12 marzo 2024

Dos palabras: avión y aviador

Tenía seis años cuando pasé a vivir en la casa de la abuela. Fue solo ahí quizá cuando empecé a escuchar aquellas dos palabras mágicas: avión y aviador. Fue aquello algo inevitable: mi tía Lucila (a quien seguimos llamando cariñosamente Ñata) estaba casada con Gonzalo Ruales, un conocido aviador a quien poco veíamos y que tenía una pequeña compañía que operaba en el Oriente. Transportes Aéreos Orientales tenía, por esos años, un par de avioncitos pequeños; entonces me parecía que esas dos palabras quizá estaban relacionadas –eran homófonas, sonaban parecido–; lejos estaba yo de sospechar que ellas tenían raíces distintas. Era un tiempo en que hasta el apellido de ese tío aviador parecía esconder una curiosa onomatopeya, con ese su isócrono rua, rua, rua, que emitían las hélices de los motores al girar…

Todo fue hasta que un día descubrí que si bien “aviador” tenía una raíz francesa –y con harta probabilidad, latina–, avión (con el sentido de aparato volador) era una palabra más bien joven, recién acuñada, un término inventado: realmente un acrónimo ideado en Francia durante la segunda mitad del siglo XIX. Esta palabra era posterior a las otras (aviador y aviación); habría sido un oficial de marina francés, Guillaume Joseph Gabriel de La Landelle, un pionero de la propia aviación, quien en su obra Aviation declarara que esos dos términos eran derivados del verbo avier (volar como un ave) acuñado por él y por M. Ponton d’Amécourt en 1863. La Landelle lo había explicado así: “la analogía nos ha llevado a crear el verbo ‘aviar’, como sinónimo de volar por los aires, así como a sus derivados aviación y aviador…”

 

La voz francesa aviateur no podría derivar del otro término (de avion): primero, porque el sufijo de agente –teur (-tor en latín) solo se aplica a los verbos, y nunca a los sustantivos; y, segundo, porque avion solo fue acuñada 12 años más tarde (1875) por Clément Ader, otro gran aficionado de la aeronáutica, quien la patentó recién en 1890. Además, en base a estrictas reglas morfológicas, aviateur no podría ser un derivado de avion porque este último vocablo carece de una segunda ‘a’ al final de su raíz. En efecto, la palabra ‘avión’ consiste en un acrónimo creado por Ader con el sentido de “appareil volant imitant l’oiseau naturel”, que traducido significa: “aparato volador que imita al ave natural”.

 

En todo esto creía, hasta que cayó en mis manos un artículo  que estaba publicado en el diario español El Confidencial; en él se cuestionaba la originalidad de Ader y se ponía en duda el origen de la palabra avión. Decía que si bien el DRAE reconoce el origen francés de la palabra, el DIRAE (Diccionario Inverso de la Lengua Española) señalaba la aparición del término tan temprano como en 1611 (?), en el Tesoro de la Lengua Castellana de Sebastián de Covarrubias, incorporación que no se trasladaría al Diccionario de la RAE sino a partir de 1726, es decir siglo y medio antes de que pudo haber sido ideado por Ader, como lo refrendaría el CNRTL (Centro Nacional de Recursos Textuales y Léxicos).

 

El artículo hacía referencia a una versión francesa de la Wikipedia respecto a “un concepto que no era contemplado por la RAE: aquél de los retroacrónimos” (?), asunto que consiste, decía, en “interpretar una palabra como acrónimo cuando no lo es en su origen o, incluso, en dar un nuevo significado a un acrónimo que ya existe”… Por ventaja, este no sería el caso del vocablo ideado por Clément Ader, no solo porque nunca antes se había propuesto un acrónimo similar y ni siquiera otro parecido; sino, sobre todo, porque la palabra “avión” ya había existido (y ya se la había usado) desde mucho antes en el castellano o español pero con un sentido del todo distinto. Avión es un tipo de pájaro, una clase de vencejo o golondrina. La palabra ya se usaba pero, como se puede apreciar, no con el sentido de artefacto volador.

 

En cuanto al vocablo “aviador”, bien pudiera aceptárselo como tomado del francés aviateur, pero no debería subestimarse su raíz relacionada con otro verbo latino: el de viator. El diccionario de María Moliner define aviador, en su segunda acepción, como un adjetivo “aplicable al que avía”, lo relaciona con el verbo aviar; y, por su parte, el DRAE también describe aviador como un adjetivo relacionado con aquel que “avía, dispone o prepara algo”. Pero es inevitable acudir al traductor y encontrar que ese “viator” latino no es otra cosa que lo que conocemos como un viajante o viajero. Es el mismo DRAE el que define el vocablo viajero como aquel “que viaja” y menciona, entre sus numerosos sinónimos, a los siguientes: peregrino, caminante, trotamundos, aventurero y vagabundo…

 

En este sentido, resulta sorprendente (y fascinante) la concepción con que el columnista argentino Mariano Grondona describió alguna vez al ser humano: como “un ‘homo viator’, un peregrino en busca incesante de la verdad, un menesteroso en demanda exigente de respuestas”… Y es que eso también es el aviador: un humilde e impenitente peregrino que va por el mundo cumpliendo con su tarea…


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