totalmente ajeno a lo que sucedía en Quito, uno de mis hijos había tenido un muy grave accidente que lo tuvo en coma y, más tarde, en cuidados intensivos. Del trágico accidente solo me enteré al volver a Seúl. Como era lógico, tuve que viajar ese mismo día al Ecuador, suspendiéndose así nuestras vacaciones.

 

Han pasado exactamente 25 años y este verano se presentó la posibilidad de intentarlo otra vez; por lástima, una situación imprevista en lo personal nos obligó a postergar el ansiado periplo. Hay al menos otros dos viajes que en el futuro intentaré efectuar: un primero a Croacia; con una alternativa: volver a Barcelona cuando se haya concluido la interminable construcción de la iglesia de la Sagrada Familia. El otro sería a un par de ciudades del Caribe que aún no he tenido oportunidad de conocer –La Habana y Cartagena–; su alternativa será la de una de las ciudades más europeas que hay en América, un lugar que me llena de recuerdos y al que siempre me es grato volver: Buenos Aires, pero con clima abrigado.


Share/Bookmark

No hay comentarios.:

Publicar un comentario