21 julio 2023

Anatomía de una distorsión

“Nuestra época sucumbe por un exceso de palabras” – Alejo Carpentier, El siglo de las luces.

 

La calle es larga, debe tener unos cuatro kilómetros; corre con rumbo suroriente paralela a la autopista Gral. Rumiñahui, en el valle de los Chillos. Una vez que se cruza la avenida Ilaló, de golpe, la rúa pierde su condición de ancho y arbolado bulevar; pues, a partir de un segundo semáforo, súbitamente se convierte en vía unidireccional. Así se mantiene por cosa de un kilómetro hasta que, a partir de un tercer semáforo, vuelve a su condición previa y recupera el doble sentido. El último semáforo está ubicado en una encrucijada, pero parece que cuando lo instalaron, no se tomó en cuenta que la transversal que cruza la avenida Zamora (vamos a llamarla “Z”) no concentraba el mismo flujo de tránsito que la vía antes señalada, que debía tener un propósito de descongestión.

 

La mala programación de ese semáforo, sumada a la falta de rediseño de los carriles –en las zonas próximas a la encrucijada–, así como una inadecuada expropiación de las esquinas, por parte de las autoridades, en beneficio de la correcta distribución y flujo del tránsito en ese sector, crea hoy una innecesaria congestión en la vía “Z”, antes del 3er semáforo, en su carril derecho, único disponible para que los automotores continúen en forma ágil hacia el suroriente, especialmente durante los fines de semana. Es obvio que esto ocurre porque los usuarios ocasionales no están familiarizados con otras alternativas (rutas menos congestionadas) que los vecinos conocen y utilizan.

 

Esto sucede en la parte que la vía es unidireccional (entre el 2do y 3er semáforo), pues allí la vía “Z” solo consta de dos carriles, aunque en los últimos trecientos metros el de la izquierda solo sirve para virar hacia ese lado, pues han colocado en la encrucijada unos tubos disuasorios que no permiten continuar en el mismo sentido que quienes transitan por el lado derecho (esto es, justo antes del 3er semáforo), a menos que aquellos conductores traten de incorporarse al carril derecho con porfía y a destiempo (provocando el malestar y comprensible rechazo de quienes, con paciencia, han ido formando fila en los últimos 300 metros). Esta condición no se produce durante los días de semana, pues los usuarios que ya están conscientes de esta eventual situación, superan el escollo dando la vuelta alrededor de la última manzana, usando la transversal previa al semáforo, yendo por el lado izquierdo.

 

Pero hay algo adicional: existe también –una cuadra antes del semáforo y a manera de vía alterna–, una pequeña calleja que permite acceso a un pasaje estrecho, con lo cual se configura una “pata de perro” que permite hacer by-pass al semáforo por el lado derecho. Para usar este recurso, sin embargo, es necesario incorporarse, haciendo fila desde antes de la calleja en el carril derecho. Hay conductores, no obstante, que haciendo caso omiso de que otros se encuentran haciendo fila –en forma disciplinada y paciente– en ese mismo carril, continúan por el izquierdo, ponen la direccional derecha a último momento, y piden paso para saltarse la fila y entrar en la estrecha calleja mostrando, a la par que su espíritu ventajista –y su abusiva condición de “sapos vivos”–, su total falta de respeto hacia quienes vienen detrás suyo y esperan continuar sin interrupción por el carril que les permitirá luego virar a la izquierda.

 

Ayer nomás venía incorporado en la fila del lado derecho, listo para ingresar en la calleja, consciente de que algún vivaracho ocasional quisiera usar el dichoso subterfugio de saltarse la fila y sorprender a algún incauto ubicado próximo a la bocacalle. Y es que esta argucia se ha ido haciendo tan frecuente, que hay “sabidos” que no contentos con no respetar la fila, pretenden desconocerla porque dizque “piden paso con educación” para cruzar directo hacia la calleja, con lo que creen que quedarían excusados (a pesar de que no habrían demostrado su pretendida “cultura” respetando la fila) y sin embargo de que se habían mofado de los demás honrados conductores que esperaban su turno para tomar el atajo en forma ordenada y respetuosa, como todos sus compañeros de paciente suplicio.

 

Por supuesto que, por esta vez, no cedí a la pretensión de quien no solo que en forma aleve me reclamó por no haber atendido a su “educado requerimiento”, sino que en alarde de “viril bravuconada” me rebasó en forma temeraria, para luego detener su vehículo, delante mío, en el pasaje y reclamarme con absurdo cinismo “ya que me había pedido paso en forma respetuosa”, queriendo darme así clases de un “respeto” que antes no había sabido ofrecer. Así están las cosas, los irrespetuosos reclamando y queriendo dar clases de hipócrita consideración y cortesía. ¡Vaya cinismo!


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