17 junio 2025

Encomio de la estupidez

“Lo que mantiene en actividad al mundo, es la locura… Ella es alegría, indispensable para la salud y felicidad. El hombre de pura razón, sin pasión, es una estatua de piedra, sin ningún sentimiento, sordo a las emociones, incapaz de amor y compasión”. Francesc Lluis Cardona. Prólogo al Elogio de la locura.

Desiderio Erasmo, o Erasmo de Rotterdam, fue una mente brillante y uno de los más grandes eruditos que tuvo el Renacimiento. Nacido en Países Bajos en 1466 (la Enciclopedia Británica duda si fue en 1469), Erasmo fue un filósofo humanista; nunca quiso que lo consideren como teólogo (“no soy sino una sombra de teólogo”, dice en el Elogio de la locura). Fue también un eminente escritor y un admirado intelectual; pero, sobre todo, un reformador, aunque no en la línea de Juan Calvino o Martín Lutero, ambos protagonistas de la Reforma Protestante, sino un pensador libre que criticó y quiso cambiar tanto la actitud pseudo-religiosa de los católicos seglares como la falsa espiritualidad del clero y los resabios de los frailes y sacerdotes.

 

Fue el segundo fruto de los amores ilícitos de un clérigo y su sirvienta. Desde chico tuvo una tendencia enfermiza; sin embargo, había recibido desde pequeño una influencia beneficiosa: el independiente espíritu flamenco. Escogió él mismo un segundo nombre, Didier o Desiderio, y pronto optó por al seminario, aunque aquella parece que fue más bien una experiencia algo dolorosa: “La disciplina espartana y la rigidez espiritual de la escolástica habría sido para sus nervios, finos, sensitivos y curiosos, un verdadero martirio”, dice uno de sus estudiosos.

 

El Elogio se ha convertido en su obra más conocida y, para la opinión de sus críticos, es también superior a los Adagios, conjunto de refranes y apotegmas que siguió completando, aún luego de su inicial   publicación, hasta el día de su muerte (1536). El Elogio de la locura está narrado por la Sandez (así con mayúscula) en primera persona. A juzgar por el texto, quizá quiso titularlo Encomio de la estulticia o, incluso, ‘de la estupidez’. Así hubiera sido más exacto, pues a lo que quiso referirse no era al desvarío o al disparate, sino más bien a la idiotez y a la necedad.

 

El suyo es un estilo jovial, bromista y hasta atrevido. “Así como no hay cosa más tonta que tratar un asunto serio de manera frívola –comenta–; de igual modo, hay pocas cosas tan ingeniosas como tratar un tema burlesco sin incurrir en chocarrerías… pues siempre se le ha concedido al ingenio la liberalidad para burlarse de lo humano, con la única condición de no ofender a nadie”. Por ello, si la cordura ha de ser lo contrario de la locura, la razón ha de ser lo opuesto a la pasión: “La verdadera prudencia consiste en darse cuenta que el hombre es mortal y mejor haremos en no emplear más sabiduría que la estrictamente compatible con la generalidad de los hombres, y hacer la vista gorda con sus errores: la vida no es más que un juego de locos… hasta los chicos saben que ‘hacerse el tonto’ es el colmo de la sabiduría”.

 

Erasmo criticó los abusos del clero y a la ignorancia de ciertos monjes; estuvo en contra de la rigidez en la educación y de una espiritualidad que no fuese auténtica. El reformismo de Erasmo estaba basado en la modestia, en el amor al trabajo con un profundo espíritu religioso. Sus ataques al clero se refirieron en especial al relajamiento de las órdenes mendicantes. “Aunque los Apóstoles han dicho en el Evangelio: ‘Todo lo dejamos para seguirte’, los frailes hoy poseen tierras, ciudades y vasallos, cobran tributos y gabelas en sus puertos y señoríos.”

 

“Tenemos ‘frailes y monjes’, nombres impropios, pues rara vez se demuestran religiosos. En cuanto a lo de ‘monjes’, que quiere decir solitarios, aquello no les va, pues se los encuentra merodeando por todas partes”. “Estos (tipos) marranos, ignorantes y groseros, pretenden con desvergüenza ser la imagen de los Apóstoles”. “Tanto se parecen, que no sabemos si son los frailes los que han dado lecciones a los charlatanes o si estos han enseñado a los frailes”.

 

El espíritu de Erasmo no era pugnaz; por ello, no estuvo a favor de la Reforma ni contra los dogmas; buscaba una distinta espiritualidad. Combatió a Lutero con su De Libero Arbitrio, aunque se negó en forma renuente a colaborar con el papado. “La ciencia es una de las calamidades de la vida”, decía; “por eso, a los autores de los males, de los que proceden las desventuras, se los llama demonios, vocablo que significa ‘los que saben’, es decir sabios”. “…la palabra malvado se refiere a los brujos, encantadores y hechiceros, a quienes los hebreos llamaban mechasephim (que la Sagrada Escritura ha traducido, en latín, como maleficum). “El fin de la teología es descubrir a Cristo, y no el de caer en discusiones carentes de sentido”…


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13 junio 2025

El placer de comer y cocinar

“Comida y pecado son dos palabras que han estado vinculadas por mucho tiempo. Los jefes de cocina (chefs), cuyos propios apetitos personales raramente están confinados a la comida, siempre han tenido, y a veces notoriamente, un saludable entusiasmo por los otros placeres que ofrece la vida. Estamos, al fin de cuentas, en el negocio del placer…”. Anthony Bourdain. Cuando se cierra la cocina.

Anthony Bourdain fue un famoso chef. Siempre me prometí, cuando volé para Ecuatoriana, darme un salto por el Brasserie Les Halles, el famoso restaurant neoyorquino ubicado en el sur de Manhattan, para conocerlo. No tuve la oportunidad, tuve que contentarme con sus programas pregrabados. Hacia el final de sus días, buen comunicador como era, se dedicó a viajar por el mundo y a hacernos conocer de las delicias que hay en otros continentes. Siempre comentaba de esa contradictoria experiencia del viajero: tener que dormir en tantas camas distintas cada mes, y solo pasar tres o cuatro días en la propia. Se me hacía inevitable no comparar sus vagabundeos con los del oficio que escogí, la errabunda vida del aviador…

 

Y, en cuanto a aquello fascinante de poder viajar, siempre repetía: “Es curioso lo que sucede con los sueños que alguna vez tuvimos: tener que aceptar que mientras más conocemos, más nos queda por conocer. Y hacer con humildad el reconocimiento de que ya se nos va acabando el tiempo… todo ese absurdo uno debe aceptarlo con resignación”. Y es que uno no puede sino coincidir con Bourdain que los viajes nos hacen cambiar y madurar; ellos nos van marcando. A veces dejan unas marcas muy lindas, aunque a veces otras que nos hieren; pero siempre nos permiten recordar con gusto el haber estado allí. “Sé muy bien que comemos por alimento, decía, pero siempre debemos hacerlo para disfrutar por el puro placer de hacerlo”.

