10 marzo 2023

Las bondades de la risa

Paul Newman había estado casado por dos ocasiones; la primera vez su matrimonio había durado nueve años. Cuando el actor filmaba una de sus populares películas habría conocido a Joanne Woodward quien llegaría a ser su segunda esposa hasta el final de sus días. A ella le habrían preguntado que cuál consideraba que era la razón para el éxito de su matrimonio y qué era lo que más le atraía de su marido. “Paul es uno de los hombres más interesantes que he conocido –habría respondido–, pero lo que a mí siempre más me ha enamorado es su habilidad para hacerme reír”.

 

No estoy seguro si lo que ella quiso decir fue que lo que le gustaba de Paul era que era chistoso o simplemente que tenía una forma particular de hacerle feliz. Hay gente que vive tratando de hacer reír a los demás; pero una cosa es tratar de hacer reír y otra, diferente, conseguir que los demás rían efectivamente. A lo largo de mi vida he conocido un par de personas que siempre han estado jugando con las palabras o utilizando el doble sentido para provocar la risa ajena; ellos, por lástima, dejan la impresión de que quien más les celebra son ellos mismos. Tuve inclusive un colega que, con el ánimo de distender el ambiente en la cabina, trataba de contar algún chiste o anécdota solo para ser reprendido en términos de que no debía descuidar la formalidad requerida en ciertas fases críticas del vuelo…

 

Hay, efectivamente, gente con un gran sentido del humor, cuya genial y espontánea reacción merece nuestra admiración y gana nuestra simpatía; es más, existen personas con tal gracia natural que solo de verles provocan nuestra hilaridad y suscitan nuestra risa. Pero el humor tiene su momento y su oportunidad; una cosa es la chispa y la broma ocasional; y, otra, también muy diferente, la cháchara sin sentido y eso de tratar de encontrar en todo un motivo para la risa. Del mismo modo, hay quienes tratan de usar el humor solo para hacernos reír, pero existen otras personas que, sin querernos dar gusto en todo, buscan –a su manera– la forma de hacernos sentir cómodos, apreciados y contentos. Quizá sea eso –más bien– lo que importe más en la vida.

 

Hay gente que se siente incómoda cuando alguien trata de hacerles reír todo el tiempo, quizá tienen recelo de que quien bromea pudiera decir algo inconveniente en su desatinado afán de hacer reír sin ton ni son o en todo tipo de circunstancia. Por el contrario, hay quienes  prefieren compartir con personas serias y circunspectas o que parezcan serias por el mero hecho de parecerlo. Es curioso, pero existen familias enteras que evitan estarse embromando y que convierten un trato sin bromas y sin risas en una forma particular de “cultura” propia de sus hogares.

 

Conocí alguna vez al padre de una amiga, él era un contralmirante retirado. Estaba persuadido de que las personas que merecían su confianza no hacían bromas ni se pasaban contando chistes. Su curioso convencimiento, sin embargo, parece que se desvanecía cuando se tomaba él mismo un par de tragos y buscaba la aceptación de las personas presentes. Entonces su humor adquiría una leve cuota de sarcasmo aunque detrás de sus bromas no parecía haber malicia: era solo que no tenía la costumbre de hacer bromas y de hacer reír. La gente no interpretaba su humor porque se había acostumbrada a verlo siempre serio. Aquello me hacía recordar un viejo adagio, aquél de que el humorista se ríe “con” los demás y que quien maneja la ironía se ríe “de” los demás…

 

La palabra “sarcasmo” parece provenir del griego “sarkázein” que significa pelar la carne, a la manera que hacen los perros con los huesos. Resulta contradictorio que, en lugar de hacer reír, provoquemos la impresión de que intentamos “cortar la carne” de quienes hemos escogido como objetivo de nuestra burla o afán de ridiculizar.

 

En días pasados leí en Linkedin un mensaje que alguien había colgado; recogía ciertas reflexiones del actor cómico Charlie Chaplin, quien murió a los ochenta y ocho años de edad:

1.     Nada es eterno en este mundo, ni siquiera nuestros problemas.

2.    Me gusta caminar bajo la lluvia, para que nadie descubra mis lágrimas.

3.    El día más desperdiciado de la vida es aquel en que no reímos.

4.    Los seis mejores médicos del mundo son: el sol, el descanso, una dieta balanceada, la autoestima y el disfrute de los amigos.

¡La vida es solo un viaje! ¡Vive el presente!, decía el mensaje. Yo solo añadiría que debemos aprender a no tomarnos tan en serio y a reírnos de nosotros mismos. No tratemos de ser felices con las preferencias o los valores ajenos ni tratemos tampoco de hacer felices a los demás con las preferencias o valores que son nuestros…


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