21 noviembre 2023

El lado tangencial de la realidad

Le dicen Juanjo, que es así como llaman a los Juan José. Escribe desde hace más de veinte años unas curiosas notas para El País de España. Son, estas, comentarios y relatos muy breves, siempre con esa impronta tan suya, la misma que destila su impar genialidad. Su pluma nunca está exenta de ironía, ha ganado gran cantidad de premios y distinciones en mérito a sus empeños literarios y a su trajinar como periodista. Ha escrito una veintena de novelas y una infinidad de cuentos (él prefiere llamarlos ”anticuentos”). Su estilo invita no solo a disfrutar de su narrativa sino que tiene la virtud de provocar una ocasional reflexión frente a esas pequeñas cosas –inocuas en apariencia– que nos suceden todos los días.

Se llama Juan José Millás; sus apuntes –en un tono a veces burlón, a veces mordaz– nos inducen a reflexionar en la loca fugacidad que tiene la vida. Chejov lo hubiese descrito como "Alto, enjuto, canoso, entrado en años"... Su fotografía de cuando era joven, que aparece en la Wikipedia, me recuerda a alguien... quizá a Diego Cornejo que, según entiendo, vive hoy en California, primo este de aquel otro primo político mío que ya "voló con derrota Oeste" hacia esa patria del recuerdo que llamamos eternidad...

Leer a Millás es encontrase de bruces con la sorpresa, el humor o la filosofía, o con todo eso a la vez. Si bien lo pensamos, las circunstancias más simples pueden esconder siempre un ángulo oscuro o contradictorio. Así, nada escapa –si lo analizamos con fina introspección– al influjo tangencial del disparate o a la sombra macilenta del absurdo; advertimos que siempre hay un vector que nos avecina a lo paradojal o nos enfrenta a la necia posibilidad del ridículo. Sus notas desnudan nuestras incoherencias; son como esos oblicuos espejos de feria que distorsionan los rasgos de nuestra imagen y nos hacen reír, en forma inevitable, de los mismos defectos que nos esforzamos por disimular o esconder; en suma, de nuestra inherente vanidad…

 

Me permito recomendar una recopilación de sus cuentos; está publicada por Seix Barral y obedece al título de “Una vocación imposible”. A continuación, les paso una pequeña muestra suya; fue publicada en días pasados en El País Semanal. 


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* Tú disimula. Escrito por Juan José Millás

 

Bajaba por mi calle hacia la boca del metro cuando tropecé con un zapato negro, un mocasín perteneciente al pie derecho de una mujer. Lo recogí cívicamente para abandonarlo en la papelera de la siguiente esquina. Luego, en el vagón del metro, descubrí, sentada frente a mí, a una joven que llevaba en el pie izquierdo un zapato idéntico al que yo acababa de arrojar a la basura y en el derecho una zapatilla deportiva. Me acerqué un poco y le conté lo ocurrido.

 

—¡No hay quien saque partido de ese zapato! ¡A la que me descuido, se escapa! —respondió, como el que se queja de la conducta de un hijo incorregible. Luego me pidió la dirección exacta de la papelera y se apeó en la siguiente con la idea de recuperarlo.

 

Esa misma tarde, de vuelta a casa, pasé por delante de la papelera y la revisé para comprobar que el zapato había desaparecido. Encontré en cambio la zapatilla deportiva de la que, por alguna razón, había decidido desprenderse la mujer. Debido a un impulso irracional, pues no suelo coger cosas de la basura, me la llevé a casa y la dejé en el recibidor, junto al resto del calzado, pues tenemos en mi familia la costumbre de descalzarnos antes de adentrarnos en el interior de la vivienda. Al rato, se presentó en el salón mi hija mayor sosteniendo la zapatilla en alto. “¿Quién la ha encontrado?”, preguntó, “llevaba dos días buscándola”. Al principio, decidí callar, pero como ella continuara a la espera de una respuesta, confesé que la había encontrado yo.

 

—¿Dónde? —preguntó.

—En la terraza —mentí.

—A la que te descuidas —dijo ella con expresión de fastidio—, te da esquinazo.

—¿Y la del pie derecho? —pregunté por curiosidad.

—Con esa no hay problema —apuntó—, es muy dócil.

 

Hay días en los que no entiendes nada de cuanto sucede a tu alrededor, pero es mejor que no lo manifiestes.


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