 

Había en sus reflexiones una cierta filosofía: siempre habló de la necesidad o compromiso por perseguir la excelencia. Y aquello no solo sirve para jugar con los sabores y las demás tareas de la cocina; es una lección de vida para todos los oficios, para todas las profesiones. “De otro modo, sería una manera de abdicar de nuestra grandeza, decía; sería una forma de traicionar nuestros principios”. Escucharle era una valiosa motivación para volver a nuestras raíces, por humildes que estas fueran; para conservar la tradición que recibimos en nuestro hogar. “Uno puede alejarse del pasado, comentaba, pero no lo puede negar, no lo puede esconder”.

 

Anthony era un tipo desenfadado e irreverente, decía cosas que podían contener un exceso de descaro (y hasta de cinismo), pero las decía como hombre, sin ánimo de ofender. Tenía la teoría de que la comida se disfrutaba mejor si uno estaba desnudo. “Al menos descalzo, expresaba; no hay nada peor que comer cuando vestimos algo incómodo: es como saborear metido en una camisa de fuerza o hacer el amor a través de una cortina de baño”. Hay sabores que deben probarse, decía: “Saborear un urchin roe (huevas de erizo) es algo tan sublime, que da miedo que pueda ser ilegal”… “Comer bien es un asunto de sumisión; es renunciar a todo vestigio de control, poner nuestro destino enteramente en manos de otra persona”.

 

Le fascinaba viajar a Singapur; y, sobre todo, comer en Singapur. Se conocía todos los hawker centers de la isla, lugares donde se prepara en el sitio, se puede ver cómo se cocina y se come al aire libre. Cuando leo a Bourdain se me hace imposible no recordar la variedad de sabores que se puede disfrutar en esa ciudad. ¡Cómo olvidar los alegres comedores de Newton Circus, los de Holland Village o Portsdown Prison (el 'Colbar'); o el bullicio y frenesí de los comensales en Lau Pa Sat...! Leer o escuchar a ese carismático chef y trotamundos es una invitación a pasar saliva. Nos recuerda que quizá Singapur no sea un centro gastronómico en el mundo, pero que no hay sitio mejor para disfrutar de comida deliciosa y siempre variada, para dar gusto al paladar y poder siempre disfrutar de algo distinto, sea una manta raya al sambal, un sotong bien preparado o un insuperable chili crab…

 

Bourdain era un hombre culto, tenía su formación, era uno de aquellos cocineros que habían ido a la universidad. Contaba sus historias pero nunca osaba darse de filósofo: “me parece pretencioso –enunciaba– decir a otros cómo deben vivir su vida o hacer las cosas”. Muchas veces reconoció sus problemas con la adicción, consideraba un privilegio haberlo superado, saberse frágil y saber cómo reconocer a las personas y lugares que se debía evitar en el futuro… “No es tiempo para buscar nuevas razones para la vergüenza, el miedo o el arrepentimiento, decía; ya se ha tenido mucho de eso. Es tiempo para alejarse de la tentación”… Creía, como lo saben los orientales, que la forma de comer y de disfrutar dice mucho de la personalidad de las personas.


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10 junio 2025

De carcomas, bromas y carenados

Pocos días después de la despedida de Mario Vargas Llosa, ganador del premio Nobel de literatura, encontré extractos de una entrevista que alguna vez le habían efectuado. Decía el escritor que: “La lectura inocula rebeldía en el espíritu humano; por eso tenemos que seguir soñando, leyendo y escribiendo. Ella es la más eficaz manera de aliviar nuestra condición perecedera, de derrotar a la carcoma del tiempo y convertir en posible lo imposible”.

Era la primera vez que encontraba esa palabra: “carcoma”. Si bien deduje del sentido general de la frase, que ella implicaba una incrustación invasiva o un proceso corrosivo –o quizá un tipo de afectación exterior, pertinaz y recurrente, hasta que lograba debilitar y destruir un determinado material–, se me ocurrió, antes de acudir al diccionario, que pudiera tratarse de un vocablo relacionado con el verbo “carcomer”; es decir, picar o dañar algún material en forma insistente hasta lograr debilitar, desmenuzar y destruir un determinado objeto.

 

Luego de una breve consulta descubrí que así, con esa voz, se conocía en otros países de habla hispana a la destructiva polilla; palabra esta que, sí bien se refiere a una pequeña mariposa de color dorado que gusta de devorar muebles de madera y otros elementos de construcción, es en algunos países vocablo de no muy recomendada utilización, pues es una forma coloquial para referirse a las meretrices... Sin embargo, y aunque lo dicho aclara el sentido de la frase de Vargas Llosa, es preciso advertir que tanto carcoma como polilla son insectos, aunque diferentes...

 

Lo que sigue, encontré en el internet, en un blog llamado Bolboreta: “Aunque hay quienes les encuentran semejanzas, ya que ambos causan daños importantes en la madera del hogar, la carcoma y la polilla son dos tipos diferentes de insecto. La carcoma es un insecto xilófago de color marrón oscuro que se alimenta de la madera en su interior, dejando a su paso pequeños agujeros y galerías. La polilla, por su parte, es un insecto lepidóptero de color marrón o blanco que se alimenta de las fibras de la madera, dejando orificios en su superficie.”

 

“Hay cierta confusión al identificar la carcoma y la polilla, ya que son insectos difíciles de distinguir. La primera se alimenta de madera, mientras que la segunda lo hace además con varios tejidos. La polilla tiene apariencia de mariposa; en cambio, la carcoma es muy pequeña y de un color y un aspecto más oscuro. La carcoma se reproduce dentro de la madera y se alimenta de ella, pero cuando crece busca salir; la polilla, vive dentro de la madera, por lo que es más invasiva. La carcoma hace un discreto ruido en su alimentación, al roer la madera.”

