08 marzo 2024

Un hombre grande y otro algo pequeño

Hoy quisiera hablarles de dos personajes históricos que contribuyeron al propósito de mejorar el calendario. Su ciclo vital estuvo separado en casi doscientos años pero su influjo perduraría hasta nuestros días:

El primero fue un gobernante capaz, lo llamaron Constantino el Grande (272 - 337); hoy, algunos todavía lo veneran como  a santo. Procuró unificar el Imperio Romano y convirtió a Bizancio en la capital de su Imperio, ciudad que pasó a llamarse Constantinopla (hoy Estambul). Fue el primero en decretar la libertad de cultos; se convirtió al cristianismo y se propuso juntar los poderes de la Iglesia y el Estado (la Iglesia católica no hubiese alcanzado el auge que propició su auspicio, ni tampoco pudo haber obtenido el poder que alcanzaría con el tiempo). Constantino llegó al poder a los 34 años y gobernó por otros 31. Hay quienes comparan su figura con la del Moisés del Antiguo Testamento.

 

El otro nació en el año 460, era monje, se llamaba Dennis o Dionisio, y le decían “el Exiguo” debido a su corta estatura; parece que él mismo comentaba, a pesar de ser un reputado astrónomo y matemático, que solo era un servidor insignificante. Había nacido en Sciytia, región que hoy es parte de Bulgaria (junto al mar Negro). Fue llamado a Roma en el año 526 por el papa Juan I, para que hallara una fórmula más simple para establecer la fecha de celebración de la Pascua. También calculó la fecha del nacimiento de Cristo e introdujo los conceptos de anno domine y de Era Común (o Cristiana). A él debemos las nociones de a.C. y d.C. (antes y después de Cristo) que más tarde serían utilizadas.

 

Habrían sido los romanos los primeros en concebir una forma ordenada de numerar los años: se basaron para ello en la fecha de fundación de Roma. Asistidos por esa referencia idearon una fórmula para nombrar los años con referencia a esa efeméride de la urbe (add urbe condita, o AUC), método que fuera utilizado hasta el reinado de Diocleciano, emperador conocido por su obstinada persecución a los cristianos. En un tiempo en que la Iglesia se había fortalecido y consolidado, y parecía un contrasentido –según el criterio de Dionisio– seguir utilizando tan ingrata referencia.

 

Sin embargo, algo parece que anduvo mal en las cuentas y deducciones de Dionisio: relacionó el nacimiento de Jesús con el fin de reinado de Herodes, pero quizá se confundió y no consideró que con su cálculo hacía que Jesús hubiera nacido unos tres o cuatro años “antes de Cristo”… En efecto, Herodes había reinado hasta el 753 AUC y no hasta el 746; además, si María y José se habrían visto obligados a huir de Belén para eludir la orden imperial de eliminar a los menores de dos años (la matanza de los santos inocentes), Jesús pudo tener cerca de dos años a la muerte de Herodes. Dionisio tampoco habría tomado en cuenta el año cero (concepto que todavía era desconocido en Europa).  

 

Volviendo a Constantino, hacia el 312, justo antes de la Batalla de Puente Milvio, habría tenido una visión (pudo haber sido un sueño) que le sugería pintar sus estandartes con las iniciales de Cristo (XP en griego) y que le anticipaba: “In hoc signo vinces” (con este signo vencerás). Esto lo convenció para convertirse al cristianismo. Más tarde (año 326) convocó un concilio en Nicea (hoy Iznik, junto a un lago al sur de Estambul) a fin de definir el credo católico; ahí, a pesar de sus simpatías por el arrianismo, doctrina defendida por el obispo Arrio, el concilio la declaró como herejía. Esta postulaba que el Padre era anterior a Jesucristo y que no eran una misma persona el Padre y el Hijo.

 

Constantino suprimió el sistema romano de medir los días (con sus calendas –origen de la palabra calendario–, nonas e idus) e impuso una semana de siete días (ideada en Babilonia, unos 700 años a.C.), con un día dedicado al Sol y reservado para el descanso: el actual domingo, cuando se cerraban las cortes y se suspendían los ejercicios militares. Con esto, el sábado cedió su relevancia al domingo, con lo que contentó a los paganos. Además, utilizó el concepto cristiano de las fiestas fijas y móviles, y lo aplicó a las actividades públicas; dispuso una fecha para la Pascua, para que no se la confunda con la festividad judía. Con el ejemplo de la Iglesia, propició normas legales uniformes y una estructura centralizada.

 

En esos primeros siglos de la Alta Edad Media el cálculo de la Pascua parecía estar envuelto en un clima de misterio; basándose en un método de 19 años solares (o 235 lunares) inventado por Metón, 500 años a.C., Dionisio Exiguo elaboró unas nuevas tablas “inspiradas por el Espíritu Santo” que serían válidas para los próximos 95 años, estas actualizaban las preparadas por Cirilo, un obispo de Alejandría. La Pascua cristiana se celebraría el primer domingo luego de la primera luna llena posterior al equinoccio de primavera (que ocurre alrededor del 21 de marzo); lo malo fue que debido al cálculo inexacto del año solar, esta fecha se fue adelantando con el paso de los años…


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