11 julio 2023

Sentimientos tristes

Hace poco estuve ‘hojeando’ un periódico digital; traía un interesante artículo que llamó sobremanera mi atención, hablaba de algo así como las ‘pulsiones o emociones tristes’. Luego de curiosear otros contenidos, traté de volverlo a revisar (he tomado la costumbre de auscultar los criterios de quienes hacen comentarios). Pero eh ahí que, cuando quise volver a releer el asunto, ya nunca lo pude volver a encontrar. Utilicé entonces el buscador, resaltando distintos elementos (pues no había registrado ni recordaba el título) pero la búsqueda resultó infeliz e infructuosa, obligándome a explorar otros escritos para tratar de reubicar el tema extraviado.

 

El artículo mencionaba que, de acuerdo con Baruch Spinoza, existían pasiones ‘tristes’, como el odio, la venganza, el resentimiento (y un largo etcétera), que –aparte de hacer daño al mismo individuo– influenciaban en forma negativa en quienes las presenciaban; las llamaba tristes porque infectaban la sociedad y porque, lejos de obtener un beneficio o solucionar la causa de esas formas de sentimiento, ni siquiera ayudaban al afectado a propiciar su propia tranquilidad. Además, había un comentario por ahí, quizá en otro artículo, que me pareció relacionado; “es una pena –alguien señalaba– que existan personas inteligentes cuyas almas están tan envenenadas que no solo afectan a quienes los escuchan, sino que ello no les permite conseguir su propia felicidad”.

 

Me puse entonces en plan inquisitivo, acudí a la Historia de la Filosofía de J. Hirschberger y traté de escudriñar el pensamiento de Spinoza. Algo encontré, relacionado con la esencia y origen de los afectos o del poder de las pasiones, aunque todavía nada concreto con relación a lo que me interesaba. Persistí, sin embargo, en mis escarceos cibernéticos, fui a Google, escribí “pasiones tristes” y el nombre del pensador holandés (sin descuidar la inserción de una coma intermedia) y… voilá, cual piedra de Rosetta, me encontré con un breve tratado (tenía solo catorce páginas) de una autora –de nombre Diana Lizbeth García– que recogía lo que con insistente obcecación yo mismo había estado buscando. En lo medular, ahí se confirmaba:

 

Las pasiones en la filosofía de Spinoza son parte de la esencia del individuo; las que tienen que ver con la alegría llevan a la perfección, mientras que las que se vinculan con la tristeza lo llevan a la imperfección. Las pasiones tristes representan aquello que nos separa del bienestar (…) son el resultado de la ignorancia (…). Derivan en errores y son: el desprecio, el odio, la aversión, el miedo, la desesperación, el remordimiento, la conmiseración, la indignación, el menosprecio, la envidia, la humildad, el arrepentimiento, la soberbia, la abyección y la vergüenza (…); estas limitan el obrar del ser humano y evitan que el hombre goce de la plenitud de la vida y llegue al conocimiento. Spinoza cree que solo el conocimiento y la razón pueden ayudar al hombre a quitarse las cadenas de las pasiones tristes”.

 

Baruch –también Baruj, Benito o Benedicto– Spinoza (1632–1677), fue una de las principales figuras del racionalismo del SS XVII; nacido en Ámsterdam, desde temprano se había dejado seducir por el pensamiento de Renato Descartes y las soflamas de Giordano Bruno. Pertenecía a una familia de mercaderes sefarditas que había sido expulsada de Castilla en 1492 y que se habría instalado primero en Portugal y más tarde en Países Bajos. Era pulidor de lentes, desde joven propició algunas controversias por sus ideas respecto a la Biblia hebrea y a algunas creencias de la religión judía, entrando en conflicto con la sinagoga. Tenía veintitrés años cuando fue castigado con un anatema –equivalente a la excomunión en el catolicismo– en su comunidad religiosa; se trataba de un cherem, término de raíz semítica (similar al árabe haram) que equivale a un virtual ostracismo.

 

Inquieto y brillante, tuvo muy poco tiempo para exponer sus ideas y dar a conocer su pensamiento. Su obra más importante es Ethica ordine geometrico demostrata (Ética demostrada según el orden geométrico), que se publicaría en forma póstuma el mismo año de su prematuro fallecimiento (murió antes de los 45, afectado por la tuberculosis). A su vez, influenció en el alemán Gottfried Leibniz, una docena de años menor, y con quien mantuvo una tardía y ocasional pero animada correspondencia. De educación judaica y autoformación cartesiana, algunos lo consideran “padre del pensamiento moderno”. Baruch Spinoza habría de sorprender a la posteridad, no solo por su diáfana inteligencia y prodigiosa juventud, sino por el rigor de sus bien estructuradas propuestas. No obstante, sus libros fueron incluidos en el Índice de libros prohibidos que hasta hace poco mantuvo la Iglesia.


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