 

En resumen: la carcoma adulta mide de 2 a 7 mm de largo y, aunque algunas especies tienen alas, no vuelan. La carcoma hace agujeros para depositar los huevos y deja un polvo fino que es una mezcla de excremento y serrín; esta pasa por varias etapas hasta convertirse en insecto adulto. La polilla, mientras tanto, es un insecto delgado y aplanado de 7 a 8 mm de longitud; tiene alas grandes y coloridas, algunas con patrones de manchas o rayas; tiene tres pares de patas, pero débiles y no las usa para caminar: se desplaza con las alas; y pasa la mayor parte de su vida en forma de larva o gusano; se convierte en insecto adulto solo por corto tiempo.

 

Al oír de las carcomas, me ha sido inevitable no meditar en un tipo de crustáceo hermafrodita (el percebe) que vive adherido a los acantilados y rocas costaneras; este no tiene extremidades ni tampoco corazón, y tiende a incrustarse en la superficie inferior de los barcos. Por ello, estos deben someterse a complicadas tareas para limpiar esas adherencias. Tales labores se conocen como “carenaduras” (acción y efecto de carenar). Pero existe otro molusco conocido como “broma” que, dado lo dificultoso de extirparlo, no resulta ningún chiste conseguir una efectiva y total limpieza. Es una larva (en forma de gusano) que llega a medir de 20 a 30 cm.

 

La carenadura es determinante no solo para que el barco navegue con mayor velocidad y eficiencia, sino también para prolongar la vida útil de las embarcaciones. El carenado incluye tareas de limpieza, calafateo (reducir fugas), reparación y protección del casco contra la corrosión o las incrustaciones de organismos marinos, y otros daños. Es importante también efectuar trabajos de prevención, utilizando pinturas especiales para retardar el efecto de esas molestosas incrustaciones. La broma, o ‘taredo’, es en una especie de termita marina; muchos astilleros utilizan planchas de cobre para evitar que ella afecte la integridad de las naves.


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06 junio 2025

Las mega ciudades

Hoy hago un recuento de las veinte más populosas ciudades que hay en el mundo. Gracias a la naturaleza de lo que fuera mi oficio como aviador, tuve la suerte –o el privilegio– de haber “conocido” una gran mayoría de ellas. Entrecomillo eso de conocido con intención, pues no siempre aquello de haber estado en una ciudad equivale a “conocerla”. Los itinerarios de los pilotos no siempre nos dan oportunidad para visitar sus principales atracciones, o para apreciar y reconocer sus barrios, para disfrutar de las costumbres de su gente o de su comida.

Además, habrá ocasiones en que habiendo estado en un aeropuerto (me ha pasado en Moscú, Manchester o en Guangzhou), no podría decir que estuve en esas ciudades; y, por lo mismo y aunque lo repita, tampoco pudiera decir, por el mero hecho de haber estado en ellas, que las conozco. Para este caso, como resulta, hay verbos como ‘estar’ o ‘conocer’, que no solo son relativos sino enormemente inexactos. Pero aún hay algo más: de las veinte ciudades que aquí enumero (qué según una reseña actualizada de National Geographic son las ciudades más pobladas del mundo), existe un par en las que nunca he estado –y ni siquiera me he propuesto estar– pero he tenido la curiosa oportunidad de haberlas sobrevolado.

 

Al momento, alrededor de la mitad de la población mundial vive en ciudades, se estima que la tendencia –debido a la migración desde el campo– ha de ir cambiando para favorecer el segmento urbano. Por otra parte, la real población de una ciudad puede variar, no solo por la fuente de información, sino porque a veces se utiliza un concepto subjetivo (o una clasificación caprichosa) para determinar la población de las ciudades (es el caso de metrópolis como Los Ángeles o Nueva York, que no utilizan una medición que pudiéramos llamar global sino una para cada uno de sus distritos o boroughs). Un comentario adicional: por razones de densidad, tampoco la población es proporcional al área ocupada.

 

Así, siguiendo el método que usa NatGeo, enumeraré las ciudades más pobladas en sentido ascendente (de menos a más). Insisto que estos valores no reflejan la población total de las respectivas áreas conurbanas. Los datos están consignados en millones (M) de habitantes:

 

No. 20: Tianjin, China: 15.0 M. La visité múltiples veces por ser parte de la red de Great Wall Airlines (GWA); No. 19: Guangzhou, China: 15.2M. Estuve un par de veces en el aeropuerto de Cantón, en escala en los vuelos cargueros desde Milán a Tianjin (transporte de autos de alta gama); No. 18: Manila, Filipinas: 15.5 M. Vuelos regulares con pernocta mientras volé con Singapore Airlines (SIA); No. 17: Buenos Aires, Argentina: 16.1 M. Viajes por motivos personales. Además, vuelos regulares con pernocta para mi vieja aerolínea Ecuatoriana de Aviación (EEA); No. 16: Calcuta, India: 16.3 M. Vuelos con Air Atlanta Icelandic (AAI); No. 15: Estambul, Turquía: 16.6 M. Vuelos con SIA y AAI (traslado de peregrinos a La Meca); No. 14: Lagos, Nigeria: 17.6 M. Vuelos cargueros regulares desde Jeddah con AAI; No. 13: Kinshasa, RD Congo (antes Zaire): 18.3 M. Sobrevuelos en ruta Ámsterdam-Johannesburgo; No. 12: Karachi, Pakistán: 18.5 M. Numerosos vuelos, con y sin pernocta, con SIA y Air Atlanta; No. 11: Chongqing, China: 18.7 M. Solo sobrevuelo en ruta de Milán a Cantón.

