24 febrero 2023

Nación y nacionalismo

“El patriotismo es el amor a nuestro país, el nacionalismo es el odio al otro”, ha declarado el presidente francés Emmanuel Macron (Amiens–Picardía), en entrevista concedida en días pasados al escritor español Javier Cercas en el palacio del Elíseo. Bueno… eso dice el titular; en realidad ha expresado algo parecido. Ha dicho también que: “nacionalismo es pensar que quererse a uno mismo es (equivalente a) zarandear al vecino”. Macron es un intelectual que apuesta a la integración europea. Cercas le ha planteado la dicotomía existente entre democracia y nacional–populismo; una ideología que ha hecho crisis en Europa, y un tipo de postura que ha incidido en la elección de Donald Trump y ha permitido la novelería del Brexit.

 

Macron sostiene que hay una crisis en ese modelo que, aunque ha sacado de la pobreza a mucha gente, ha creado enormes desigualdades. Por mi parte, estoy persuadido de que el nacionalismo no es malo en sí mismo ni que quiera decir xenofobia u odio al extranjero por el hecho de ser diferente. Pienso en el concepto, más bien como un instrumento unificador, como un elemento de identidad que fortalece el sentido de colectividad y el sentimiento de heredad de los pueblos. Siempre pensé que la patria era un concepto geográfico, el territorio; y que la nación era un concepto histórico, sustentado por propósitos comunes, y por los valores de la tradición y la heredad.

 

Decía en este mismo blog (ver Itinerario Náutico de 15 de junio pasado) que patria es un concepto relacionado con el espacio; y que nación es una entelequia filosófica y espiritual que está relacionada con el tiempo. La patria nos relaciona con unas costumbres y con un paisaje; la nación nos hermana con unos ideales y unos propósitos. Por ello es bueno referirse al diccionario de la Academia y revisar el significado de unos pocos conceptos:

 

·     Patriotismo: 1. Amor a la patria. 2. Sentimiento y conducta propios del patriota;

·     Nacionalismo: 1. Sentimiento fervoroso de pertenencia a una nación y de identificación con su realidad y con su historia. 2. Ideología de un pueblo que, afirmando su naturaleza de nación, aspira a constituirse como Estado.

·     Patrioterismo: Alarde propio del patriotero;

·     Patriotero: Que alardea excesiva e inoportunamente de patriotismo

·     Xenofobia: Fobia a lo extranjero o a los extranjeros.

 

Nótese  que existen dos definiciones de nacionalismo que aunque no se contraponen, son bastante diferentes: el nacionalismo tiene una base como sentimiento y puede tener otra como ideología. Ahí pudiera estar el problema, cuando lo utilizamos como pretexto y le damos un sentido radical; ahí, el nacionalismo nos invita a algo parecido al regionalismo intransigente y, sin que lo meditemos, hace que nos encerremos. Lo otro, aquello de que el nacionalismo pueda ser la “ideología de un pueblo que, afirmando su naturaleza de nación, aspira a constituirse como Estado”, tampoco es malo en sí mismo; ahí están los casos españoles con sus posturas que buscan autonomía. Hablamos aquí de autodeterminación, no de estéril antagonismo.

 

En ese sentido, coincido con otro pensamiento de Macron: dice que “No hay paz (que no puede haberla) si no se respeta la soberanía nacional y la integridad de las fronteras”; concuerdo también con que existen tendencias extremas y demagógicas que buscan alcanzar el control político (lo cual, tampoco es malo en sí mismo), lo grave –lo realmente pernicioso–  es cuando esas facciones no se contentan con tener solo el control, pues lo que quieren realmente es el control total. Un defecto de ese tipo de nacionalismo es pensar que lo bueno es siempre mérito de sus dirigentes, y que lo malo sucede por culpa del Estado o del centralismo.

 

La experiencia europea invita a pensar en la unidad política de América Meridional; claro que las circunstancias son disímiles, pero nos aproxima el hecho de que los dos aspectos, país y nación, complementan el concepto integral del Estado. Esa tesitura nos obliga a ser rigurosos y nos demanda, además, la necesidad de convocar a una verdadera identidad regional. La unidad latinoamericana es una aventura que debe intentarse en un marco de autonomía y libertad, jamás encorsetada en el mezquino molde de las ideologías. Debemos tratar de construir juntos, respetando nuestras tradiciones y diferencias, intentando encuadrarnos siempre en un objetivo que sea factible y basado en el interés común. En proponernos una nueva narrativa”, como lo expresa el mandatario francés.


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