22 marzo 2024

TAO y el artículo de Diners (1)

Debido a ese comportamiento caprichoso que tienen las redes sociales (siempre tan casual e impredecible, no en vano es conocido muchas veces como “viral”), me llegaron, hace no mucho, tres idénticos mensajes casi simultáneos por WhatsApp. Me participaban un artículo –realmente no muy fresco– de la revista Diners (la publicación era de noviembre del 2018), que hacía referencia a la trayectoria del conocido aviador y pionero de la aviación ecuatoriana Gonzalo Ruales, así como a la historia de la empresa por él fundada (y en la que colaboré), TAO, Transportes Aéreos Orientales. Dicha reseña estaría abreviada de un artículo cuyo autor sería un señor Fernando Hidalgo Nistri, a quien no conozco personalmente.

La nota tiene la impronta de una revista editada en Puyo (hoy sé que no debe decirse “El Puyo”), lo cual confirmaría que es una reedición que ha extraído lo más importante de la redacción original. Sin subestimar lo más importante y rescatable de su intención –que no parece ser otra que destacar el impacto e influencia de la labor de Gonzalo y de su empresa, para la región Oriental y para la aviación comercial ecuatoriana– me gustaría hacer un breve análisis de la nota, aclarando ciertos aspectos que merecen destacarse. Lo hago como un aporte a ese reconocimiento nacional todavía ausente, por parte de las autoridades ecuatorianas, y con el ánimo de aclarar un par de aspectos y de complementar la referida información.

 

Existen dos circunstancias de las que estoy persuadido: ni el formidable desarrollo del Oriente hubiese sido posible sin la esforzada gesta aeronáutica y empresarial de Gonzalo, ni el progreso sostenido de la aviación civil nacional hubiese sido posible (por lo menos en el tercer cuarto del siglo pasado) sin su visión, su firmeza de propósito y su solitaria perseverancia. En TAO servimos, esto es: nos hicimos más profesionales y mejores pilotos, gran parte de los aviadores que continuamos operando y ofreciendo nuestro aporte en las principales aerolíneas que lograron seguir subsistiendo en el futuro en nuestro país.

 

No se podría entender la dimensión de los logros de TAO sin apreciar algunas facetas de la personalidad de Gonzalo Ruales. Como piloto era un profesional metódico, sereno y meticuloso, nunca amigo de tomar decisiones riesgosas o innecesarias; era uno de los pilotos que mejor conocía la selva y las características de la operación en la región, y que trataba de compartir sus conocimientos, no solo con sus copilotos sino, sobre todo, con los demás comandantes que operaban en el Oriente. Podía ser severo, rígido e intolerante con la indisciplina y con las opciones de sus aviadores que pudieran afectar o poner en riesgo la estabilidad de su operación. No permitía que sus pilotos sucumbiesen a la bebida o a alguna negativa distracción mientras se encontraban en servicio o en cumplimiento de su respectiva rotación. Era muy selectivo y exigente a la hora de escoger y contratar a sus tripulantes y más colaboradores.

 

Fue muchas veces la experiencia de sus propios errores, o de los incurridos por los demás pilotos, y cuyas secuelas afectaron la continuidad o desarrollo de su empresa, la que sirvió de pauta (y a veces de mantra) para una operación segura, reconocida por su eficiencia y confiabilidad. Siempre estaba atento al desarrollo de la meteorología –tan imprevisible sobre la selva– para alertar a sus tripulaciones, dar oportunas recomendaciones y evitar aquello de que, por tratar de volver –a como dé lugar– a Pastaza (nuestro centro de operaciones), tuviéramos un nunca bienvenido percance; es más, cuando debíamos inopinadamente pernoctar fuera, daba claras disposiciones para que no iniciásemos el regreso hasta que las condiciones mejoraran y pudiéramos garantizar que habíamos cumplido con un necesario y conveniente descanso.

 

Gonzalo era un hombre riguroso y frugal, pero también podía ser generoso; por lástima veía como un gesto de deslealtad inapelable cuando sus aviadores optaban por otros y más auspiciosos destinos; no comprendía cómo alguien a quien en su momento de infortunio le había dado la mano, podía abandonar la plaza que ocupaba para optar por nuevos horizontes. Los hombres, por desgracia, deben velar por su propio bienestar y por la seguridad de sus familias, y nunca es un gesto de deslealtad el buscar otras alternativas para mejorar, o asegurar, su desempeño profesional.

 

Si algo se destacaba en TAO era el formidable mantenimiento de su flota, todo bajo la tutela y supervisión de un mecánico excepcional y un teutón inolvidable, era todo un caballero: Antonio Bossarek. Por lástima, un buen mantenimiento no es total garantía para que no se siniestren los aviones (hablo de condiciones que no involucran las tareas o la operación confiada a los aviadores) y la empresa no estuvo exenta de inesperados incidentes y accidentes que afectaron la fuerza operacional y la versatilidad de su línea de vuelo.


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