 

No. 10: Osaka, Japón: 19.4 M. Vuelos regulares a Kansai con Korean Air (KAL) y por asuntos de negocios desde Singapore; No. 9: Mumbai (Bombay), India: 22.5 M. Vuelos regulares con SIA; No. 8: Pekín (Beijing), China: 23.0 M. Viaje personal, invitado por la embajada del Ecuador; No. 7: Ciudad de México: 23.3 M. Vuelos frecuentes de itinerario con Ecuatoriana; No. 6: São Paulo, Brasil: 23.5 M. Congreso de la OIP, en representación de Ecuador, y recepción del avión de Petroamazonas (mantenimiento en Sorocaba); No. 5: El Cairo, Egipto: 23.6 M. Vuelos regulares con escala en Dubai con SIA, visitas a las pirámides de Guiza y a la Esfinge; No. 4: Dhaka, Bangladesh: 25.0 M. Diferentes vuelos con estadía en la capital de los Banglas; No. 3: Shanghai, China: 30.7 M: Mi base y residencia por tres años con GWA y China Cargo; No. 2: Nueva Delhi, India: 35.0 M. Vuelos regulares con SIA; No. 1: Tokio, Japón: 37.5 M. Vuelos con Korean Air y SIA . 

 

Se aclara, finalmente, que el mayor conglomerado se encuentra en la cuenca del río Perla (alrededor de Cantón) con más de 50 M de personas.


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03 junio 2025

Que para qué leemos

Enfoquemos la pregunta (o, más bien, el aserto, ya que no he usado signos de interrogación). No digo “por qué”, en cuyo caso la respuesta pudiera ser algo más simple, como: porque nos gusta, porque tenemos la costumbre, porque entretiene, porque queremos utilizar mejor el tiempo. Pero leemos “para” cumplir con otros objetivos, como seguir una historia interesante, proporcionarnos un reto a nuestra cultura o imaginación, “vivir” una historia o argumento desde la perspectiva de otro (el autor), para descubrir formas más bellas o diferentes de decir, para encontrar nuevas ideas o argumentos en la vida, para reflexionar en temas diferentes; o, simplemente, para estimular nuestras inquietudes y procurar puntos de inspiración.

Pero, pudieran haber otros objetivos. Como serían: no sentirnos solos o sentirnos ocupados; o para hacer un uso del tiempo que nos haga sentir pendientes o distraídos con algo; para descubrir otras formas de contar una trama; para explorar nuevas técnicas, construir un argumento, conocer autores y obras nuevas; o tratar de entender el desarrollo y los recursos que se van utilizado en la literatura, para satisfacer el afán autodidacta de suplir la limitada información que nos dieron en el colegio. En suma: para tratar de ser más cultos… O quizá leamos para ayudarnos a disimular nuestra ignorancia y revelar que algo conocemos.

 

Lo hacemos también como una forma de compensación: reconocemos que nos interesa el pensamiento ajeno pero encontramos que hoy existe un exceso de ‘columnismo’ político. Algunos también lo hacemos para administrar mejor el tiempo y disfrutar mejor de nuestra edad (es el caso de quienes ya vivimos la vejez). Alguien dijo que en esa edad, en la senectud, hay misterio y confusión; así tendremos que: si soportamos mucha confusión nos sentiremos menos inquietos; si enfrentamos demasiados misterios, estaremos impelidos a tratarlos de resolver…

 

He dicho más arriba que “más cultos”, pero aquello pudiera constituir algo subjetivo, pudiera ser la impresión que uno puede o no puede causar. Lo ideal sería ser (no parecer) más sabio. Y ser sabio no es solo “saber más”, es ante todo saberse apoyar en lo que se aprende, en la acumulación de lo que se sabe, para aplicar mejor nuestra inteligencia. Esa sería la mejor, si no la única, manera de enfrentarnos a nuestros nuevos desafíos y de solucionar nuestros problemas, para contrarrestar así, las vicisitudes e imponderables que tiene la existencia. La buena lectura es un talismán: tiene el sortilegio de convertir lo cotidiano en excepcional.

 

Uno aprende que disfruta más cuando vive con pasión, pero la vida no solo es pasión, ni siempre nos da motivos para sentirla. Ahí es donde puede intervenir, como sucede en otras entretenciones, la literatura. Es curioso, ya que lo menciono, el sentido que tiene esa voz, la palabra “entretención”, que parecería sugerir –aunque no implique– que es lo que está en medio de dos tensiones (a pesar de la discrepante presencia de la ‘ese’ en su ortografía).

 

Alguien me dirá que para lo que he elegido como razón o propósito para la lectura, bastaría con el cine y aun con aquellos mini-videos que nos traen las redes sociales… “Con el cine pudiéramos hacer en dos horas lo que leyendo nos tomaría una semana” (o cincuenta horas de lectura), me dirán. Y, en cuanto a las redes, pudiéramos conseguir con ellas similares beneficios en cuestión de minutos… Yo les diría que no. Y no que no estoy muy seguro de ello, sino radicalmente que no. Soy de los que creen que la lectura es un placer puramente distinto, que se ejercita teniendo total y privativo control sobre su “tempo”. Nos detenemos para saborear una frase o una expresión que nos gusta, para aclarar un episodio o para plantearse un determinado silogismo. En los libros hay silencios (espacios) que permiten procesar ya sea el súbito giro de un episodio o la propuesta de un argumento. Leer es algo más que seguir unos renglones: es una invitación a la reflexión, una provocación continua…


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30 mayo 2025

El nuevo ‘Air Force One’ *

 * Escrito para AeroTime por Ian Molyneaux, y editado por Andy Murray. Con mi traducción y reedición en español. Tomado de la revista AeroTime.

Título original: Trump se embarca en un nuevo proyecto Air Force One, tras perder la paciencia con Boeing

Habiendo perdido su paciencia con Boeing, el presidente Trump se está ahora embarcando en su propio proyecto, para garantizar que tenga un nuevo Boeing 747-800 operativo hasta fin de año. Según The Wall Street Journal, el presidente se halla cada vez más frustrado con Boeing debido a los retrasos en la entrega de los dos nuevos aviones, conocidos como Air Force One, que ordenó durante su primer mandato. El 18 de febrero pasado, un funcionario de la presidencia admitió que el proyecto podría retrasarse hasta 2029, o incluso para más tarde, lo cual significaría que el actual presidente nunca pondría un pie en esos aviones.

 

Con esto en mente, el presidente y los funcionarios del gobierno han encargado a la empresa de tecnología L3Harris que revise un Boeing 747-800, utilizado anteriormente por el gobierno de Qatar, como una solución provisional. Fuentes autorizadas dijeron a The Wall Street Journal que el Boeing 747 catarí sería adaptado con tecnología avanzada, que pudiera ser adaptada, para que ese avión opere como Air Force One. Esta renovada "Reina de los Cielos" complementaría así a los dos aviones presidenciales, hoy existentes, de tipo Boeing 747-200, conocidos en defensa como VC-25A. **

 

En julio de 2024, Ted Colbert, Jefe de Defensa, Espacio y Seguridad de Boeing, admitió que la compañía estaba lidiando con problemas en la cadena de suministro; así como con la inflación y la fuerza laboral. Sin embargo, es poco probable que el nuevo B 747-800 modificado, satisfaga las necesidades específicas del presidente de los Estados Unidos; las mismas que incluyen sistemas avanzados de navegación, capacidades defensivas e instalaciones para reuniones de alto nivel o comunicaciones seguras. Los 747 que se utilizan para la operación Air Force One, cuentan con sistemas defensivos avanzados e instalaciones para proteger al presidente contra diversas amenazas, incluidos ataques con misiles o guerra electrónica.

 

En febrero de 2025, el presidente Trump desestimó la idea de que podría recurrir a Airbus para construir la próxima generación de aviones Air Force One. "No consideraría a Airbus. Podría comprar uno de otro país, tal vez, o conseguir uno de otra nacionalidad", dijo...

 

Con sede en Florida, L3Harris es un viejo socio de Boeing, habiendo suministrado aviónica avanzada y sistemas de misión a la compañía durante mucho tiempo. Las dos empresas han colaborado en múltiples proyectos conjuntos, incluyendo el entrenador T-7A Red Hawk, como también los modelos F-35 y F/A-18 Hornet de la Boeing.

 

Nota 1: El artículo menciona erróneamente a los VC-25B, pero esta designación equivale realmente a los 747-800, aviones de más moderna tecnología que ya fueron ordenados, y no los que vuelan actualmente.

 

Nota 2: Más que un asunto de paciencia, se trata de una cuestión de escrúpulos y de ética… Para una adquisición de este tipo –aunque fuera un regalo– la presidencia requiere de autorización del Congreso. Ya existen voces que argumentan que pudiera tratarse de una forma de soborno disimulado; tampoco se tiene claro, cual sería el destino del avión luego de que Trump dejara la presidencia. Se insinúa que se trataría de un regalo personal, y que para evitar el respectivo pago de impuestos, el aparato no sería registrado como propiedad de la operación Air Force One sino como un bien de propiedad de la Biblioteca del Gobierno.


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27 mayo 2025

Ecuatorianos que triunfan

Sí, bien sé, puede sonar despectivo (‘derogatorio’, como a uno de ellos escuché), pero la verdad es que eso de los “ecuatorianos que triunfan”, suele utilizarse para referirse a aquellos que han vivido unos pocos meses en Estados Unidos, han comprado su ropita, un parcito de zapatos de ensueño y vienen de la “yuni” hablando de una manera que los hace creer que pueden pasar por gringos… Hoy quiero hablarles de esos compatriotas que salen y le ponen empeño, sudor y sacrificio, nadie sabe lo duro que han tenido que pasarlo, “nos hacen quedar bien”, se destacan en su labor y compromiso, son el verdadero ejemplo que necesitamos…

Abro la sección deportiva de un medio europeo; y, lo que hallo me llena de satisfacción como ciudadano de este país. Mientras leo, procuro evitar que quienes están a mi lado se den cuenta, que me he puesto sentimental, de que me he emocionado… Dice Cole Palmer, delantero del Chelsea, club en el que juega Moisés Caicedo (“el niño Moi”, nuestro valioso mediocampista), al término del partido entre su equipo y el Liverpool, campeón de la liga inglesa: “Hoy me sentí con confianza, traté otras cosas, pases de primera, jugar hacia delante. Es que, cuando lo tienes a él (a Moisés), es como un sueño. Desde el principio de la temporada ha sido nuestro mejor jugador, él recupera las bolas todo el tiempo, es un tipo humilde, es bueno con todos; y todo el equipo le adora”…

 

Pienso en la edad de Caicedo, en sus humildes comienzos, jugando quizá descalzo; en los sacrificios de su familia para comprarle sus botines, en su adaptación al club que lo descubrió y lo formó, en su pase internacional al Brighton donde se exhibió como uno de los jugadores con más futuro en la Premier League, en sus primeros meses en Inglaterra luchando con la soledad y el idioma, o en su transfer al Chelsea por un cifra inimaginable, y no puedo sino sentir un enorme orgullo por él, por su familia, por el fútbol nacional, por el país entero…

 

Y, claro, compruebo que no solo que la mayoría de jugadores de nuestra selección juega en equipos “grandes”, sino que ellos se están destacando en el fútbol internacional. Ahí están: Piero Hincapié, jugando para el Bayer Leverkusen, uno de los mejores equipos alemanes; William Pacho, otro monstruo en la defensa, un verdadero mariscal, jugando nada menos que en uno de los finalistas de la Champions League, el PSG (Paris Saint Germain); y así por ese orden… No me olvido de Pervis Estupiñan, de Joel Ordóñez o Félix Arboleda; todos juntos forman lo que la prensa especializada internacional ya llama “la mejor defensa de América”.

 

Algo parecido sucede en las cocinas de los mejores restaurantes del mundo. Estoy leyendo The nasty bits del desaparecido cocinero y comunicador Anthony Bourdain, autor de libros como No Reservations y Kitchen Confidential, y no puedo sino sentir lo mismo al revisar sus impresiones respecto a nuestros cocineros. Bourdain los llama “parte de la columna vertebral del negocio de restaurantes americanos”. “Son, libra por libra, los mejores cocineros de New York”, dice. “Los mejores chefs fueron antes lavavajillas. Diablos, los mejores tipos fueron lavavajillas”… “A lo mejor no saben qué es un soubise, pero de seguro saben hacerlo súper bien hecho; tienen carácter. Puedo enseñar a cocinar pero no puedo enseñar eso: carácter”.

 

“No quiero faltar al respeto a mi alma mater, ella no nos impartió carácter, el deseo de trabajar con alma y corazón, de aprender y crecer, de ‘saber aguantar’…”Los he tratado (a los cocineros ecuatorianos) por treinta años. Me siento privilegiado, ellos me hicieron mejor, los he conocido y hemos trabajado juntos. Me siento honrado por su esfuerzo, por su trabajo duro y por su lealtad. Me han enriquecido con su música, con su comida; con los apodos feos que me pusieron, con su amabilidad y la fuerza de su empeño.”

 

“Dicen que América es “la tierra de la libertad” (the land of the free), termina Bourdain, pero, ¿qué sería de América, si no fuera por ellos, o por todos los demás; por todos los que fueron llegando?”…


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23 mayo 2025

Por qué no somos felices *

 * Escrito por Javier Cercas para El País Semanal

“Puede ser que el único antídoto eficaz contra la envidia consista en negarse en redondo a competir con nadie. Salvo con uno mismo”.

 

En una entrevista reciente, Eduard Fernández confiesa: “Me gustaría no ser envidioso, pero no lo conseguiré, así que lo asumes y ya está. Me digo: pero ¿de qué tengo envidia? ¡Si me va muy bien!”. Estas palabras demuestran que, además de ser un gran actor, Fernández debe de ser un tipo muy honesto: hay que serlo para decir una cosa así, porque quien confiesa que envidia, confiesa que se siente inferior; también, que no es un hombre particularmente feliz.

 

No pudiera serlo un envidioso. En La conquista de la felicidad, Bertrand Russell argumenta que una de las causas fundamentales de nuestra infelicidad es la envidia (otra, añadiría yo, es el miedo: por eso Walter Benjamin escribió que la felicidad consiste en vivir sin temor); el problema es que, igual que nadie es inmune al miedo, nadie es inmune a la envidia, una de las pasiones más arraigadas, sobre todo en sociedades que, como las nuestras, han llevado el espíritu de competición hasta el delirio (o hasta el ridículo). Pero no solo en las nuestras: Russell duda que Simeón el Estilita —quien a principios del siglo V pasó 37 años subido a la minúscula plataforma de una columna— hubiera estado muy satisfecho si se hubiera enterado que otro santo había pasado más tiempo que él en una plataforma todavía más minúscula. Es una duda razonable.

 

El envidioso no solo desea hacer daño al envidiado y poner en práctica su deseo —sobre todo si puede hacerlo con impunidad—, sino que se hace infeliz a sí mismo; esto emparenta la envidia con el odio: quien envidia, igual que quien odia, es como el que bebe un vaso de veneno creyendo que va a matar al otro; también la emparenta con el odio la insatisfacción crónica de ambos: su avidez universal. Como dice Russell, quien desea la gloria puede envidiar a Napoleón, pero Napoleón envidiaba a César, César envidiaba a Alejandro y Alejandro probablemente envidiaba a Hércules, que ni siquiera existió… El cine y la literatura le han dado muchas vueltas a este infortunio. En Amadeus, Miloš Forman dramatizó el calvario que atraviesa un triste, esforzado y mediocre Antonio Salieri a manos de la genialidad precoz, alegre y gamberra de Mozart.

 

Menos conocido, pero no menos memorable, es un relato también protagonizado por músicos, obra de Dino Buzzati: El músico envidioso. En él se refiere la historia de Gorgia, un compositor a quien todo le va tan bien como a Eduard Fernández —es famoso, tiene dinero, goza de buena salud y de excelente reputación—; su desgracia es que padece una envidia tan enfermiza que su mujer y sus amigos, apiadados de él, intentan ocultarle la aparición de un genio musical, y que, cuando el desdichado Gorgia lo descubre, y para colmo resulta que es un compositor de su misma edad, hasta entonces desconocido y despreciado por todos, se sume en una desesperación sin confines. El final del cuento es un retrato del infierno: para Gorgia, “toda alegría había acabado. Ni siquiera podía ofrecer ese dolor suyo a Dios, porque, ante esta clase de dolores, Dios se indigna”.

 

Russell piensa que un antídoto contra la envidia es la admiración: si Salieri y Gorgia hubieran admirado sin reservas a sus dos némesis, no solo hubieran sido menos desdichados; también hubieran sido mejores músicos, porque hubieran podido aprender de la superioridad de sus rivales. Puede ser. Pero también puede ser que el único antídoto eficaz contra la envidia consista en negarse en redondo a competir con nadie. Salvo con uno mismo.

 

¿Todo es pernicioso en la envidia? ¿Ésta solo acarrea calamidades? Optimista irredento, Russell piensa que no, que la pasión igualitaria, indisociable de la envidia, inspiró la democracia en la Grecia antigua (“Nadie debe sobresalir entre nosotros”, decían los ciudadanos de Éfeso, para escándalo de Heráclito) e inspira la democracia y el socialismo modernos. También piensa que la envidia es, en parte, la expresión inevitable de un “dolor heroico” —el dolor de quienes caminamos a ciegas en la noche— y que, para salir de esa oscuridad sin esperanza, el ser humano debe aprender a transcender su yo y a adquirir “la libertad del universo”. ¡Qué envidia!


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20 mayo 2025

Un lugar emblemático

Tuve hace pocos días el afortunado privilegio de conocer –y de disfrutar de– el flamante edificio del prestigioso Club de la Unión del puerto principal. Sus cómodas, elegantes y bien diseñadas instalaciones corresponden a una nueva edición del que es ya, y sin lugar a dudas, el centro de reunión, tertulia y esparcimiento más completo que existe en nuestro país. Esta nueva versión del tradicional club social guayaquileño, está ubicada ahora en el moderno barrio de Samborondón y ha venido a reemplazar a la sede que antes se ubicaba junto a la ribera del río Guayas (José Joaquín Olmedo y Malecón Simón Bolívar), lugar en el que la sociedad funcionó desde mediado el siglo pasado; es decir, por más de tres cuartos de siglo.

Si revisamos los fragmentos de la historia del club, que se atribuyen a José Antonio Gómez, uno de sus socios más eminentes, habría que reconocer que, junto a la Sociedad Filantrópica del Guayas y al Benemérito Cuerpo de Bomberos, el club constituye una de las tres instituciones más antiguas que han dedicado sus empeños al servicio de la urbe. La entidad habría nacido no solo como un lugar de reunión, diversión y entretenimiento, sino como un dedicado centro de discusión para contribuir al ornato, planeación urbana y desarrollo integral de la ciudad. Con tal visión, sus directivos y socios más relevantes siempre se han interesado por promover la cultura, la industria, la actividad social y el desarrollo financiero de la emprendedora metrópoli porteña.

 

El Club de la Unión se habría fundado en 1869 y funcionado en tres distintos lugares hasta principios de 1885, cuando se mudó a una casa ubicada en la esquina norte de la avenida Nueve de Octubre y Malecón. En ese sitio se hallaba la sede hasta el incendio de octubre de 1896, cuando se habrían perdido los registros de sus primeros 27 años de vida. Más tarde (1898) el club se movilizó temporalmente a otro lugar ubicado en Pedro Carbo y Chile (quinto domicilio) para, en octubre de 1899, trasladarse a la intersección de Malecón e Illingworth, donde permaneció por algo más de 43 años. Más tarde, el club se mudaría a la casa de su propiedad que alguna vez conocimos (Olmedo y Malecón), la misma que se convertiría en su afamada sede por más de 80 años.

 

Así, luego de más de 150 años de vida, el club ahora ha abierto sus puertas en la vía principal de Samborondón. Si bien muchos de los servicios ya se ofrecen a sus complacidos socios (salones de eventos, comedores, salas de juego, gimnasio, biblioteca, bar inglés, terraza con vista al río Babahoyo, peluquería, etc.), existen todavía áreas que se encuentran en proceso de construcción (work in progress) como son: su capilla, jardines y terrazas o una glorieta enfrentada al río. Tuve la oportunidad de ser atendido en un amplio comedor del tercer piso con capacidad para más de 300 personas; y, aunque allí se siguen dando diferentes toques decorativos, aquello no es obstáculo para que se disfrute de una atención de altísima calidad.

 

El Club de la Unión existe también en otros países (a veces con el mismo nombre u otros parecidos), pero la relación no es parte de lo que pudiera llamarse “una cadena” de centros de este tipo; lo que existe, o pudiera existir, es una relación de tipo corresponsalía que permitiría a los socios disfrutar eventualmente de ciertos beneficios en otros países. De todos modos, el club destaca por su impresionante y bien logrado edificio, tanto por su elegancia como por su exquisita sobriedad. La propiedad (probablemente una de las más completas en el mundo) cuenta con una extensión de 20.000 metros cuadrados y una construcción en tres plantas con más de 7.000 metros de construcción. Es ya un referente para edificaciones sociales de este tipo.

 

La experiencia ha sido para mí un motivo de satisfacción y orgullo como ecuatoriano; he sido testigo de lo que puede lograr un grupo de afanosos asociados. Es esa la forma como el Club de la Unión “representa a la cultura de su gente, su hospitalidad y laboriosidad; así como su espíritu intenso, franco y progresista”, como tan bien lo expresa su sugestivo dosier informativo. Mi enhorabuena para los amigos guayaquileños.


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16 mayo 2025

¿Chongón o Daular?

Estoy en Guayaquil (sé que, más bien, debería decir ‘en Samborondón’ o, incluso, ‘en la isla Mocolí’ (tan diferentes parecen estos sectores comparados con gran parte de esta bullente e industriosa urbe). Es la hora del crepúsculo; salgo al balcón de un séptimo piso y observo, hacia el lado de levante, el privilegiado paisaje que brinda el pródigo Babahoyo. Estoy enfrente del más postrero meandro que tiene el río, poco antes de que recoja las aguas del Daule y pase a llamarse Guayas. Admiro este espejo de agua perfecto que reproduce los últimos fulgores del cielo; cirros y altoestratos difuminan el rutilante resplandor que surge del agua, mientras atrás el inquieto Sol, en su cotidiano e incesante periplo, ya transige en sus dóciles empeños.

Hay un vaivén engañoso que propone la corriente: son las ramas y más residuos que el río, siempre travieso y obcecado, ha ido empujando en su impetuoso recorrido: parecen sargazos que se rinden al brío victorioso de la marea. Comparo el gratuito panorama con los primeros asentamientos que tuvo la urbe, esos tercos intentos de fundación que ensayaron los europeos para eregir esta altiva y corajuda ciudad, la siempre aguerrida Guayaquil.

 

Cae la noche y regreso a mirar hacia mi izquierda; observo las luminarias de Ciudad Celeste y El cortijo, recorro con la mirada esa soberbia perspectiva. Continúo mi asombrada trayectoria, siguiendo el sentido del reloj; intuyo que ahí –escondidos detrás del penúltimo recodo–, se asientan Yaguachi y Milagro. No muy lejos, aunque bastante más al sur, sorprende otro nuevo y luminoso reflejo: es la populosa Durán… Se me hace imposible no recordar mis primeros viajes a Guayaquil en compañía de mi padre, llegando a la especular ribera del Guayas antes del amanecer. Era así como concluía aquel insufrible periplo, en una lenta gabarra que silenciosa cruzaba la ría; antes, mucho antes, de que la necesidad de integrarnos idearía la construcción de un puente que llamarían “de la Unidad Nacional”.

 

Pero, hay algo que interrumpe mi inesperada evaluación; y es que de repente, y de rato en rato, un ligero avioncito va haciendo su metódica aproximación al aeropuerto que conocí como Simón Bolívar, hoy rebautizado para rendir homenaje al apelativo de un patriota, presidente y poeta, recordado por sus proclamas independentistas, en un tiempo en que para los porteños no estaba muy claro que resultaría más pertinente, si depender de Quito (y de la Gran Colombia), ser autonómicos, o ser puerta de entrada al próspero y consentido Virreinato de Lima…

 

En medio de aquel escrutinio, sobresale hacia oriente un generoso espacio: es plano como una llanura costanera y lo he soslayado con intención… Parece una enorme y bien provista estancia (más tarde, el eco de una música alegre –emitida por parlantes de ignota ubicación– anunciará, con rítmica percusión, su intempestiva convocatoria a una festiva como súbita celebración: es el crepúsculo vespertino del 2 de mayo, primer día del feriado). El lugar se me antoja como el más adecuado e idóneo para ubicar y construir el nuevo aeropuerto internacional.

 

Es una repentina percepción. Por cincuenta años he escuchado innumerables planes, contradictorios y postergados, relacionados con la construcción del ansiado nuevo aeropuerto guayaquileño: primero, Chongón (tal vez descartado por su ubicación, muy cerca del Cerro Azul); luego, Daular (considerado probable alternativa, a pesar de su distancia con la ciudad). Este otro sector (lo llamaré, por ahora, ‘Ribera de Durán’) estaría más cerca y mejor ubicado (avecinado al lecho fluvial), se implantaría en un lugar totalmente plano, sin cerros u obstrucciones en su entorno, e incorporaría una serie impensada de ventajas que pudieran serle consecuentes.

 

Esta opción pudiera constituirse en una interesante alternativa para el propósito; satisfaría el concepto de convertir Guayaquil en aeropuerto regional (integrando no solo al Austro sino, eventualmente, al norte del Perú). Quizá, dado el incremento estimado de tráfico, pudiera requerir de un nuevo puente para cruzar el río (o un túnel; ¿por qué no?); aunque, temporalmente, el inicio de la vía a Yaguachi bien pudiera convertirse en corta y ágil autopista.

 

Reflexiono en el probable motivo que pudo haber para que no se considerara válido al sector oriental del río; y me resulta inevitable reconocer que quizá se debió a la ubicación de la Base de Taura. Esto, sin embargo, no constituiría tampoco un impedimento: sería cuestión de optimizar el cuadrante hoy restringido para la navegación aérea: solo haría falta rediseñar nuevos procedimientos para las maniobras de llegada y salida. Esta elección hasta permitiría reservar el actual aeropuerto para uso de la aviación general (avionetas y aviones ejecutivos).


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13 mayo 2025

Arrogancia y sabiduría

Dice Steinbeck, en Al este del Edén, que es una falacia aquello de que el tiempo nos dé sabiduría, cuando lo único que nos da son años y tristezas. Es en el Cap. 34 de la novela (una disquisición filosófica), que sugiere que en la vida, cuál si fuese una película, vivimos entre la reflexión y el asombro: “Los humanos están atrapados —en sus anhelos y ambiciones, en su avaricia y crueldad, en su bondad y generosidad— en una red entretejida de bien y de mal”. “Quitados polvo y paja, al final uno debe preguntarse ¿fue mi vida buena?, ¿he hecho el bien o he hecho el mal?, lo que importa es vivir de manera tal que nuestra muerte no les produzca ningún placer a quienes quedan en el mundo.”

Sospecho que la sabiduría nos enseña a ser humildes, ella es incompatible con la arrogancia. Medito en ello frente a esas discusiones en las que siempre hay alguien que cree saberlo todo, que se cree dueño de la verdad, que nos repite con necedad “estás equivocado”… Es que la ignorancia es atrevida; esto me recuerda que para los griegos el pecado no consistía en lo mismo que para el cristianismo: lo que era despreciado –malo para ellos– era la desmesura, la arrogancia: pretender saberlo todo, creerse igual que los dioses… Bien dice Ezequiel, en las Escrituras, que Dios ciega a quien quiere perder… Esto es lo que nos advierte la historia de Tántalo que, en castigo a su petulancia, fue obligado a pasar hambre y sed junto a una fuente cuya agua retrocedía cuando intentaba beber, y debajo de un árbol cargado de fruta que lo rehuía cuando lo quería alcanzar.

 

Mientras viví en el Asia, descubrí que los orientales percibían como indeseable o vergonzoso aquello de atufarse, exasperarse o perder el control. Parecido sentimiento intuyo que animaba a los griegos con aquello de que alguien pretendiese parecerse a los dioses; y eso era la hibris o hubris, que puede traducirse como insolencia, altanería, desenfreno, soberbia o desmesura. Aquello era considerado un desprecio temerario, una falta de control sobre los propios impulsos inspirada por pasiones exageradas; se lo percibía como algo irracional y desequilibrado. El castigo divino era la némesis, que intentaba devolver al individuo dentro de los límites que ya había excursionado.

 

En la noción moral griega, la hibris consistía en una falta contra la moderación: desobedecía la idea del pan metron, ‘la medida justa en todas las cosas’, que implicaba ‘no tener demasiado’ o ‘tener solo lo suficiente’. Hibris era un término utilizado en todos los asuntos de la vida; estaba relacionado con el ego inflado: la insolencia, la petulancia o la impiedad. Abundan en su mitología personajes que merecieron castigos: Atlas, Edipo, Ícaro, Narciso, Prometeo, Sísifo, Hércules… En la Biblia pasa lo mismo: hay varios ejemplos de quienes fueron castigados por su arrogancia: Adán y Eva, Sodoma y Gomorra, la torre de Babel… En su Estudio de la Historia, Arnold Toynbee culpa a la soberbia del colapso de las civilizaciones.

 

Existe un efecto conocido como Dunning-Kruger: se trata de un “sesgo cognitivo” (una forma de pensar y juzgar erróneamente) por el que algunas personas dotadas de capacidades algo limitadas tienden a sobreestimar su capacidad y su desempeño real en algunas áreas. Expone que cuando los individuos poseen esa tendencia la ignorancia genera confianza más frecuentemente que el conocimiento; y enuncia que: “en un medio típico los incompetentes tienden a sobrestimar su propia habilidad y son incapaces de reconocer la habilidad de los otros”. Por el estudio, tanto David Dunning como Justin Kruger obtuvieron el premio Nobel en el año 2000. Otra ley, la de la controversia de Benford (efecto Rosenthal) formula también que “la pasión asociada a una discusión es inversamente proporcional a la cantidad de información real disponible”…

 

A veces me he preguntado si es la estupidez la que nos lleva a la arrogancia o si es, más bien, esa misma soberbia la que nos conduce a la estulticia. Tal parece que la correcta es la primera alternativa: la mitología está llena de historias que reflejan la ira de los dioses y los castigos impuestos a titanes e individuos por su testarudez: Atlas lideró a los titanes y Zeus lo condenó a sostener el cielo sobre sus hombros para siempre. Prometeo (conocido por su astucia, amor a la humanidad y rebeldía) había robado el fuego del cielo; Zeus lo castigó por desafiar su autoridad y lo encadenó a una montaña, mientras un águila le devoraba el hígado, que, a su vez, se regeneraba (un sufrimiento infinito). Sísifo, conocido por su sagacidad, fue condenado a empujar una roca cuesta arriba, la misma que siempre volvía a rodar hasta su base.

 

Eso es la arrogancia: una presunción torpe, vana y desmedida; la actitud y condición de quien se atribuye cualidades a sí mismo. Parece cierto: “los dioses confunden a quienes quieren perder”.


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